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Chapter 71 - Episodio 71: Desgracia.

El regreso a la Academia Beta fue un infierno en vida.

Yulisa Zero y Yarizel apenas podían mantenerse en pie. La sangre de Yarizel no dejaba de brotar de donde una vez estuvieron sus brazos. Yulisa, con el rostro empapado en sudor y desesperación, presionaba con todas sus fuerzas los vendajes improvisados, pero la sangre seguía empapándolo todo.

Los demás apenas podían moverse.

Kyatto jadeaba, con su costado abierto y una herida profunda en la pierna que le hacía cojear. Lila Kamatose apretaba los dientes, sujetando con su única mano el brazo destrozado que le colgaba inútilmente. Ces tenía la vista borrosa por la pérdida de sangre, cada paso era un desafío a la muerte. Sutāba Bumūn y Katski se sostenían entre sí, tambaleándose como espectros a punto de desvanecerse.

No sabían cómo lograron llegar.

Las puertas de la Academia Beta se abrieron de golpe ante ellos. Varios sanadores corrieron a recibirlos, pero en cuanto los vieron, sus rostros se llenaron de horror.

—¡Por los dioses! —gritó una de las médicas antes de lanzarse sobre Yarizel, tratando de detener la hemorragia.

Los héroes caían al suelo uno por uno.

Yulisa Zero se dejó caer sobre sus rodillas, su cuerpo temblaba, sintiendo en su piel la sangre caliente de Yarizel.

Katherine sollozaba, presionando su propia herida en el abdomen, sintiendo que iba a desmayarse en cualquier momento.

—¿Dónde… dónde están los demás? —preguntó un sanador, con el ceño fruncido.

Nadie contestó. No podían.

Porque la verdad era demasiado aterradora.

El regreso a la Academia Alfa fue agonizante. Cada paso que daban, cada respiración que tomaban, estaba impregnada de dolor y derrota. No habían ganado. No habían estado ni cerca.

Helena, Profax, Tsuu, Momo Fogosa, Shadix y Amai Kuchibiru avanzaban con el peso de sus heridas, algunos sosteniéndose entre sí para no caer. Amanda, Nana Yoroza y Samueru tenían los cuerpos cubiertos de cortes profundos. Nana, con sus manos temblorosas y ensangrentadas, apenas lograba comprender la pérdida de sus dedos.

Cuando llegaron a las puertas de la academia, los guardias y profesores los recibieron con horror en sus rostros. No eran los mismos que habían partido a la misión; estos jóvenes que volvían eran sombras de sí mismos, destrozados tanto física como mentalmente.

—¡Necesitamos sanadores aquí! —gritó un instructor mientras varios médicos y usuarios de energía curativa corrían hacia ellos.

Uno por uno fueron atendidos en camillas, llevados al área de emergencia de la academia. Los que tenían heridas más graves fueron rodeados de sanadores de energía, que canalizaban su poder para cerrar sus heridas. Otros, menos afortunados, tuvieron que soportar tratamientos tradicionales: vendajes, suturas, y el dolor de la recuperación sin la ayuda de la energía.

Nana Yoroza no dejó de mirar sus manos.

—No… —susurró, sintiendo cómo el sanador trataba de calmarla—. No puede ser…

Samueru le tomó el hombro con fuerza, como si intentara transmitirle algo sin necesidad de palabras.

En la habitación, el ambiente era denso, cargado de silencio y miradas perdidas. Nadie hablaba de lo que pasó. Nadie quería decirlo en voz alta… la verdad que pesaba en sus almas:

No solo habían sido derrotados.

Habían sido completamente humillados.

El aire en la Ciudad de México estaba cargado de una tensión invisible pero opresiva. Dante Megami, Girasol y Mateo avanzaban con determinación por las calles del centro, sus sentidos alerta, preparados para enfrentarse a cualquier anomalía que apareciera.

A lo lejos, en otra parte de la ciudad, Ēru, Henrī, Itama Furutta, Aruku, Dotto, Ari Shāpusu, Sanjūni Hoshi, Riri, Furēmuro y Morutekitto también cumplían su propia misión. Habían sido enviados por Rigor, el director de la Academia Historia, para investigar un caso inusual de energía maldita.

Las dos facciones no sabían de la presencia de la otra todavía, pero ambos grupos percibieron la misma sensación inquietante.

Algo estaba mal.

Las luces del centro comenzaron a parpadear erráticamente. El sonido del tráfico y las voces de la multitud parecieron desvanecerse poco a poco, reemplazados por un silencio sepulcral.

—¿Sienten eso? —susurró Girasol, su mano apretando con fuerza su arma.

Dante asintió. La presencia maldita se estaba haciendo más fuerte.

Mientras tanto, en una avenida paralela, el equipo de la Academia Historia se detuvo de golpe. Sanjūni Hoshi, con su aguda percepción, miró hacia el cielo y frunció el ceño.

—No estamos solos.

Riri tragó saliva. No se refería solo a la maldición. Había otros aquí, moviéndose con la misma precaución que ellos.

Y entonces, un sonido desgarrador rasgó el aire.

De los edificios cercanos surgieron grietas negras, de las cuales comenzaron a emanar manos espectrales deformadas, extendiéndose como sombras vivientes.

La maldición había despertado.

La maldición Mashup se extendía por la ciudad como una plaga viviente. Las calles estaban deformándose, los edificios temblaban bajo su influencia, y las sombras parecían retorcerse con vida propia. Sus efectos eran devastadores: personas atrapadas en su radio de acción veían sus cuerpos cambiar grotescamente, sus almas desgarradas y reformadas en abominaciones sin identidad.

Dante Megami, Girasol y Mateo se detuvieron en seco. A la distancia, vieron cómo la realidad misma se doblaba y rompía bajo el influjo de la maldición. No muy lejos, el equipo de la Academia Historia también presenció el horror. Aruku intentó analizar la situación, pero una oleada de energía oscura los golpeó, haciéndolos tambalear.

Y entonces, el aire se desgarró.

Un portal oscuro violeta se abrió en medio de la calle, emanando una presencia aterradora.

De él salió un ser de pesadilla: Victor Zombie.

Pero no era el original. Otro clon, uno más de los muchos que habían comenzado a aparecer, cada uno con su propia hambre insaciable de destrucción. Su cuerpo estaba cubierto de cicatrices abiertas, su carne en un estado de putrefacción avanzada, pero sus ojos brillaban con la misma inteligencia maligna de su contraparte original.

—Qué desastre... —murmuró, observando la ciudad con una sonrisa podrida—. Pero puedo empeorarlo.

Sin previo aviso, Victor Zombie alzó la mano, y una onda de energía púrpura se esparció por el suelo. A su paso, los cadáveres cercanos comenzaron a moverse, levantándose en un macabro desfile de muertos vivientes.

El equipo de Dante y los héroes de la Academia Historia sabían que no podían perder tiempo.

Tenían que detener a Mashup.

Y ahora, también debían enfrentar a Victor Zombie.

Mashup se giró lentamente, su forma amorfa vibrando con un poder inquietante. Sus múltiples ojos, esparcidos por su cuerpo en lugares antinaturales, se clavaron en Victor Zombie. El clon putrefacto, con su sonrisa cruel y su carne desgarrada, lo observó con interés, como si estuviera estudiando un nuevo juguete.

—Eres... curioso —susurró Mashup, su voz resonando como un eco distorsionado—. Pero no eres perfecto.

Mashup levantó una de sus extremidades, una masa retorcida de carne, hueso y energía maldita. Con un simple movimiento, una onda negra se expandió a través del aire, dirigiéndose hacia Victor Zombie.

El clon intentó moverse, pero su cuerpo comenzó a retorcerse involuntariamente. Sus músculos se tensaron, su carne se deformó, sus huesos crujieron y se extendieron en direcciones imposibles. La maldición de Mashup estaba reescribiendo su existencia, reformando su cuerpo como si fuera arcilla en manos de un escultor monstruoso.

—¿Qué demonios estás haciendo? —gruñó Victor Zombie, intentando resistirse.

Mashup sonrió con sus múltiples bocas, disfrutando del espectáculo.

—Mejorándote.

El clon gritó, su voz distorsionada mientras sus órganos se reorganizaban, su piel se estiraba y su alma misma parecía tambalearse entre la destrucción y la reconstrucción. En segundos, Victor Zombie ya no era el mismo. Su cuerpo era una abominación aún peor que antes, con miembros extraños, ojos que no le pertenecían y una forma que parecía un híbrido entre un cadáver y una sombra viviente.

