Anna irrumpió en la sala, sus pasos resonando en las paredes mientras buscaba a sus padres. Su padre estaba sentado en el sofá, leyendo el periódico, mientras que su madre estaba en la cocina, tarareando una melodía mientras se movía de un lado a otro.
—¡Papá, mamá! —gritó Anna, su voz aguda y urgente—. Necesitamos hablar.
Las cejas de su padre se fruncieron mientras levantaba la vista del periódico, mientras su madre entraba apresuradamente a la sala, con una expresión preocupada en su rostro.
—¿Qué sucede, mi niña? —preguntó su padre, con voz llena de preocupación.
—Anna, amor, ¿no se suponía que estarías en la casa de tu primo? —preguntó su madre, secándose las manos con una toalla.
—¡Que se joda ese hijo de puta, mamá! —estalló Anna.
Los ojos de su madre y su padre se abrieron impresionados por su arrebato.
—¡Anna! —exclamó su padre, su voz severa y desaprobadora—. Cuida tu lenguaje en esta casa. No toleraré ese tipo de falta de respeto.