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Chapter 69 - Episodio 69: Beta

La Academia del Norte, también conocida como Beta, permanecía en un discreto anonimato en comparación con la renombrada Academia Historia, que dominaba la atención del mundo gracias a sus héroes de nivel divino y su participación en las batallas más épicas del universo. Sin embargo, Beta no era una academia menor. Sus estudiantes, como Yulisa Zero, Yarizel, Kyatto, Lila Kamatose, Ces, Sutāba Bumūn, Katski, y Katherine, eran héroes de élite con habilidades extraordinarias, entrenados para enfrentar cualquier desafío.

Aunque nunca se les había visto en acción en conflictos de escala divina, su enfoque era diferente: se especializaban en misiones estratégicas, rescates de alto riesgo, y el manejo de amenazas silenciosas que nunca llegaban a las noticias. Su fuerza no residía en el espectáculo ni en la devastación, sino en la precisión, el control, y la ejecución impecable de sus misiones.

Yulisa Zero, la líder del grupo, era conocida por su mente táctica y su habilidad para manipular energía estática. Yarizel, con su dominio del hielo negro, podía detener incluso a los enemigos más veloces con un simple gesto. Kyatto, una experta en combate cuerpo a cuerpo, poseía reflejos felinos que la convertían en una pesadilla en espacios cerrados. Lila Kamatose, por su parte, tenía la capacidad de manipular las sombras, usándolas tanto para atacar como para ocultarse.

El misterioso Ces era un maestro de ilusiones y control mental, mientras que Sutāba Bumūn manipulaba la energía lunar para potenciar sus ataques. Katski, una luchadora imparable con fuerza bruta, complementaba al equipo con su valentía y resistencia, mientras que Katherine, la más joven del grupo, podía invocar barreras energéticas indestructibles, protegiendo a sus aliados incluso en las situaciones más desesperadas.

Aunque no alcanzaban el nivel divino, la Academia Beta representaba una amenaza en igualdad de condiciones con Historia debido a su unidad y especialización. Las dos academias eran rivales en silencio, pero nunca habían competido directamente. Muchos creían que los estudiantes de Beta no participaban en combates de alto nivel porque sus habilidades no eran lo suficientemente destructivas, pero la verdad era más compleja: se mantenían en las sombras, esperando el momento adecuado para demostrar de lo que eran capaces.

Un día, sin embargo, un mensaje proveniente de un universo alterno llegó a Beta, advirtiendo de una amenaza inminente que Historia, por sí sola, no podría manejar. Las dos academias estarían destinadas a enfrentarse al mismo enemigo, y por primera vez, los héroes de Beta saldrían de su anonimato para probar su valía ante el mundo. La verdadera pregunta era: ¿estaba el mundo listo para ellos?

La directora Lamina, una mujer imponente con una mirada que parecía perforar el alma, se encontraba frente a los alumnos más destacados de la Academia Beta. Su reputación como una líder estricta y firme estaba respaldada por sus cincuenta años de servicio impecable. Era conocida por no aceptar excusas y siempre exigir lo mejor de sus estudiantes. A pesar de su severidad, sus decisiones siempre estaban guiadas por un profundo deseo de proteger a la humanidad y moldear a héroes dignos.

Reunidos en el gran salón de misiones, Yulisa Zero, Yarizel, Kyatto, Lila Kamatose, Ces, Sutāba Bumūn, Katski, y Katherine escucharon atentamente mientras Lamina hablaba. Sus expresiones denotaban curiosidad, pero también confianza; después de todo, habían superado misiones que para otros serían imposibles. Sin embargo, esta vez, el tono de la directora era diferente. Había una seriedad en su voz que no era habitual.

—Se enfrentarán a su décima misión, —comenzó Lamina, con su voz grave resonando en la sala—. Sé que siempre han considerado las misiones anteriores como fáciles. Salvar civiles, neutralizar amenazas, incluso enfrentarse a criminales de alto nivel... todo lo han logrado con eficiencia. Pero esta vez, la situación es diferente.

Los alumnos intercambiaron miradas intrigadas. Lamina continuó:

—Esta misión no tiene precedentes. Se trata de una maldición, pero no tenemos información alguna sobre su origen, su naturaleza o su propósito. No hay respaldo ni documentación. Es algo completamente nuevo.

La sala quedó en un silencio sepulcral. Incluso los estudiantes más confiados, como Yulisa Zero y Katski, empezaron a sentirse intrigados y ligeramente tensos. Lamina dio un paso hacia adelante, sus ojos recorriendo a cada uno de ellos.

—Han demostrado ser los mejores en todo lo que hacen, pero esta vez enfrentarán lo desconocido. Su habilidad para adaptarse y trabajar como equipo será lo que determine el éxito de esta misión. No subestimen lo que enfrentarán. Esto no es un simple enemigo; es una entidad que escapa a nuestra comprensión.

Katherine, la más joven, levantó la mano tímidamente. Lamina asintió para darle la palabra.