Mashup inclinó la cabeza.

—Ahora sí... eres mío.

Victor Zombie, o lo que quedaba de él, se arrodilló involuntariamente. La voluntad del clon había sido destrozada, su alma atrapada en un torbellino de caos, ahora completamente bajo el control de Mashup.

Victor Zombie, a pesar de su grotesca transformación, gruñó con furia. Su cuerpo retorcido se arrastró por el suelo, con partes de sí mismo que no debería tener, pero su voluntad de destruir aún ardía dentro de él.

Con un impulso inesperado, Victor Zombie logró lanzar un golpe directo a Mashup. El impacto resonó como un trueno, haciendo que la masa de carne maldita de Mashup se tambaleara momentáneamente.

Mashup se quedó en silencio. Sus múltiples ojos parpadearon al unísono, su sonrisa torcida se ensanchó.

—Interesante... aún conservas algo de ti.

Sin previo aviso, Mashup extendió sus extremidades amorfas y envolvió completamente a Victor Zombie. El clon intentó liberarse, pero la carne negra y palpitante lo asfixiaba, lo consumía.

—Pero ya no te necesito.

Un sonido seco y crujiente se escuchó. Mashup comprimió su cuerpo alrededor del clon y, con un destello de energía maldita, hizo que Victor Zombie explotara en una lluvia de sangre oscura y restos irreconocibles.

Los escombros de la ciudad de México quedaron teñidos de rojo, el eco de la explosión resonando entre las ruinas.

Mashup se quedó quieto, absorbiendo la energía residual del clon destruido. Luego, giró su mirada hacia el horizonte, sintiendo más presencias acercándose.

—El siguiente… —susurró con diversión.

Dante Megami, con el corazón ardiendo de ira y desesperación, corrió al frente con Girasol y Mateo siguiéndolo de cerca. A lo lejos, una figura distorsionada se retorcía en la penumbra. Un humano modificado, su cuerpo deformado por la influencia de Mashup, se convirtió en un monstruo grotesco.

El ser soltó un rugido gutural, su piel se agrietó y de su espalda emergieron extremidades adicionales cubiertas de una sustancia negra y viscosa. Sus ojos vacíos reflejaban puro tormento.

—¡¿Qué demonios es eso?! —gritó Mateo, frenando en seco.

Dante no se detuvo. Su mente estaba en otro lugar, atrapada en la imagen de Momo Fogosa, su chica, destrozada, herida, al borde de la muerte. El recuerdo de su cuerpo ensangrentado en la enfermería le quemaba el alma.

—¡No me importa qué seas! —rugió Dante, sus puños cargados con energía maldita. Corrió directo al monstruo.

El ser mutado atacó con velocidad inhumana, sus múltiples brazos lanzándose en todas direcciones. Dante esquivó por puro instinto, saltando en el último segundo para lanzar un golpe devastador al torso de la criatura. El impacto fue brutal, pero el monstruo no cayó.

—¡Tch! —Dante chasqueó la lengua y retrocedió, solo para ver cómo el monstruo se regeneraba de inmediato.

—¡Esto no será fácil! —gritó Girasol, invocando su poder. Sus manos se iluminaron con una ráfaga dorada antes de lanzar una onda de choque directa al monstruo.

Mateo activó su habilidad también, envolviendo sus piernas en energía azul para golpear con una patada giratoria. El impacto logró hacer que el monstruo se tambaleara, pero este respondió con una violencia descomunal, lanzando a Mateo contra un auto destrozado.

—¡Maldito! —Dante saltó de nuevo, esta vez apuntando al rostro de la criatura. Su puño atravesó la carne putrefacta, pero el monstruo se retorció y lo atrapó con una de sus extremidades.

El aire se volvió más pesado. Mashup los observaba desde la distancia, sonriendo con malicia.

—Interesante… Me pregunto cuánto más pueden aguantar antes de quebrarse.

Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, Ēru, Henrī, Itama Furutta, Aruku, Dotto, Ari Shāpusu, Sanjūni Hoshi, Riri, Furēmuro y Morutekitto avanzaban con cautela. El aire estaba cargado de una sensación opresiva, como si algo invisible los observara desde las sombras.

—Esto no me gusta… —murmuró Aruku, ajustando su postura de combate.

—Rigor nos envió a cazar una maldición, pero no hemos encontrado nada —agregó Henrī, su mirada recorriendo el área con desconfianza.

—No, algo está mal aquí… —susurró Riri, cerrando los ojos por un momento, tratando de percibir alguna presencia oculta.

Justo en ese instante, un sonido gutural resonó por las calles vacías. Una serie de figuras emergió de entre los escombros de los edificios destruidos. Diez humanos modificados.

Eran abominaciones retorcidas, cuerpos deformados por la influencia de Mashup. Sus pieles eran una mezcla de carne y metal, con ojos brillando en un tono carmesí inhumano. Algunos tenían extremidades adicionales, otros tenían bocas donde no deberían, y todos compartían una aura de pura hostilidad.

—¡Tsk! ¡No son normales! —gritó Dotto, poniéndose en guardia.

Uno de los monstruos se lanzó sin previo aviso, pero Furēmuro reaccionó en un instante, bloqueando el ataque con un escudo de energía.

—¡Son rápidos! ¡Prepárense! —advirtió Ari Shāpusu.

Las criaturas se abalanzaron con ferocidad, y la batalla comenzó.

Mientras los héroes luchaban ferozmente contra las criaturas deformadas de Mashup, el propio Mashup caminaba con tranquilidad entre el caos, como si todo aquello no fuera más que un espectáculo para su entretenimiento. Los gritos, los choques de energía y el sonido de la carne rasgándose no parecían afectarlo en lo más mínimo.

Con una sonrisa torcida, observaba cómo sus creaciones se enfrentaban a los estudiantes de la Academia Historia. Veía con interés cómo intentaban sobrevivir, cómo se esforzaban en esquivar los ataques y contraatacar, solo para darse cuenta de que sus enemigos parecían regenerarse o cambiar de forma constantemente.

Pero entonces, una presencia captó su atención.

A lo lejos, una figura caminaba con calma en su dirección.

Era un hombre de complexión fuerte, con cabello rubio desordenado y una expresión de fastidio en su rostro. Nanamin, el profesor de la Academia Historia.

Mashup entrecerró los ojos, analizando al recién llegado. Nanamin no parecía apurado ni preocupado, pero su postura relajada escondía una gran preparación para el combate.

El profesor de la Academia Historia sacó una moneda de su bolsillo, jugándola entre sus dedos.

—Tú… —dijo Mashup con una sonrisa burlona—. No tienes cara de héroe.

Nanamin suspiró, como si la situación le diera más pereza que preocupación. Apretó la moneda entre sus dedos y luego la lanzó al aire.

—Tampoco tengo cara de alguien que va a dejarte seguir con esta mierda.

Nanamin observó de reojo al joven que acababa de aterrizar con fuerza a su lado. José, el hijo de Víctor, ahora con 18 años, estaba listo para la batalla. Su postura era firme, su mirada llena de determinación, y su presencia irradiaba la misma energía arrolladora que su padre alguna vez tuvo.

Mashup alzó una ceja, sorprendido pero divertido. —Oh… y este quién es?

José no respondió. Sus músculos se tensaron, y en un instante, su energía explotó a su alrededor. Nanamin esbozó una pequeña sonrisa—casi imperceptible—sabiendo que no estaba solo en esta pelea.

Mashup chasqueó la lengua. —Supongo que tendré que jugar en serio.

Sin previo aviso, lanzó una ráfaga de energía oscura hacia ellos. Nanamin y José se movieron al mismo tiempo. Nanamin usó su técnica del "70/30", canalizando su fuerza en un golpe certero, desviando la ráfaga de energía antes de que los alcanzara. José, por su parte, desapareció en un destello de velocidad, apareciendo justo frente a Mashup con el puño listo para impactar.

—¡Veamos si puedes con esto! —rugió José, lanzando un golpe potenciado con toda su fuerza.

José gritó con fuerza: —¡Destello Morado!

Su puño se envolvió en una energía ardiente, una fusión entre el Blaster Solar Morado y la técnica de parar el tiempo por una fracción de segundos, enseñada por su maestro, Rigor.

El mundo pareció congelarse por un instante.

