Bobby ignoró la voz en su cabeza y salió del Edificio Hueco. Después de que él salió del edificio, una risa ligeramente enojada provino de un ático oculto. —Qué mocoso tan arrogante. ¿Cómo se atreve a ignorarme... Desde el momento en que Bobby entró al Edificio Hueco, no había tomado en serio la advertencia de la voz. Bobby había hecho lo que quería. Lo único que tenía que hacer era seguir las reglas; todo lo demás no importaba. Su razonamiento no estaba equivocado porque, al final del día, no estaba rompiendo ninguna regla. Sin embargo, Bobby no sabía que la misteriosa voz en su cabeza pertenecía a un miembro de alta autoridad en el clan. Incluso los estudiantes internos lo respetaban.