—¿Hay alguna pista o punto de inicio, directora?

Lamina suspiró y activó un holograma en la sala, mostrando un mapa de una región desolada al norte, con múltiples reportes de desapariciones y fenómenos inexplicables.

—Todo lo que sabemos es que esta maldición parece estar centrada en esta región. La zona está completamente aislada. El equipo que enviamos previamente no regresó. Su misión es investigar, neutralizar la amenaza, y, si es posible, traer información que podamos analizar.

Yarizel apretó los puños. —Estamos listos, directora. No fallaremos.

Lamina asintió con una ligera sonrisa que apenas se dejó entrever. —Eso espero. Ahora, prepárense. El transporte estará listo en una hora. Esta misión será una prueba no solo de sus habilidades, sino de su carácter. Si alguno de ustedes tiene dudas, este es el momento de expresarlas.

Los ocho estudiantes permanecieron en silencio, firmes y decididos. Sabían que esta misión era diferente, pero también sabían que no tenían margen para fallar. Mientras salían del salón, cada uno se preparó mentalmente para enfrentar lo desconocido.

En el abismo de la nada absoluta, donde el tiempo y el espacio se distorsionaban, Nihil, el dios de las maldiciones, se encontraba frente a su creación más peculiar y destructiva: Tryw, una maldición con un poder tan simple como mortal. Tryw, con una figura humanoide pero grotesca, tenía una piel grisácea y resquebrajada, con venas de un verde fosforescente que pulsaban con cada movimiento. Sus ojos irradiaban un brillo tóxico, y cada paso que daba hacía que el suelo a su alrededor se desintegrara lentamente.

Nihil, con una sonrisa maliciosa, observaba cómo Tryw afilaba sus garras, listas para esparcir el caos. El dios de las maldiciones siempre encontraba deleite en sus creaciones, pero esta vez, parecía estar aún más satisfecho.

—Tryw, mi obra maestra, —dijo Nihil, con una voz que resonaba como un eco en la eternidad—. Hoy será diferente. No te enviaré a cumplir mi voluntad directamente. Esta vez, tú solo observarás. Es mi turno de jugar con ellos.

Tryw inclinó ligeramente su cabeza, sus ojos tóxicos brillando con curiosidad. Era raro que Nihil interviniera directamente, pero sabía que cuando lo hacía, la destrucción era inevitable.

—Mi señor, —respondió Tryw con una voz ronca y quebrada—. Ellos no están preparados para lo que tú puedes hacer.

Nihil soltó una carcajada que hizo temblar el vacío. —Exactamente, querido Tryw. Pero quiero que estés listo. Cuando llegue el momento, si todo se sale de control, será tu turno de terminar el trabajo. Por ahora, toma este portal y escapa a un lugar seguro. El caos que sembrarás más adelante será aún más glorioso.

Tryw asintió, aunque no estaba acostumbrado a huir. Con un gesto de su mano, Nihil creó un portal que destellaba con energía oscura. Antes de entrar, Tryw se giró hacia su creador.

—¿A quiénes enfrentarás, mi señor?

Nihil entrecerró los ojos, como si estuviera saboreando la respuesta. —A un grupo de jóvenes héroes que se creen invencibles. Los estudiantes de la Academia Beta. Es hora de que aprendan lo insignificantes que son frente a una verdadera maldición.

Tryw dejó escapar una risa gutural antes de desaparecer en el portal. Una vez solo, Nihil estiró sus brazos, su forma cambiando ligeramente, volviéndose más oscura y temible. Sus seis ojos se abrieron al unísono, irradiando energía maldita que empezó a distorsionar el espacio a su alrededor.

—Que comience la diversión.

Con un chasquido de sus dedos, Nihil abrió un nuevo portal que lo llevó directamente a la región aislada donde se encontraban Yulisa Zero, Yarizel, Kyatto, Lila Kamatose, Ces, Sutāba Bumūn, Katski, y Katherine. Mientras el portal se cerraba tras él, una risa oscura llenó el aire, señalando el inicio de un enfrentamiento que pondría a prueba no solo las habilidades, sino también las almas de estos jóvenes héroes.

Dentro del edificio abandonado que ahora servía como su dominio, Nihil se encontraba cómodamente sentado en un trono grotesco hecho de sangre coagulada y huesos retorcidos. La estructura del trono parecía viva, latiendo como si tuviera un corazón propio. La habitación estaba sumida en penumbra, iluminada solo por la energía maldita que irradiaba del dios. Sus seis ojos brillaban intensamente, cada uno observando diferentes rincones del edificio y el exterior, como si pudiera ver más allá de lo visible.

Con una sonrisa amplia y siniestra, Nihil tamborileaba sus dedos sobre el brazo del trono, impaciente pero emocionado. Su presencia impregnaba el aire, haciendo que cualquier ser vivo en las cercanías sintiera un escalofrío en la médula. Una risa baja y oscura resonó en el lugar mientras pensaba en lo que estaba por venir.