Mashup apenas pudo reaccionar cuando José desapareció de su vista. En un abrir y cerrar de ojos, el joven apareció justo frente a él, con su puño bañado en luz morada.

¡BOOM!

El impacto resonó como una explosión sónica. Mashup salió disparado, atravesando varios edificios antes de estrellarse contra el suelo, dejando un enorme cráter. Nanamin observó con interés, impresionado por la destreza del chico.

José exhaló, con su puño aún vibrando por la energía del golpe. —No voy a dejar que sigas lastimando a los demás.

Desde los escombros, una risa gutural se escuchó. Mashup, herido pero aún de pie, se levantó entre la nube de polvo.

—Eso... fue interesante— dijo con una sonrisa torcida. —Parece que las cosas se pondrán divertidas.

El aire vibró con una tensión indescriptible cuando Mashup posicionó sus manos en el mudra Samadhi y pronunció con voz solemne:

—¡Desgracia de almas eternas!

Una energía oscura y corrupta brotó de su cuerpo, expandiéndose a su alrededor en una ola de caos. Las almas atrapadas en su técnica gimieron con horror, como si sus sufrimientos no tuvieran fin.

José, con el corazón latiéndole en el pecho, recordó las palabras de Rigor:

"Todo es un golpe seguro con el eterno."

Sin dudarlo, posicionó sus dedos en el mudra Tampak Samping y, con una determinación feroz, gritó:

—¡Darling Eterno!

De inmediato, una luz morada intensa envolvió su cuerpo, expandiéndose en todas direcciones. Su energía pura colisionó con la maldición oscura de Mashup, y el impacto fue monumental.

El espacio se rasgó.

Un dominio sobre otro dominio. La realidad crujió y se distorsionó mientras ambos ataques creaban un choque de dimensiones.

Nanamin apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de verse arrastrado dentro del dominio compartido junto a José y Mashup.

—¿Qué demonios…? —susurró el profesor, dándose cuenta de que estaban encerrados en un espacio alterno, donde solo el más fuerte podría imponer su ley.

José respiró hondo y levantó su mirada hacia Mashup.

—Aquí terminaremos esto.

Mashup sonrió, con sus ojos brillando de una forma inhumana.

—Vamos a ver quién es digno de salir con vida.

Nanamin extendió su mano con calma y pronunció un cántico en voz baja, una antigua oración de batalla. En ese instante, una energía dorada y chispeante comenzó a materializarse frente a él, tomando forma poco a poco.

—Despierta, Macuahuitl del Juicio.

El aire tembló. Desde el vacío, su arma se manifestó en su mano con un destello imponente. Una versión más pequeña pero increíblemente pesada del legendario Macuahuitl, con obsidianas encantadas incrustadas en su filo, brillando con un resplandor etéreo.

José observó impresionado cómo la presencia del arma hacía vibrar el dominio, como si reconociera su poder.

Mashup, en cambio, solo sonrió con arrogancia.

—Bonito juguete. Veamos si puedes alcanzarme con eso.

Sin perder tiempo, Mashup se movió con una velocidad infernal, lanzándose contra Nanamin con garras envueltas en energía maldita.

Nanamin giró su Macuahuitl con precisión quirúrgica, el arma cortando el aire con un sonido agudo. Bloqueó el ataque con un solo golpe, desviando la embestida de Mashup y dejando una estela dorada en el aire.

José aprovechó el momento, desapareciendo en un parpadeo con su "Destello Morado" y reapareciendo detrás de Mashup con el puño cargado de energía.

—¡Aquí voy!

El golpe impactó con una explosión de luz, lanzando a Mashup contra el suelo y agrietando la superficie del dominio.

Pero Mashup no se quedó abajo por mucho tiempo. Su cuerpo se regeneró al instante, y sus ojos brillaron con una siniestra emoción.

—Eso sí dolió —susurró con una sonrisa perturbadora—. Ahora me toca a mí.

Levantó ambas manos y formó un nuevo sello maldito. La energía oscura se retorció y formó una serie de cadenas malditas, que se lanzaron directo a Nanamin y José.

Nanamin, sin inmutarse, ajustó su agarre en el Macuahuitl del Juicio y se preparó para destruirlas.

José, con el fuego de la batalla en los ojos, cargó su puño con energía morada una vez más.

La batalla apenas estaba comenzando.

Mashup observó el brazo de Nanamin con atención, sentía el poder de su dominio moviéndose rápidamente en su interior, dispuesto a alterarlo, a desmoronarlo por completo. Sin embargo, Nanamin, con una rapidez inesperada, levantó su Macuahuitl y, con una precisión mortal, cortó su propio brazo justo antes de que el dominio de Mashup pudiera cambiarlo. El brazo modificado cayó al suelo en una explosión de sangre y carne, pero Nanamin ya había saltado hacia atrás para evitar la explosión que estaba a punto de ocurrir en el lugar donde su brazo transformado acababa de estar.

Mashup, al ver el movimiento, apretó los dientes. El dominio que había comenzado a implantar en el brazo de Nanamin se desvaneció junto con el severo corte. Pero no pudo evitar sentirse frustrado. Aunque había fallado en la alteración, su foco volvió rápidamente a la situación, sintiendo cómo la batalla seguía.

En ese mismo momento, José, al ver la oportunidad, utilizó dos dedos de su mano para canalizar una ráfaga de energía concentrada, y, en un rápido movimiento, colocó esos dedos en su frente antes de lanzar el ataque Perforación Solar, canalizando toda su energía en un golpe dirigido al pecho de Mashup. El impacto fue devastador.

Mashup fue lanzado hacia atrás, el aire a su alrededor explotó con una onda de choque, pero el verdadero poder del golpe no fue la explosión, sino el desgaste que causó en su dominio. El dominio de Mashup se empezó a desmoronar rápidamente, como si se estuviera desintegrando desde dentro. Los cortes invisibles que había creado en el aire desaparecieron al instante.

José sonrió con firmeza, sin perder un solo instante en la batalla, mientras el dominio de Mashup colapsaba, provocando que el enemigo perdiera gran parte de su poder en cuestión de segundos.

Al verse debilitado, Mashup sintió que algo aún peor estaba sucediendo: su propia regeneración, antes imparable, ahora comenzaba a fallar.

La victoria estaba al alcance de José. Su dominio, que otorgaba más resistencia, fuerza y poder a sus aliados, había neutralizado las habilidades de Mashup, además de obligar a su cuerpo a ceder a los cortes invisibles que aparecían en su piel. El dolor de cada corte fue una señal de que su dominio no funcionaba como antes.

Lo peor fue que Mashup sentía que el dominio de José controlaba la situación, afectando todo lo que tocaba, pero no sus aliados ni el propio José, ya que este último estaba protegido por las leyes de su propio poder. El efecto no se aplicaba a él ni a sus compañeros.

Mashup, con una expresión de furia, retrocedió rápidamente hacia un portal, el cual se abrió con la oscuridad característica de su poder. Sabía que ya no podía ganar en esas condiciones.

Mashup intentó escapar al abrir un portal, pero José no lo dejó escapar. Con un movimiento rápido, José levantó la mano y lanzó un ataque de energía pura que destruyó el portal al instante, causando que Mashup quedara atrapado en el mismo lugar.

En ese preciso momento, Nanamin, con su Macuahuitl en mano, se lanzó hacia Mashup, y José, con la fuerza de su dominio, lo acompañó. Ambos golpearon a Mashup con un ataque combinado de gran poder, el impacto de sus golpes resonó a través del aire, pero Mashup no mostró signos de dolor en su rostro.

Una extraña sonrisa se formó en sus labios mientras recibía los golpes. Su risa, fría y macabra, no se detuvo. Cada golpe, cada herida, parecía alimentarlo aún más, como si disfrutara del sufrimiento que le causaban.

—Esto es lo que me gusta... —dijo Mashup entre risas, mientras los golpes de Nanamin y José seguían golpeando su cuerpo. La energía de su dominio parecía desbordarse mientras absorbía cada golpe, sonriendo con satisfacción. No parecía importarle el daño físico; al contrario, su locura parecía aumentar con cada impacto.

José se detuvo por un momento, sorprendido por la actitud de Mashup, pero Nanamin no dio tregua. Con su Macuahuitl en mano, continuó atacando con fuerza, cada golpe apuntando a una parte vulnerable de Mashup, pero este simplemente reía mientras su cuerpo sangraba.

—¿Qué pasa? ¿Es que no sientes el dolor como nosotros? —preguntó José, notando que algo extraño sucedía con Mashup.

