El cadáver de sangre plateada liberó un viento helado mientras se levantaba del estanque seco. La cueva entera empezó a temblar como si fuera a desmoronarse bajo el peso del mal. Los hombres contuvieron el aliento mientras sus mentes quedaban en blanco. Al frente del grupo, Sam se arrodilló en el suelo por el miedo.
—Perdóneme, maestro —lloró.
—Sam, ¿qué demonios estás haciendo? —preguntó Philip. Él y los demás negaron con la cabeza avergonzados; su líder ya se había rendido, debilitando sus posibilidades de sobrevivir. Sam, ahora en el suelo, rogaba al cadáver de sangre plateada que le perdonase, ignorando las maldiciones de ellos. "Siempre ponte del lado del poder", ese era el lema de Sam. Había oído hablar del Culto de la Luna Escarlata y sabía que los demonios podían matar a cualquier miembro de una clase inferior. Además, el cadáver de sangre plateada hablaba con autoridad; sabía que no eran rival para él.