—Qué grato será verlos entrar con esa inútil esperanza de victoria..., —murmuró para sí mismo, su voz llena de burla—. Pequeños héroes, jóvenes e inexpertos, creyendo que pueden desafiar lo que no comprenden.

Frente a él, el edificio se transformaba lentamente bajo su influencia. Las paredes estaban cubiertas de runas malditas que rezumaban un líquido negro que goteaba al suelo, formando charcos que parecían devorar cualquier cosa que los tocara. El techo se abría ligeramente, dejando que se asomara un cielo teñido de rojo oscuro, como si el mundo mismo reaccionara a la presencia de Nihil.

El dios se recostó en su trono, apoyando su rostro en una mano, sus ojos escaneando con paciencia mientras esperaba la llegada de los estudiantes. Sabía que no podía apresurar el espectáculo. Lo bueno de una obra maestra era saborearla desde el principio.

—¿Vendrán con valentía? ¿O con miedo disfrazado de coraje? No importa. La maldición que soy no se puede derrotar, no por ellos.

De pronto, su sonrisa se ensanchó aún más al sentir una leve perturbación en el aire. Estaban cerca. Los jóvenes héroes de la Academia Beta estaban por llegar al edificio, listos para enfrentarse a lo que creían que era solo una maldición desconocida. Pero Nihil no era solo una maldición: era la fuente de todas.

—Bienvenidos sean al abismo de su desesperación. —La voz de Nihil resonó en el edificio, como si hablara directamente en las mentes de sus futuros oponentes. —Espero que hayan hecho sus rezos.

Los ocho héroes de la Academia Beta avanzaron con cautela dentro del edificio. Cada paso resonaba en el silencio opresivo, amplificado por la atmósfera oscura y densa. El aire estaba impregnado de un olor metálico, como si la sangre misma formara parte del ambiente. Sus respiraciones eran pausadas, aunque sus sentidos estaban en alerta máxima.

Fue entonces que lo vieron.

En el centro de la sala principal, sobre un trono grotesco de sangre y huesos, estaba Nihil, el dios de las maldiciones. Su presencia era abrumadora, como si todo en el edificio se inclinara hacia él. Con sus cuatro brazos relajados, su postura irradiaba una arrogancia absoluta. Los ojos rojos de Nihil brillaban intensamente, como brasas ardientes, mientras una sonrisa torcida cruzaba su rostro. Sostenía una lanza negra con filo carmesí en su tercer brazo, como si estuviera esperando el momento justo para usarla.

—Así que aquí están, los "héroes". —La voz de Nihil resonó en el edificio, grave y burlona, como si cada palabra fuera un peso que se añadía a sus hombros—. Debo admitir que esperaba algo más... impresionante.

Los estudiantes sintieron la fuerza de su mirada, como si Nihil estuviera evaluando sus almas. Yulisa Zero, la líder del grupo, apretó los puños, resistiendo el impulso de retroceder ante la abrumadora presencia de la deidad.

—¿Eres tú quien ha maldecido este lugar? —preguntó Yulisa, con una voz firme pero calculada.

Nihil inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos paseando lentamente por cada uno de los jóvenes, como un depredador estudiando a su presa.

—Maldecir este lugar es un eufemismo. Este edificio es una extensión de mí. Cada grieta, cada sombra, está impregnada con mi esencia. Pero no es el lugar lo que importa, pequeños mortales. Es lo que haré con ustedes.

Yarizel, quien estaba a la izquierda de Yulisa, avanzó un paso con una expresión decidida, mientras su arco relucía con energía luminosa. Kyatto, el más impulsivo, levantó su espada y señaló directamente a Nihil.

—¡Deja de hablar y prepárate para caer, monstruo! —gritó Kyatto, con una confianza que hacía eco en el equipo.

Nihil soltó una carcajada gutural, un sonido que parecía retumbar en las paredes. Era una risa de desprecio, pero también de entretenimiento.

—¿Caer? —repitió, su tono lleno de burla—. Qué ingenuos son. Pero está bien, los disfruto más cuando tienen esa chispa de esperanza... antes de aplastarla.

Con un movimiento lento, Nihil se puso de pie, dejando que la lanza descansara sobre su hombro. Sus cuatro brazos se extendieron con una gracia inquietante, como si estuviera mostrando su poder de manera casual.

—Vengan entonces. Muéstrenme si tienen algo más que palabras vacías.

Las runas en las paredes comenzaron a brillar con un color rojo oscuro, y una energía maldita llenó la sala. Lila Kamatose sintió cómo la energía de Nihil presionaba contra sus defensas mágicas, y su rostro mostró una leve preocupación.

—Esto no será fácil, chicos —murmuró Lila, mientras sus manos comenzaban a canalizar hechizos.