Mashup, aún sonriendo, se levantó de los golpes y, a pesar de las heridas, su poder no parecía disminuir. La maldición que había recibido parecía darle un inmenso aguante y, de alguna manera, transformar el dolor en algo placentero para él.

—El dolor... es solo una sensación para los débiles. Yo... yo disfruto de este sufrimiento. ¿Qué tal si continúo aquí, disfrutando todo lo que puedan darme? —respondió Mashup, su risa retumbando mientras seguía enfrentándose a sus atacantes, sabiendo que no podían detenerlo tan fácilmente.

La batalla continuaba, pero Mashup parecía no tener límites. Cada golpe solo lo hacía más fuerte, más loco y más peligroso.

Mashup dejó escapar una risa escalofriante mientras su cuerpo comenzaba a cambiar. Su piel, antes desgarrada por los golpes de José y Nanamin, se volvió completamente impenetrable. Era como si estuviera hecho de una mezcla de diamante puro, wolframio y la misteriosa pasta nuclear encontrada en las estrellas más densas del universo.

Su espalda se envolvió en llamas de un fuego morado intenso, que crepitaba como si estuviera vivo, danzando con un poder descomunal. De sus puños, llamas ardientes emergieron, extendiéndose hasta sus antebrazos. De sus codos, afiladas cuchillas se desplegaron, brillando con una energía oscura y destructiva. Mashup se veía monstruoso, más aterrador que nunca.

Mientras tanto, Dante Megami avanzaba con rapidez. Desde el exterior, pudo ver el dominio que envolvía la batalla, una inmensa cúpula de energía que oscurecía todo a su alrededor. Sin saber de quién era, decidió actuar sin dudarlo.

Con una agilidad impresionante, trepó el dominio, aferrándose a la estructura con una velocidad sobrehumana. Sus músculos se tensaron y su energía se concentró en su brazo derecho.

—¡No sé de quién sea este dominio, pero lo voy a destruir! —exclamó con determinación.

Con un puñetazo devastador, canalizando toda su fuerza y poder, golpeó la parte superior del dominio con un impacto capaz de hacer temblar la tierra.

CRACK.

Una fisura se abrió en la estructura de la barrera. Las grietas se expandieron como relámpagos, hasta que finalmente, con un estallido de energía oscura y dorada, el dominio se rompió en mil pedazos, dejando al descubierto la brutal escena que se desarrollaba dentro.

Mashup giró la cabeza lentamente, su expresión aún marcada por su sonrisa retorcida y maniaca.

—Vaya... qué molesto... parece que tenemos un nuevo invitado. —dijo con burla, mientras sus cuchillas brillaban con sed de sangre y su fuego morado ardía con más intensidad.

Dante frunció el ceño, preparándose para la pelea, sabiendo que se enfrentaba a algo que desafiaba toda lógica y resistencia.

El aire se tornó pesado cuando Girasol y Mateo llegaron tras Dante Megami, sus ojos reflejaban la seriedad de la situación. No estaban solos. El grupo de Ēru, Henrī, Itama Furutta, Aruku, Dotto, Ari Shāpusu, Sanjūni Hoshi, Riri, Furēmuro y Morutekitto apareció también, formando un semicírculo alrededor de Mashup, quien seguía ardiendo en fuego morado, con su piel impenetrable y su sonrisa sádica intacta.

El suelo temblaba bajo sus pies. La energía maldita de Mashup era abrumadora, distorsionando el aire a su alrededor, como si la misma realidad temiera su presencia.

—Vaya, esto se puso interesante... —murmuró Mashup con una sonrisa torcida, alzando sus manos cubiertas de llamas y dejando que el fuego morado chisporroteara entre sus dedos.

Dante Megami apretó los puños, sintiendo la furia arder en su interior. Recordaba bien la brutalidad de este enemigo, y más aún, el estado en que Momo Fogosa había quedado tras el ataque de Nihil. No iba a permitir que otro amigo terminara así.

—No importa cuán resistente seas… —gruñó Dante, flexionando los músculos—. ¡Vamos a derribarte!

Mateo y Girasol tomaron posiciones junto a él, mientras que los demás del grupo de la Academia Historia se preparaban, cada uno con su propio estilo de combate listo para activarse.

Mashup observó a cada uno con diversión.

—Diez, once, doce… ¿Cuántos más van a venir a morir? —se burló, clavando sus cuchillas en el suelo—. Pero bueno… ¡sean bienvenidos al infierno!

Con una carcajada salvaje, las llamas en su espalda explotaron en todas direcciones, cubriendo el área en un incendio de fuego morado, mientras el suelo temblaba bajo el peso de su energía destructiva.

El combate estaba a punto de comenzar.

Del lado de la Academia Alfa, una presencia imponente llegó al campo de batalla. Abraham, uno de los más fuertes de la Clase A-90, apareció entre las llamas moradas, con la mirada fría y determinada. Su llegada no era casualidad: no pudo estar presente en la batalla contra Nihil, y la culpa de no haber podido ayudar a sus amigos lo había estado consumiendo.

Pero ahora estaba aquí. Y no pensaba fallar esta vez.

El fuego distorsionaba su silueta mientras caminaba con paso firme. Los miembros de la Academia Alfa sabían que su llegada cambiaría el rumbo de la batalla.

—Tarde, pero seguro… —murmuró Abraham, flexionando sus dedos mientras su energía crepitaba en el aire—. No dejaré que esta vez los lastimen.

Mientras tanto, José mantenía su mirada fija en la distancia. Su atención ya no estaba en Mashup, sino en otra presencia… Nihil.

Había algo en la forma en la que las sombras se movían en el horizonte, una perturbación en el flujo de energía. Nihil estaba observando. No había intervenido aún, pero su simple presencia era suficiente para helar la sangre.

José entrecerró los ojos.

—Así que sigues aquí… —susurró para sí mismo.

Sabía que esta batalla contra Mashup no era el verdadero final. Nihil aún no había jugado su última carta.

La tensión en el aire era insoportable.

Nihil caminó hacia ellos, su sonrisa cargada de una malicia indescriptible. José lo observó fijamente, sin miedo, con la determinación ardiendo en su mirada. No iba a retroceder.

—Nanamin, lárgate de aquí. —La voz de José fue tajante.

Nanamin apretó los dientes, comprendiendo que esta batalla no era suya, sino un choque entre dos fuerzas absolutas. Asintió y retrocedió, desapareciendo de la escena.

José avanzó.

Poco a poco, sus pasos se sincronizaron con los de Nihil. Ambos moviéndose hacia el centro del caos.

Entonces, ocurrió.

Nihil alzó su mano derecha, posicionando sus dedos en el mudra Tampak Samping. José hizo lo mismo.

Por un instante, el mundo pareció detenerse.

Mashup, Dante Megami, Girasol y Mateo se quedaron helados. Ēru, Henrī, Itama Furutta, Aruku, Dotto, Ari Shāpusu, Sanjūni Hoshi, Riri, Furēmuro y Morutekitto también entendieron lo que estaba a punto de pasar. El choque de dominios estaba por iniciar.

—Caos inconmensurable eterno. —Nihil habló con un tono letal.

—Cielo eterno. —José no dudó.

El mundo explotó en energía pura.

Una oscuridad infinita surgió del dominio de Nihil, atrapando a todos en una prisión de cortes invisibles, imparables y mortales. El espacio mismo parecía colapsar, como si el tiempo y la realidad fueran despedazados por hojas invisibles.

Pero al mismo tiempo, el dominio de José contrarrestó la devastación.

Su energía ilimitada fluía con fuerza en su cuerpo, dándole una velocidad inhumana, una resistencia sin igual y un poder sobrehumano. Todos dentro de su dominio obtuvieron la máxima fuerza, velocidad y estamina posible.

Era un choque entre la destrucción absoluta y el poder infinito.

Los gritos de los héroes resonaron mientras las energías chocaban entre sí, sacudiendo el mismísimo tejido de la existencia.

Esta no era una simple batalla.

Era un enfrentamiento entre dos fuerzas supremas…

Y solo uno iba a quedar en pie.

El fragor de la batalla era ensordecedor.

A pesar de las heridas, Dante Megami, Girasol y Mateo no dudaron. Sabían que no podían permitirse fallar.

Con un rugido feroz, se lanzaron contra Mashup.

Los tres impactaron al mismo tiempo.

Un golpe directo. Un estruendo sacudió el dominio.

