—Eso es correcto, soy un domador de bestias —dijo Bobby con suficiente confianza para convencer a todos a su alrededor. Pensó que sería una manera fácil de ganar amigos y respeto. Nadie necesitaba mucha convicción, excepto Dari, quien había desarrollado un resentimiento contra él y no creía en su afirmación.
Dada la vastedad del País del Gran Dosel, las bestias voladoras eran una forma de transporte increíblemente útil, lo que hacía su entrenamiento especialmente importante. Todos querían tener una mascota voladora, ya que caminar miles de millas a pie no era la mejor manera de desplazarse. Las mejores mascotas eran aquellas que podían usarse tanto para viajar como para batalla, como el leopardo volador de cuatro alas. A pesar de la demanda, las mascotas voladoras y sus entrenadores eran raros. Bobby estaba en lo correcto al pensar que fingir ser un domador de bestias lo haría popular.
—No me sorprende que tu mascota voladora esté tan bien entrenada —dijo Robin, impresionado.