Sutāba Bumūn dio un paso adelante junto a Ces, ambos preparados para actuar como la primera línea de defensa. La tensión era palpable, pero nadie retrocedió.

Nihil sonrió con malicia, disfrutando cada segundo.

—Ahora comienza su prueba. ¿Serán héroes... o simples cadáveres olvidados? —gruñó Nihil, mientras la lanza en su tercer brazo comenzaba a emanar una energía negra que distorsionaba el espacio a su alrededor.

Nihil sintió un leve movimiento bajo sus pies, una vibración que no debería estar ahí. Su mirada se desvió hacia abajo justo cuando Lila Kamatose emergió con rapidez, lanzándose hacia él en un intento de atacarlo directamente. Sin embargo, antes de que pudiera conectar un golpe, Nihil reaccionó con precisión. Con su mano principal derecha, la atrapó en el aire como si fuera un simple juguete.

—¿Crees que puedes desafiarme tan fácilmente? —murmuró Nihil con una sonrisa fría, mientras observaba a Lila forcejear inútilmente contra su agarre.

Sin perder tiempo, Nihil comenzó a caminar hacia una ventana cercana, con Lila aún atrapada en su mano. Los demás héroes no tardaron en reaccionar al percatarse del peligro que corría su compañera.

—¡Déjala ahora mismo! —gritó Yulisa Zero, mientras avanzaba rápidamente, canalizando su energía para enfrentarlo.

Yarizel, con sus ojos llenos de determinación, intentó cortar el camino de Nihil. Su velocidad era impresionante, pero el dios de las maldiciones se movía con una calma que desafiaba la urgencia de los héroes.

—No tienen idea de lo que enfrentan. —Nihil apenas les dirigió una mirada, abriendo con un golpe la ventana y dejando que los escombros cayeran al vacío.

Los héroes lo siguieron al instante, pero Nihil ya estaba afuera. Su aterrizaje en la calle fue impactante: el suelo se agrietó bajo sus pies, enviando ondas de choque que sacudieron los alrededores. Kyatto, Ces, Sutāba Bumūn, y Katherine se reagruparon rápidamente, formando un semicírculo para bloquear cualquier intento de escape.

Sin embargo, Nihil no parecía preocupado. Sus ojos rojos brillaban con un aire de burla mientras levantaba a Lila con su mano, como si la estuviera mostrando a los demás.

—¿Esto es lo mejor que tienen? Ni siquiera pueden proteger a uno de los suyos. —Su voz era profunda y resonante, cargada de desprecio.

De repente, Nihil giró la cabeza, observando los edificios y casas a su alrededor. Su mirada se detuvo en una estructura en particular, y su sonrisa se ensanchó.

—Perfecto. Ese lugar servirá.

Sin esperar más, Nihil lanzó a Lila con fuerza hacia un lado. Su cuerpo impactó contra el pavimento con un golpe seco, dejándola incapacitada por el momento. Luego, sin dudarlo, Nihil avanzó hacia la casa que había elegido, ignorando por completo a los héroes que intentaban rodearlo.

Katski, con toda su fuerza, intentó conectar un golpe directo al rostro de Nihil, pero el dios de las maldiciones fue más rápido. Con una precisión sobrehumana, atrapó su brazo en pleno movimiento, sonriendo con arrogancia mientras lo hacía.

—Qué predecible.

Sin esfuerzo alguno, Nihil giró su cuerpo y lanzó a Katski hacia adelante con tal fuerza que atravesó la entrada de la casa a la que se dirigía, destrozando la puerta y parte del marco. Katski cayó con estruendo en medio de la sala de estar, derribando una mesa y asustando a los ocupantes del lugar.

Adentro, una familia de cuatro personas quedó paralizada por el miedo: una madre abrazando a sus dos hijos pequeños, mientras el padre intentaba inútilmente protegerlos con su cuerpo. Sus miradas aterrorizadas se clavaron en Katski, quien trataba de ponerse de pie entre los escombros, y luego en la figura imponente de Nihil que entró con calma tras él.

Nihil observó la escena con una sonrisa maliciosa, sus ojos rojos brillando con diversión mientras cerraba la distancia. Se detuvo frente a la familia, inclinando ligeramente la cabeza como si estuviera evaluando su próxima acción.

—Qué tierna imagen, ¿no? Una familia unida, tan vulnerable. —Sus palabras goteaban veneno mientras los miraba uno por uno.

Los niños comenzaron a llorar en silencio, y la madre los abrazó con más fuerza, rogando entre sollozos:

—Por favor... no nos haga daño.

Nihil levantó una mano para silenciarla, su expresión cambiando a una de falsa paciencia.

—Eso depende de ustedes. Escúchenme bien. Si no hacen exactamente lo que les digo, los mataré.

Se giró hacia Katski, quien apenas recuperaba el aliento y lo observaba con rabia contenida. Nihil soltó una carcajada oscura, levantando su lanza y apuntándola directamente hacia Katski.