Pero no fue suficiente. Mashup apenas se inmutó, su cuerpo modificado resistía cualquier daño con una tenacidad inhumana.

Fue entonces cuando el resto del equipo actuó con precisión letal.

Ēru, Henrī, Itama Furutta, Aruku, Dotto, Ari Shāpusu, Sanjūni Hoshi, Riri, Furēmuro y Morutekitto atacaron por la espalda.

Golpes sincronizados.

Desde cada ángulo posible. Fuerza pura golpeando en todas direcciones.

¡CRACK!

El impacto fue tan brutal que Mashup salió disparado.

Su cuerpo chocó violentamente contra el lado izquierdo del dominio, dejando una grieta en el espacio mismo.

El suelo tembló. El aire se tornó denso. Pero Mashup... se levantó. Y sonrió.

Un corte surgió de la nada.

Invisible. Imparable. Imposible de evitar.

El filo de la maldición rasgó el aire y atravesó el antebrazo de Dante Megami.

El dolor lo golpeó como un trueno. Su piel, carne y hueso fueron cercenados en un solo instante.

Pero no fue solo eso.

El filo oscuro viajó aún más profundo, desgarrando una porción de su pecho.

La sangre brotó en un chorro violento.

El calor de su propia vida escapando de su cuerpo lo hizo temblar.

Su respiración se volvió errática.

Sus rodillas amenazaban con ceder. Su mente gritaba.

"No puedo caer… no ahora…"

Sus dedos intentaron aferrarse a algo, pero su cuerpo estaba perdiendo fuerzas.

El dominio de Nihil era demasiado abrumador.

El sonido de las peleas alrededor se convirtió en un eco lejano.

Mashup reía. Dante estaba a punto de colapsar.

Hasta que algo cambió.

En medio de su agonía, un sonido inesperado resonó en el aire.

Ding! Ding! Ding!

Un sonido metálico, imposible de ignorar.

Era el ruido de una máquina de apuestas.

Y con él… llegó una voz extraña.

Una voz que no pertenecía a este campo de batalla.

Una voz desconocida.

"Always be on, Dante Megami."

El tiempo pareció detenerse.

En un abrir y cerrar de ojos, su antebrazo comenzó a regenerarse.

La carne perdida volvió a crecer a una velocidad absurda. El corte en su pecho desapareció en un parpadeo. Su cuerpo estaba como nuevo. Pero no solo eso. Se sentía diferente. Más fuerte. Más resistente. Como si nada en este mundo pudiera hacerle daño.

Y entonces lo entendió. Por los siguientes 10 minutos y 30 segundos… Dante Megami era inmortal. Mashup lo observó, extrañado. Pero Dante… Dante sonrió.

Dante Megami sintió su cuerpo vibrar con una energía indescriptible. Era inmortal.

No había dolor. No había miedo.

Solo una cosa en su mente: Mashup debía caer.

Y lo haría ahora.

Con un rugido feroz, salió disparado como un relámpago, alcanzando la velocidad de la luz.

El suelo tembló, el aire se rompió en su trayecto.

Mashup lo vio venir.

Pero en lugar de esquivar, saltó al cielo, surcando el aire con una velocidad demoníaca.

Dante no se detuvo. Lo persiguió.

Ambos se movían a una velocidad insana, hasta que se encontraron justo en el centro del combate entre José y Nihil.

El verdadero infierno.

José y Nihil peleaban con una ferocidad inhumana.

Sus golpes resonaban como truenos.

Cada choque de sus puños desgarraba el espacio a su alrededor.

Golpe tras golpe, se movían en una sincronización perfecta, como dos dioses en guerra.

Hasta que José sintió un filo en su cuello.

Un corte limpio.

La sangre brotó.

Pero su regeneración lo salvó. Tensó los músculos al instante.

Nihil sonrió.

Y entonces… el verdadero infierno comenzó.

Los cortes se multiplicaron.

Miles de tajos.

A una velocidad irrelevante, casi infinita.

El dominio se bañó en rojo.

Pero José no cayó.

Soportó cada corte.

Sus músculos, su piel, su alma… lo soportó todo.

Hasta que los cortes cesaron.

José, cubierto de sangre, respiró profundo.

Y luego… salió disparado en dirección contraria.

Nihil lo siguió.

Quería rebanarle la cabeza. Acabarlo.

Pero falló.

José, en un parpadeo, golpeó con toda su fuerza la mandíbula de Nihil.

CRACK.

El crujido se sintió en todo el dominio.

Antes de que Nihil pudiera reaccionar, José tomó su brazo.

Y con toda su fuerza…

LO LANZÓ.

Como un meteoro.

El cuerpo de Nihil voló directo hacia el límite del dominio.

José no perdió el tiempo.

Levantó su brazo.

Canalizó su energía.

Y entonces soltó su ataque más letal.

"BLASTER SOLAR."

Una ráfaga de luz y energía impactó de lleno en Nihil.

El dominio se rompió.

El mundo exterior volvió a la vista. Y en ese instante, la explosión los envolvió a todos. El impacto fue brutal. Todos fueron lanzados a través de la ciudad. Golpearon contra edificios, destruyéndolos con la fuerza del choque. El polvo y el fuego cubrieron el cielo. El dominio había caído. Pero la batalla… Aún no había terminado.

La ciudad era un campo de ruinas y llamas.

Los escombros caían lentamente, mientras una brisa ardiente barría el polvo y la ceniza.

En medio del desastre, José se levantó.

Su respiración era pesada, su cuerpo cubierto de cortes, pero sus ojos brillaban con una determinación inquebrantable.

A unos metros, Nihil también se puso de pie.

A su lado, Mashup emergió de entre los escombros, su piel impenetrable reluciendo bajo las llamas, con fuego morado ardiendo en su espalda y cuchillas sobresaliendo de sus codos.

El combate estaba lejos de terminar.

Detrás de ellos, Dante Megami, Girasol y Mateo también se incorporaron, sintiendo el peso de la batalla en sus cuerpos, pero sin intención de rendirse.

Uno a uno, todos los demás guerreros comenzaron a levantarse.

Ēru, Henrī, Itama Furutta, Aruku, Dotto, Ari Shāpusu, Sanjūni Hoshi, Riri, Furēmuro y Morutekitto.

También Abraham.

Abraham no esperó ni un segundo.

Su mirada ardía con furia.

Saltó con velocidad inhumana, directo hacia Mashup.

Sus puños se encendieron con energía pura.

Iba a destrozarlo.

Iba a hacerlo pagar.

Pero justo cuando estaba a punto de conectar su golpe...

SQUELCH.

El tiempo pareció detenerse.

Los ojos de Abraham se abrieron con horror.

Una cuchilla de energía, afilada como una guadaña, le perforó el pecho.

Justo en el corazón.

La sangre brotó en un instante.

El cuerpo de Abraham tembló.

Mashup, con su sádica sonrisa, lo miró directo a los ojos.

—"Demasiado lento."

Y giró la cuchilla.

El sonido de carne desgarrándose se mezcló con el eco del combate.

Abraham cayó de rodillas.

El mundo a su alrededor se desvanecía.

Pero la pelea…

Seguía en marcha.

Abraham se desplomó hacia el suelo, su cuerpo comenzaba a ceder por el impacto directo en su corazón. Los ojos de Abraham se nublaban, su respiración era difícil y un dolor insoportable atravesaba su pecho. Podía sentir que la muerte se acercaba, pero aún intentaba aferrarse a la vida.

Dante Megami, viendo la caída de Abraham, gritó con furia. No podía permitir que su compañero muriera sin hacer algo. Sin pensarlo dos veces, cargó con toda su energía hacia Mashup, quien estaba en pleno vuelo tras el último golpe. Dante utilizó todo su poder y velocidad, y cuando llegó a Mashup, le propinó un golpe devastador que lo envió a volar hacia una pared cercana, estrellándose contra la estructura con un estruendoso sonido.

—¡No más! —gritó Dante mientras se abalanzaba sobre Mashup, decidido a terminar con él de una vez.

Girasol y Mateo, quienes estaban cerca de Abraham, rápidamente corrieron a su lado. Mateo usó su habilidad para curar a Abraham, intentando sellar la herida fatal en su corazón, mientras Girasol se aseguraba de mantener la presión en la herida para evitar que Abraham desangrara. Los dos trabajaban con rapidez, pero el tiempo no estaba de su lado.

Sin embargo, Nihil, viendo que su dominio comenzaba a quebrarse, no tardó en moverse hacia ellos. Su mirada era fría y calculadora, y sin dudarlo, comenzó a dirigir su energía hacia Mateo y Girasol, buscando matarlos de un solo golpe para asegurar que Abraham no sobreviviera.

Abraham, con el poco aliento que le quedaba, extendió sus manos hacia el ataque inminente de Nihil y, con desesperación, murmuró:

—"Dividir."

Las manos de Nihil brillaron con un resplandor oscuro y una energía densa comenzó a emanar de él. Sin embargo, en el último momento, José, quien había estado observando la situación desde lejos, reaccionó con rapidez. Con un movimiento preciso y cargado de poder, extendió su mano y tomó la de Nihil, desafiando la fuerza que él mismo había desatado.

José, con su mirada fija en Nihil, dijo con voz firme:

—"Esto no va a terminar como tú crees."

En ese instante, José dirigió el corte de Nihil hacia un lugar lejano, lejos del campo de batalla. Con un solo movimiento de su mano, redirigió la energía cortante hacia una enorme montaña cercana. El corte de Nihil atravesó la montaña con una velocidad y precisión inimaginables, haciendo que el terreno se desgarrara con una explosión de energía. La montaña se desintegró parcialmente, dejando una enorme grieta que cortó el paisaje por completo.

Nihil observó con sorpresa mientras su ataque fue desviado, pero sus ojos no mostraban miedo, solo una calma ominosa.

—"Impresionante… Pero no me detendrás tan fácilmente, José."

La batalla continuaba, pero ahora el rumbo del combate había cambiado, con los jugadores clave enfrentándose en un choque titánico de poderes. José, con la determinación firme, sabía que aún quedaba mucho por hacer, pero el destino de la pelea dependía de cómo usarían sus habilidades en los momentos cruciales que se avecinaban.

Nihil agarró con fuerza la camisa de José y lo levantó del suelo con un gesto de desprecio. Su poder era palpable, y la atmósfera a su alrededor se cargaba de una energía oscura y densa. Con una sonrisa cruel, colocó sus manos directamente en el pecho de José y, con una calma ominosa, susurró:

—"Dividir."

El aire se cortó, y un destello oscuro envolvió el cuerpo de José. El sonido del corte desgarrando la ropa y la carne se escuchó con claridad, como si estuviera cortando a través de todo lo que José representaba. La luz alrededor de ellos comenzó a desvanecerse mientras el dolor se apoderaba de José. La fuerza del ataque de Nihil parecía imparable, y la sangre comenzó a brotar de las heridas.

De repente, una luz distante se atravesó en la oscuridad del dominio. Era Karlata, quien llegaba con una rapidez fulminante, su presencia potente y decidida. Con un grito feroz, se lanzó hacia Nihil, buscando golpearle el cráneo, pero en el mismo instante en que se acercaba, José, con el último resto de energía que le quedaba, escupió sangre directamente en uno de los ojos de Nihil. Nihil, sorprendido por la acción repentina, cerró el ojo al instante, y la sangre entró en su ojo, cegándolo parcialmente.

Karlata, aprovechando la apertura, bajó su brazo derecho con una fuerza devastadora, golpeando la barbilla de Nihil. La fuerza del impacto fue tal que José fue liberado de su agarre y cayó al suelo, respirando con dificultad.

Sin perder tiempo, Karlata invocó una katana de fuego con un movimiento rápido y preciso, su mano envuelta en llamas. Con un único golpe certero, la katana cortó la mejilla de Nihil con una presión y determinación absolutas. El ataque dejó una herida profunda, y la sangre de Nihil brotó, manchando su rostro.

Aprovechando el momento de debilidad, José se puso de pie y adoptó una postura en la que abrió la palma de sus manos, como si invocara algo mucho más grande. Un destello de luz y oscuridad se formó, y de su mano salió un corte que parecía más un "dividir" en sí mismo. El aire se cortó con la misma intensidad del ataque de Nihil, pero esta vez fue José quien lo dirigía.

Nihil sintió el impacto del corte y, mientras retrocedía, su rostro reflejó un atisbo de sorpresa y reconocimiento. No podía creer lo que estaba pasando, pero algo en su interior lo hizo recordar. Recordó que su otro yo, en esta línea de tiempo, había combinado su ADN con el de Victor para crear un híbrido maldito. José no era solo humano. Era una mezcla de Yadaratman y humano, un ser que nunca debió existir.

Un suspiro escapó de los labios de Nihil, y su mirada se endureció mientras procesaba la revelación. José era más poderoso de lo que había imaginado. La batalla acababa de tomar un giro inesperado, y ahora, en sus ojos, el desafío se había intensificado aún más.

—"No pensaba que llegarías tan lejos, híbrido maldito..." murmuró Nihil, sus ojos brillando con una furia renovada.

Con una rapidez sorprendente, Nihil giró su mirada hacia otro lado, evaluando la situación. Un destello de malicia recorrió sus ojos antes de que, con un movimiento brusco, levantara su mano y cortara un edificio cercano, creando una grieta profunda en la estructura. La construcción comenzó a derrumbarse rápidamente hacia José, Karlata, y los demás, como una avalancha de escombros.

El sonido ensordecedor del colapso resonó en todo el campo de batalla. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, Nihil levantó su otra mano y formó un portal oscuro ante él, un vórtice que se expandió rápidamente. Con la misma velocidad, Nihil se zambulló en el portal, desapareciendo en el mismo instante en que los escombros comenzaban a caer sobre ellos.

El portal brilló brevemente antes de cerrarse, dejando solo el vacío donde antes había estado Nihil. La distracción del edificio había sido solo una táctica para ganar tiempo y escapar. Nihil ya no estaba allí, y con su desaparición, el campo de batalla quedó en silencio, con solo el eco del colapso del edificio y el polvo que se alzaba en el aire.

Los guerreros quedaron sorprendidos por la desaparición repentina de Nihil, algunos mirando a su alrededor, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir. El peligro, al menos por ahora, parecía haber desaparecido… pero sabían que Nihil no se rendiría tan fácilmente. La batalla no había terminado.

José, aún respirando agitadamente por el impacto de la batalla, miró hacia el lugar donde Abraham había caído y vio cómo Girasol y Mateo trabajaban para estabilizarlo. Con un último vistazo al edificio que había logrado destruir, se giró hacia Karlata, quien acababa de aterrizar con su katana de fuego aún brillante.

Con voz ronca y agotada, José le dijo:

— Karlata, Abraham ya fue curado. Estaba al borde de la muerte, pero Girasol y Mateo se encargaron de él.

La tensión en su rostro no desaparecía, a pesar de la brecha que había dejado Nihil al escapar. José no podía ignorar que el enemigo aún estaba suelto, y el peso de esa incertidumbre lo mantenía alerta. Respiró profundamente, sintiendo cómo su cuerpo se llenaba de agotamiento, pero también de una determinación feroz.

Karlata asintió en silencio, sus ojos reflejaban tanto la preocupación por lo que acababa de suceder como la disposición para continuar.

— Bien, pero no bajemos la guardia. Sabemos que Nihil no se detendrá hasta cumplir su objetivo, y no podemos permitir que eso pase.

El aire seguía cargado de tensión, pero por ahora, lo que más importaba era que el equipo estuviera entero, listo para enfrentar lo que fuera que Nihil les lanzara a continuación.

La atmósfera estaba cargada de tensión. Los vientos que soplaban en el campo de batalla traían consigo el olor de la destrucción, y los ecos de los golpes entre Dante Megami y Mashup resonaban como una sinfonía de caos. Dante, que había mantenido una ofensiva feroz contra su adversario, estaba comenzando a decaer. Los minutos de lucha, sumados al desgaste físico y a las heridas que ya se acumulaban, estaban pasando factura. Cada movimiento que hacía era más lento, más forzado. La invulnerabilidad que había tenido durante esos 10 minutos con los que contaba gracias a su habilidad, ahora había desaparecido, dejándolo vulnerable, agotado.

Mashup, por otro lado, parecía no tener ni un atisbo de cansancio. Sus movimientos eran rápidos, precisos, y su energía era inagotable. La batalla parecía estar a punto de cambiar de rumbo, y la razón de esa modificación se vio cuando Mashup, tras bloquear un golpe de Dante, desvió la mirada hacia lo lejos. Un rayo de furia iluminó sus ojos cuando vio a lo lejos lo que parecían ser unas personas: una mujer embarazada y su hijo, un pequeño de no más de 5 años. Mashup, en un arrebato de ira, abandonó inmediatamente su enfrentamiento con Dante, impulsándose hacia ellos con la velocidad de un rayo.