—Y tú... ¿de verdad creíste que podrías detenerme? Ahora, veamos qué tan heroico eres frente a esta decisión.

Se dirigió a la familia nuevamente, su sonrisa desquiciada ensanchándose mientras esperaba ver sus reacciones de terror absoluto.

El padre, temblando de miedo pero decidido a proteger a su familia, dio un paso adelante, enfrentándose a la figura imponente de Nihil. Su respiración era errática, pero sus ojos mostraban una mezcla de valentía y desesperación.

—No dejaré que nos hagas daño.

Con un grito ahogado, el hombre lanzó un golpe directo al pecho de Nihil, como si su determinación pudiera atravesar la oscuridad misma. Sin embargo, cuando su puño impactó contra Nihil, fue como golpear una montaña; no hubo ni el más mínimo efecto. Nihil ni siquiera se movió.

El dios de las maldiciones lo observó en silencio por un instante, su sonrisa torcida ensanchándose aún más. Luego, levantó lentamente su mano derecha y la colocó sobre la cabeza del hombre.

—Qué valiente. Pero también qué inútil. Déjame enseñarte algo sobre las matemáticas de la desesperación...

Sus dedos se tensaron ligeramente mientras sus ojos rojos brillaban con una maldad absoluta.

—Dividir al cuadrado.

En el momento en que esas palabras salieron de su boca, el cuerpo del hombre comenzó a retorcerse y, de repente, se desintegró en pequeños fragmentos, como si una fuerza invisible lo hubiese cortado en miles de pedazos. Cada trozo de carne, hueso y sangre salpicó en todas direcciones, manchando las paredes, el techo y, lo peor de todo, a la madre y los dos niños.

Los gritos desgarradores de la familia llenaron el aire. La madre, cubierta de la sangre de su esposo, abrazó con fuerza a sus hijos, que estaban demasiado asustados para siquiera llorar. Nihil se quedó observando la escena con satisfacción, riéndose suavemente mientras bajaba su mano ensangrentada.

—Ah, el caos... es tan hermoso, ¿no creen?

Giró su mirada hacia los héroes, su expresión cambiando a una de burla.

—¿Es esto lo que juraron proteger? ¿Dónde está su gran sentido de justicia ahora?

Nihil caminó tranquilamente hacia el centro de la habitación, dejando las manchas de sangre detrás de él, como si todo lo que acababa de ocurrir fuera un juego más para él.

Ces apareció con velocidad justo frente a Nihil, su puño envuelto en energía, lanzando un golpe directo a su rostro. El impacto resonó en la habitación, pero Nihil apenas se inmutó, su sonrisa arrogante permaneciendo intacta.

—¿Eso es todo? —dijo Nihil, su tono lleno de burla.

Ces aprovechó el momento para intentar invadir la mente de Nihil con sus habilidades psíquicas, buscando debilitarlo desde dentro. Sin embargo, Nihil, el dios de las maldiciones, simplemente se rió mientras sus ojos brillaban con un rojo intenso, bloqueando cualquier intento de manipulación mental.

—¿Controlarme a mí? Qué ingenuo. Permíteme enseñarte lo que significa la desesperación.

Con un movimiento brusco, Nihil agarró a Ces por el cuello y lo lanzó con fuerza contra la pared. El impacto fue brutal, dejando un gran cráter en la superficie mientras Ces caía al suelo, aturdido.

Sin perder tiempo, Nihil caminó lentamente hacia la madre y sus dos hijos, que aún estaban temblando de terror. Se inclinó hacia la mujer, colocando un dedo en sus labios, obligándola a mirarlo.

—Dime, querida... —susurró Nihil, mientras se relamía los labios con un gesto repugnante—. ¿Se siente bien la muerte de tu amado esposo? ¿Esa mezcla de dolor y vacío? Tal vez, con el tiempo, aprendas a disfrutarlo.

La mujer no pudo contener más las lágrimas, su cuerpo sacudido por sollozos mientras abrazaba a sus hijos con desesperación. Nihil disfrutaba cada segundo, su diversión reflejada en la macabra sonrisa que no abandonaba su rostro.

Se dio la vuelta, mirando a los héroes con desdén, mientras su lanza brillaba en su tercer brazo.

—Esto es lo que ustedes llaman esperanza. Mírenla bien, porque pronto, también será arrancada de ustedes.

La mujer temblaba, abrazando con fuerza a sus hijos, quienes lloraban desconsolados a su lado.

Sin prisa, Nihil levantó su mano principal derecha y la apoyó suavemente en el pecho de la mujer, sintiendo cómo su corazón palpitaba con terror.

—Tal vez... si me das algo a cambio, no los mate, —dijo Nihil con una voz serpenteante, una sonrisa macabra dibujándose en su rostro.

La mujer lo miró con horror, su cuerpo paralizado mientras trataba de procesar las palabras. Nihil simplemente disfrutaba del momento, midiendo cada reacción, cada expresión de desesperación que se reflejaba en sus ojos.