— ¡No lo permitiré!, — murmuró Mashup, con una frialdad casi insoportable.

Dante, que no pudo reaccionar a tiempo, vio a su enemigo alejarse. Sintió que el cansancio de los últimos minutos le había quitado parte de su agilidad, pero no podía dejar que Mashup cometiera tal atrocidad sin intervenir. Sin embargo, fue demasiado tarde. Mashup había alcanzado a la mujer y al niño antes de que ninguno de los héroes pudiera detenerlo.

En ese momento, Abraham, Girasol, Mateo, y el resto del grupo, incluidos Ēru, Henrī, Itama Furutta, Aruku, Dotto, Ari Shāpusu, Sanjūni Hoshi, Riri, Furēmuro y Morutekitto, llegaron al lugar, pero Mashup ya estaba demasiado cerca. El corazón de los héroes se hundió al ver lo que estaba por suceder. La mujer, al sentir el peligro, no dudó ni un segundo en mirar hacia Mateo, sabiendo que solo él podría proteger a su hijo después de lo que Mashup le haría.

— Cuida a mi hijo, — dijo la mujer con una voz entrecortada, llena de desesperación y amor, mientras una lágrima recorría su mejilla.

Antes de que Mateo pudiera reaccionar, Mashup extendió su mano y tocó el ojo de la mujer. Un ardor incontrolable recorrió el cuerpo de la mujer y, en un segundo, sus ojos comenzaron a brillar con un resplandor antinatural. En un estallido ensordecedor, su ojo explotó, dejando un vacío sangriento en su rostro. La mujer cayó al suelo, su cuerpo se desplomó con la gracia de alguien que sabe que ya no tiene fuerza, y la vida se escapó de su ser en un instante.

Mateo observó con horror cómo la mujer caía, sus ojos incapaces de creer lo que acababa de suceder. El niño, que había sido empujado hacia él por su madre antes de que muriera, estaba aterrorizado. Los pequeños ojos del niño brillaban con confusión y miedo, incapaz de comprender lo que había pasado, pero sabiendo que su madre ya no estaba con él.

Mientras Dante Megami, Abraham, Girasol, y los demás observaban la escena, una oscuridad pesada invadió el lugar. Mashup, al ver la muerte de la mujer, no mostró ningún remordimiento, ni vacilación. Al contrario, se acercó a su cuerpo con una calma perturbadora y tocó el vientre de la mujer. En ese mismo instante, algo espantoso comenzó a emerger desde su interior. El vientre de la mujer se distorsionó como si la carne misma estuviera siendo retorcida, y una criatura grotesca comenzó a nacer. Un ser monstruoso, una aberración de la naturaleza, emergió de la herida como si estuviera siendo parido por un poder maligno. La criatura tenía el cuerpo cubierto de tentáculos, piel retorcida y una energía abismal que amenazaba con devorar todo a su paso.

El monstruo, deformado y desfigurado, se erguía en el suelo, mirando a los héroes con ojos vacíos de compasión. El aire a su alrededor estaba impregnado con una esencia oscura, el miedo se apoderaba de todos los presentes al ver semejante aberración.

Mateo, con el niño en brazos, apenas podía procesar lo que veía. El pequeño comenzó a temblar y a llorar, pero lo único que Mateo pudo hacer fue abrazarlo con fuerza, sintiendo su propio corazón retumbando en su pecho. La escena era tan desgarradora que ningún ser humano podría haber quedado impasible ante ella. Pero no había tiempo para lamentarse.

Girasol, que se encontraba al lado de Abraham, dio un paso adelante, dispuesto a enfrentar lo que fuera necesario para proteger al niño y a sus compañeros. Abraham, herido pero todavía en pie, se acercó a Mashup con furia contenida, jurando que no permitiría que el monstruo causara más daño. El resto de los héroes se preparaba para entrar en acción, aunque la escena parecía de tal magnitud que ninguno de ellos sabía si serían capaces de enfrentar a tal criatura, ni a Mashup, cuyo poder seguía siendo tan inalcanzable como antes.

En ese momento, la batalla adquirió un nuevo nivel de desesperación. Los héroes tendrían que luchar no solo por sus vidas, sino por la protección de la última esperanza de la humanidad: el niño que había quedado huérfano por la maldad de Mashup.

El campo de batalla se llenó de una energía palpable mientras Mateo sostenía al niño con fuerza, sus ojos llenos de determinación. Sabía que debía actuar rápidamente, y por ello le indicó al pequeño, quien aún temblaba de miedo, que se refugiara con Dante Megami, el hombre que podría protegerlo en ese momento.

— Ve con él, — le dijo Mateo con voz firme, señalando a Dante. — Él te protegerá.

El niño asintió, aunque aún parecía estar en shock. Corrió hacia Dante, quien rápidamente lo recibió y lo abrazó para mantenerlo a salvo. Una vez que el niño estuvo apartado, Mateo no dudó ni un segundo en lanzarse al combate junto con el resto del equipo.

Girasol, Ēru, Henrī, Itama Furutta, Aruku, Dotto, Ari Shāpusu, Sanjūni Hoshi, Riri, Furēmuro, y Morutekitto avanzaron al unísono, como una sola unidad. Cada uno de ellos estaba imbuido de una fuerza imparable, preparados para enfrentarse al monstruo que era Mashup.

Un rugido ensordecedor resonó en el aire cuando, al unísono, el grupo desató su poder. Mateo, con su espada en mano, ejecutó un corte destellante, una técnica que lanzaba un rayo de energía cortante tan potente que cortaba todo a su paso. Girasol y los demás complementaron el ataque con sus propias habilidades, arrojando golpes rápidos y certeros. Las huellas de la lucha eran visibles en el aire, cada golpe resonaba como un trueno, y cada destello de poder era una amenaza para Mashup.

Mashup, aunque poderoso, comenzó a mostrar signos de debilidad. Su piel, que era casi indestructible, comenzó a rasgarse en algunos puntos, revelando una capa más vulnerable debajo. El grupo estaba acercándose al objetivo, pero no era suficiente aún. Nanamin, que había estado observando desde las sombras, vio la oportunidad y corrió hacia el centro del combate.

Con un grito de batalla, Nanamin lanzó su arma con precisión, y el objeto cayó cerca de Riri. Inmediatamente, el arma se impregnó con poder cósmico, irradiando una energía tan pura que iluminó el entorno. Riri aprovechó el momento, y con un golpe preciso, la empujó hacia Mashup, impactando en su pecho con la fuerza de un meteoro.

El impacto fue devastador. La piel de Mashup, que antes parecía casi indestructible, se rasgó y se quebró, exponiendo su verdadero rostro, su verdadera forma. El monstruoso ser ahora parecía más vulnerable que nunca.

No desaprovechando la oportunidad, Mateo avanzó con rapidez, despojando de cualquier resistencia la defensa de Mashup. Con un corte destellante aún más potente, Mateo aprovechó la debilidad de la criatura, atacando directamente al pecho de Mashup. La explosión del corte hizo que Mashup saliera disparado hacia los escombros cercanos, su cuerpo arrancado de raíz por la fuerza del golpe.

El monstruo se estrelló contra los escombros, el eco del impacto reverberando por el campo de batalla. Mashup se levantó con dificultad, su cuerpo cubierto de sangre y marcas de los ataques. Sin embargo, su mirada se mantenía fija en los héroes, llena de furia y odio. A pesar de la derrota parcial, aún no estaba listo para rendirse, pero la batalla había dado un giro inesperado. Ahora, Mashup sabía que, por primera vez, sus enemigos no solo eran fuertes, sino que también habían encontrado una grieta en su defensa.

El equipo de héroes, agotado pero unido, mantenía una postura de alerta. Sabían que aún quedaba mucho por luchar. Pero, por primera vez en mucho tiempo, se sentían optimistas. El monstruo había caído parcialmente, y esa era una victoria que no podían dejar escapar.

Mashup cayó de rodillas, vomitando sangre y exhalando un grito de agonía que resonó en todo el campo de batalla. La criatura parecía estar al borde del colapso, su cuerpo cubierto de heridas profundas y sangrantes. El dolor era insoportable, y cada respiración que tomaba parecía más difícil que la anterior. Sus ojos, llenos de odio, no dejaban de mirar a los héroes que lo rodeaban, como si aún pudiera encontrar una forma de vencerlos.