—¿Qué dices, madre desesperada? ¿Qué estás dispuesta a darme? —continuó Nihil, inclinándose un poco hacia ella, su aliento frío y su tono burlón dejando claro que no tenía intención de cumplir ninguna promesa.

La mujer trató de hablar, pero las palabras no salían. Sus lágrimas caían mientras miraba a sus hijos, el dilema desgarrador reflejándose en su rostro. Nihil se relamió los labios, disfrutando de su sufrimiento.

—No tienes que responder ahora... pero no tardes mucho. A veces, una simple decisión puede cambiarlo todo... o puede ser demasiado tarde. —Su tono estaba cargado de sadismo mientras retiraba su mano y caminaba lentamente hacia el centro de la habitación, dejando a la familia sumida en el pánico y la desesperación.

Los héroes observaban con furia contenida, pero Nihil sabía que no atacarían de inmediato. Quería ver hasta dónde podían soportar antes de romperlos por completo.

Nihil permaneció de pie, observando la escena desolada con una expresión de absoluta indiferencia. La familia había sido destruida con su técnica dividir, y los pedazos de sus cuerpos, aún frescos y sangrientos, estaban esparcidos por el suelo. La risa de Nihil resonaba con fuerza en el aire, llenando la calle vacía con un eco macabro, una burla a la impotencia de aquellos que miraban desde la distancia. La sangre salpicaba las paredes de la casa, y el suelo se empapaba con la vida que se había ido en un abrir y cerrar de ojos.

El aire estaba denso, cargado con la tensión de la amenaza que había acabado de desatarse. Nihil, como si estuviera disfrutando de su propio espectáculo, observó con una mirada fría y calculadora cómo Katski y Ces se levantaban del suelo después de ser lanzados violentamente fuera de la casa. Cada uno de ellos se sacudió el polvo, pero la mirada en sus ojos era clara: no sabían qué hacer a continuación, sabían que Nihil era un ser mucho más allá de su alcance.

Nihil caminó hacia la puerta rota de la casa y la observó por unos momentos, como si estuviera tomando un respiro, deleitándose en su propio poder. Sin prisa, giró su rostro hacia el grupo de héroes que se encontraba en la distancia, observándolo. La tensión aumentaba, y él lo sabía. Su sonrisa se ensanchó, casi como un niño que está a punto de jugar con su presa. Sus ojos brillaban con un resplandor rojo, como si cada uno de ellos pudiera percibir las almas rotas que había dejado atrás.

—¿Listos para ver hasta dónde llega su resistencia? —Nihil preguntó en un tono burlón, casi juguetón. Su voz resonó con un tono grave y macabro, lleno de confianza. —La diversión solo acaba de comenzar.

Se quedó quieto unos momentos, como si estuviera evaluando la situación, la mirada fija en los héroes. A través de sus ojos, sus mentes eran apenas insectos, seres insignificantes que pensaban que podían hacerle frente. Pero él sabía que cada uno de ellos tenía su propia forma de lucha, sus propias habilidades que lo hacían diferente de los demás.

La atmósfera comenzó a volverse más pesada. El aire a su alrededor se distorsionaba, como si la gravedad misma estuviera siendo alterada por su presencia. Una niebla oscura comenzó a formarse alrededor de Nihil, mientras una presión indescriptible aumentaba poco a poco. La oscuridad parecía aferrarse a su cuerpo, una sombra tangible que lo rodeaba, mientras él se preparaba para lo inevitable.

Con un gesto suave de la mano, Nihil hizo que el terreno temblara levemente, una manifestación de su poder. La risa que había resonado antes se convirtió en un murmullo, una constante en su mente que se manifestaba físicamente en su ser. Nihil estaba disfrutando de cada segundo.

Su mirada recorrió uno por uno a los héroes: Yulisa Zero, Yarizel, Kyatto, Lila Kamatose, Sutāba Bumūn y Katherine. Sabía que no eran como los demás, que tenían una fuerza única que podría oponerse a la suya, pero eso solo lo excitaba más. Podía ver cómo sus mentes trabajaban rápido, planificando el siguiente movimiento, evaluando sus opciones.

Sin embargo, lo que más le intrigaba era el modo en que reaccionarían ante su poder. Nihil podía sentir sus corazones latir más rápido, las hormonas de estrés recorriéndoles el cuerpo, como si todos supieran que el tiempo para hacer algo ya se les había acabado. La duda estaba escrita en sus caras, y eso, para él, era la verdadera diversión.

—¿Creen que pueden detenerme? —preguntó, su tono se volvió mucho más sombrío, como si ya supiera la respuesta. Su sonrisa no vaciló ni un segundo, era la sonrisa de un ser que estaba por desatar su dominio absoluto.

La presión alrededor de él aumentó exponencialmente. Una sombra oscura comenzó a rodear su cuerpo, envolviéndolo en una especie de energía tangible. La tierra comenzó a crujir bajo sus pies, y su presencia se volvía cada vez más opresiva. El miedo, aunque momentáneo, se instaló en los corazones de aquellos que lo observaban.

—Es hora de que se diviertan un poco, héroes. —La risa de Nihil creció nuevamente, esta vez, aún más desgarradora, y la energía oscura que lo rodeaba pareció alcanzar un punto de inflexión, lista para ser desatada sobre ellos. El aire se tornó pesado y opresivo, como si la propia atmósfera estuviera siendo comprimida por su voluntad.

Nihil se preparó. No tenía prisa. Sabía que podía destruirlos uno por uno, pero no lo haría. El verdadero juego era observar cómo los héroes reaccionaban ante la muerte, ante el caos que él podía crear a su alrededor. Podía sentir la frustración en ellos, el cansancio que se acumulaba, la impotencia de saber que nunca podrían ganar.

—¿Acaso no les da miedo? —Nihil murmuró, su voz llena de placer ante la reacción que provocaba. —Deberían, porque esta será la última batalla que enfrentarán.

La oscuridad que lo rodeaba comenzó a extenderse, como si fuera una extensión de su propia voluntad. La distancia entre ellos y el caos que se desataría se reducía rápidamente.

Con un gesto amplio de su brazo, Nihil liberó toda la fuerza de su poder en un solo impulso, desatando una ola de oscuridad infinita, desbordando todo a su paso. La destrucción estaba al alcance de su mano, y él estaba listo para sumergirlos en ella.

Nihil extendió ambos brazos, sus manos formando un mudra preciso mientras la energía oscura comenzaba a fluir desde su cuerpo en todas direcciones. Su voz resonó con un tono profundo y perturbador cuando pronunció las palabras:

—Caos eterno.

El ambiente cambió de inmediato. El cielo se oscureció, como si una tormenta apocalíptica hubiera cubierto el mundo. Desde el epicentro de su poder, Nihil creó un dominio abierto, un espacio que parecía existir fuera de las leyes naturales. Las barreras entre la realidad y el caos desaparecieron, dejando a los héroes y al entorno expuestos al poder absoluto del dios de las maldiciones.

Los ojos de Nihil brillaban intensamente, más rojos que nunca, irradiando pura malevolencia. A medida que su poder se desataba, el suelo comenzó a agrietarse, y de esas grietas surgían cortes invisibles que surcaban el aire, atravesando todo a su paso. Casas enteras fueron destruidas en un abrir y cerrar de ojos, los edificios se derrumbaban como castillos de arena, y los gritos de los humanos atrapados en el caos llenaban el aire.

Katherine reaccionó con rapidez. Su instinto de proteger a sus compañeros y a los inocentes la llevó a alzar ambas manos, creando múltiples barreras energéticas a su alrededor. Las barreras brillaban con un resplandor dorado, formando un escudo que intentaba resistir el impacto de los cortes que se materializaban sin aviso. Las ondas de energía chocaban contra las barreras, provocando explosiones que hacían temblar el terreno.

—¡Manténganse dentro del radio de las barreras! —gritó Katherine, su voz tensa mientras sentía la presión de mantener la protección. Cada segundo que pasaba, los ataques de Nihil se intensificaban, y las grietas en sus escudos comenzaban a aparecer.

Los demás héroes no permanecieron inmóviles.

Yulisa Zero se lanzó hacia adelante, tratando de acercarse a Nihil mientras esquivaba los cortes que salían de todas direcciones. Sus movimientos eran rápidos, pero el dominio hacía que el terreno cambiara constantemente, dificultando su avance.

Yarizel utilizaba su propia energía para reforzar las barreras de Katherine desde el exterior, extendiendo su poder para cubrir las zonas más vulnerables. Su expresión mostraba concentración absoluta mientras intentaba calcular el patrón caótico de los ataques de Nihil.

Kyatto y Ces trabajaban juntos, tratando de encontrar una manera de contrarrestar la energía del dominio. Kyatto analizaba cada movimiento de Nihil, buscando un punto débil, mientras Ces intentaba utilizar sus poderes mentales para influir en la mente del dios, aunque cada intento era repelido con una fuerza devastadora.

Lila Kamatose y Sutāba Bumūn se mantenían cerca de Katherine, sirviendo como la última línea de defensa. Lila lanzaba ráfagas de energía hacia los cortes para disiparlos antes de que alcanzaran las barreras, mientras Sutāba Bumūn generaba ondas de choque para desviar algunos de los ataques que se acercaban demasiado.

Nihil, por su parte, observaba todo con una sonrisa de satisfacción. Cada movimiento de los héroes parecía divertirlo más, como si fueran marionetas en su teatro de destrucción. Dio un paso adelante, y su presencia en el dominio se sintió aún más abrumadora.

—¿Creen que esto es suficiente? —preguntó con una risa oscura. —Ni siquiera han arañado el verdadero poder del caos.