Con una postura erguida y cada paso cargado de determinación, Mateo se acercó lentamente. La furia brillaba en sus ojos, pero también había un toque de satisfacción en su rostro, como si estuviera disfrutando de cada segundo de la caída de su enemigo.

Abraham y el resto del grupo observaban desde la distancia, esperando el momento adecuado para intervenir, pero sabían que este era el momento de Mateo. La atmósfera estaba cargada de tensión mientras Mateo se acercaba a Mashup, que, a pesar de su sufrimiento, mantenía su mirada fija en él, sin rendirse.

Mateo finalmente detuvo su avance, quedando a unos pocos metros de la criatura que yacía en el suelo, su cuerpo cubierto de sudor y sangre. Con voz grave y cargada de ira, Mateo habló con claridad, cada palabra como una daga que atravesaba la tensión del momento.

— Entre tú y yo, — comenzó, su tono implacable, — prefiero decirte que tu error fue la subestimación.

Mashup levantó la cabeza lentamente, su mirada fija en Mateo, aunque aún había una mezcla de dolor y rabia en sus ojos. Los gruñidos de desesperación emanaban de su garganta, pero parecía comprender lo que Mateo estaba diciendo. La arrogancia que había demostrado al principio del combate ya no estaba presente; ahora solo quedaba un ser roto, lleno de furia, pero consciente de su inevitable derrota.

— ¿Subestimación? — preguntó Mashup, su voz rasposa, luchando por pronunciar las palabras. — Tú no entiendes... soy el más fuerte...

Mateo no necesitaba escuchar más. Había esperado este momento, sabiendo que la arrogancia de Mashup lo había cegado a la realidad: la verdadera fuerza no solo se basaba en el poder físico, sino también en la estrategia y en no dar nunca por perdido un combate.

— Tu mayor error fue no ver lo que tenías frente a ti desde el principio, — continuó Mateo, su voz un susurro lleno de veneno. — Tu subestimación te llevó a este punto. Pensaste que solo con fuerza podrías ganar, pero te olvidaste de que nosotros no solo peleamos con poder... también luchamos con inteligencia y voluntad.

Mashup intentó levantarse, pero sus fuerzas lo abandonaron antes de que pudiera dar el primer paso. La fatiga, las heridas y la desesperación lo vencieron, y su cuerpo colapsó de nuevo al suelo, incapaz de moverse.

Mientras tanto, Abraham, Girasol, y los demás se acercaron un poco más, pero sabían que no debían intervenir todavía. Este enfrentamiento entre Mateo y Mashup era algo personal, y Mateo no necesitaba ayuda. Sin embargo, no podían evitar sentir la tensión en el aire, cada uno consciente de lo que estaba en juego.

Finalmente, Mashup levantó la mano con dificultad, apuntando hacia Mateo. Sus ojos, ahora más llenos de desesperación que de ira, parecían suplicar por una oportunidad, por una última batalla, pero Mateo no mostró misericordia.

— Es demasiado tarde para eso, — dijo Mateo con firmeza. — Tus errores te han llevado aquí, y ahora serás eliminado. No más distracciones, no más fallos.

Con un rápido movimiento, Mateo levantó su espada, y con un corte limpio y preciso, Mashup fue finalmente derrotado. Su cuerpo cayó al suelo, la vida se desvaneció de él, dejando solo un rastro de sangre en el campo de batalla.

Abraham y los demás observaban, sabían que el enemigo había sido vencido, pero el costo de la lucha había sido alto. La paz momentánea que se alcanzaba con la caída de Mashup no duraría mucho, y aún quedaban muchas amenazas en el horizonte.

Pero por ahora, el silencio reinó, y la victoria fue de Mateo.

Después de la feroz batalla que dejó huellas imborrables en cada uno de los combatientes, Dante Megami, Girasol, Mateo, Abraham y Karlata regresaron a la Academia Alfa. Su regreso estaba marcado por el cansancio en sus cuerpos, las cicatrices que narraban la violencia de la lucha, pero también por una sensación de alivio al saber que la amenaza de Mashup había sido erradicada.

La Academia Alfa, ese lugar que durante tanto tiempo había sido una fortaleza de conocimiento y entrenamiento, los recibió con una calma que contrastaba con la violencia que acababan de enfrentar. El aire parecía más pesado por las decisiones que se tomaron en la batalla, pero a la vez había una serenidad que solo los guerreros que han vivido una guerra podrían entender. El sol se filtraba a través de las grandes ventanas del vestíbulo de la academia, y el sonido de pasos se perdía en los largos pasillos mientras el grupo caminaba en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos.

Dante Megami caminaba al frente, su expresión estaba firme, aunque sus ojos mostraban el desgaste de la lucha. Había sido uno de los luchadores más poderosos del campo, pero ahora se sentía más agotado que nunca. Girasol a su lado, miraba las heridas de sus compañeros, manteniendo la calma en medio del caos interno. Mateo caminaba con determinación, su cuerpo cubierto de marcas de batalla, pero aún con el orgullo de haber defendido a los inocentes. Abraham, a pesar de haber sido curado de las heridas más graves, llevaba consigo una energía que nunca había conocido, y Karlata, la guerrera sin igual, observaba a sus compañeros, analizando cada uno de ellos con la mirada fija de quien sabe que aún hay mucho más por venir.

Mientras tanto, José, Nanamin, Ēru, Henrī, Itama Furutta, Aruku, Dotto, Ari Shāpusu, Sanjūni Hoshi, Riri, Furēmuro, y Morutekitto regresaban a la Academia Historia, su propio viaje también marcado por el cansancio, pero con una sensación de victoria colectiva. La batalla había sido dura, pero cada uno de ellos había dado lo mejor de sí para asegurar que la amenaza de Nihil y sus secuaces no perdurara. Aunque no compartían el mismo destino inmediato que sus compañeros en la Academia Alfa, había una sensación común entre ellos: el reconocimiento de que habían logrado algo importante, y el camino que les esperaba estaba lleno de desafíos que debían enfrentar juntos.

La Academia Historia se alzaba ante ellos, y el sonido de sus pasos resonaba en los largos pasillos que los habían visto crecer. Aunque el paisaje exterior parecía tranquilo, una sensación de inquietud seguía presente en cada uno. La batalla había terminado, pero la guerra, en su sentido más amplio, no había hecho más que comenzar.

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Al llegar a sus respectivas academias, ambos grupos se reunieron con los demás miembros y figuras importantes de cada institución. Los miembros de la Academia Alfa recibieron con vítores y aplausos a sus héroes, mientras que los de la Academia Historia hicieron lo propio, aunque de una manera más comedida, consciente de la magnitud de lo que acababan de vivir.

Dante Megami se encontraba con un peso en el pecho, observando el horizonte desde la torre de la Academia Alfa, preguntándose qué harían a continuación. Sabía que la paz era solo temporal, y la siguiente amenaza estaba a la vuelta de la esquina. Karlata, al lado de él, parecía pensar lo mismo, su mirada fija en el mismo horizonte.

En Academia Historia, José no podía evitar sentir una extraña mezcla de emociones. Mientras se reunía con sus compañeros, sentía la urgencia de prepararse para lo que vendría, pero también el reconocimiento de que todos habían hecho su parte. Los enemigos ya caídos eran un recordatorio de lo que sucedería si se dejaban de lado las lecciones aprendidas. Nanamin, por su parte, no podía evitar mirar a José, viendo en él a alguien que había cambiado profundamente a lo largo de la batalla.

El silencio entre ambos grupos fue interrumpido por un mensaje que llegó a ambas academias. No era más que una advertencia, algo que todos ya intuían: el fin de esta batalla solo significaba el inicio de otra más grande. Sin embargo, a pesar de las amenazas que se cernían sobre ellos, había un consuelo en la unidad, en saber que no estarían luchando solos.

Ambos grupos se reunieron con los demás combatientes, intercambiando palabras de aliento y también de reflexión. Sabían que la batalla por la supervivencia, la justicia y la paz aún continuaba. Sin embargo, ese día, cada uno de ellos se permitió descansar. Y aunque los ojos de todos estaban fijos en el futuro, era en ese momento que podían hallar algo más importante: la fuerza de sus lazos.

La guerra no había terminado, pero por fin se daban cuenta de que su unión era la mayor arma con la que contaban.

Fin.