Con un simple movimiento de su mano, Nihil generó una nueva ráfaga de cortes que se expandieron como un enjambre de cuchillas invisibles. Las barreras de Katherine comenzaron a temblar aún más bajo la presión, y una de ellas se rompió, dejando expuesta una parte del grupo.

—¡No puedo mantenerlas mucho más tiempo! —gritó Katherine, sus manos temblaban por el esfuerzo.

—¡Aguanta, Katherine! —exclamó Yulisa, mientras se movía rápidamente hacia Nihil. —¡Tenemos que romper su concentración!

El caos continuaba expandiéndose, y cada segundo que pasaba aumentaba la desesperación. Nihil, sin embargo, permanecía imperturbable, disfrutando del espectáculo mientras el dominio se convertía en un reflejo de su propia naturaleza destructiva. Su risa resonaba con fuerza, mezclándose con el sonido de los edificios cayendo y los gritos de los sobrevivientes atrapados en la zona.

El tiempo se agotaba, y los héroes sabían que, si no encontraban una manera de contrarrestar a Nihil pronto, no solo ellos, sino todo lo que los rodeaba, sería consumido por el caos eterno.

Nihil, de pie sobre los restos de la casa destrozada, sonreía con una confianza desbordante. Mientras los héroes luchaban por acercarse entre los cortes caóticos que seguían materializándose, el dios de las maldiciones levantó su mano derecha, acumulando una energía intensa. Una llama oscura y abrasadora comenzó a formarse en su palma, crepitando con una intensidad que parecía consumir incluso el aire a su alrededor.

—¿Creen que pueden resistir? —dijo Nihil, su tono burlón mientras observaba cómo los héroes se acercaban, agotados y forzando sus límites. —Permítanme mostrarles lo insignificante que es su resistencia.

Poco a poco, la llama en su mano fue tomando forma, moldeándose en una flecha de fuego. Cada segundo que pasaba, el calor aumentaba, irradiando en ondas que derretían el pavimento y encendían los restos de los edificios cercanos. Las llamas no eran comunes; estaban imbuidas con la esencia del caos, quemando no solo materia, sino también cualquier energía que intentara contrarrestarlas.

El fuego rugía con una furia incontrolable mientras Nihil levantaba lentamente la flecha, apuntando hacia los héroes. La intensidad de su poder hacía que incluso los cortes caóticos se tornaran más violentos, girando y expandiéndose alrededor de él.

—Esto será divertido, —murmuró, disfrutando del terror en los ojos de sus oponentes.

Con un movimiento preciso, Nihil soltó la flecha. La velocidad del proyectil era descomunal, cortando el aire con un silbido ensordecedor. La flecha atravesó el dominio que había creado, y al impactar contra el suelo donde los héroes estaban posicionados, una explosión monumental sacudió toda la ciudad.

El estallido fue devastador. Una onda expansiva de fuego y energía caótica se extendió en todas direcciones, destruyendo el dominio que Nihil había levantado y llevándose consigo edificios enteros. Las llamas envolvieron todo a su paso, reduciendo a cenizas cualquier cosa que estuviera cerca.

Los héroes, a pesar de sus esfuerzos por protegerse, fueron lanzados violentamente por la explosión. Katherine, quien había estado reforzando las barreras, gritó mientras la explosión rompía su última línea de defensa. Todos fueron arrastrados por la onda expansiva, chocando contra escombros y cayendo dispersos por la ciudad destruida.

Yulisa Zero intentó levantarse, con sangre goteando de una herida en la frente, pero el impacto la había dejado aturdida. Yarizel y Kyatto estaban parcialmente enterrados bajo los restos de un edificio colapsado, luchando por liberar sus extremidades. Ces y Sutāba Bumūn se encontraban tendidos entre los escombros, respirando con dificultad, mientras Lila Kamatose jadeaba, tratando de reunir fuerzas para ponerse de pie.

La ciudad estaba en ruinas. El paisaje era un caos total, con fuego y humo cubriendo el horizonte. Los gritos de los civiles que aún estaban vivos se mezclaban con el sonido de las llamas y los escombros cayendo.

En el centro de todo, Nihil permanecía intacto, observando su obra con una expresión de satisfacción absoluta. Dio un paso adelante, mirando a los héroes dispersos.

—¿Es esto todo lo que pueden ofrecer? —preguntó con una risa sarcástica. —Esperaba algo más emocionante de ustedes. Pero supongo que incluso los "héroes" tienen un límite.

Su voz resonaba con un poder imponente, mientras los héroes intentaban recuperarse. Nihil comenzó a caminar lentamente hacia ellos, cada paso resonando en el suelo destruido.

—Levántense, si todavía pueden. Este es solo el comienzo.

El dios de las maldiciones no tenía intención de detenerse. Su deseo de caos y destrucción era insaciable, y los héroes sabían que estaban enfrentando un poder que superaba todo lo que habían visto hasta ahora.

Continuará...