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Chapter 62 - Episodio 62: Hermanos.

Zoe e Issac, conocido por su segundo nombre Bladimir, estaban en medio de un intenso entrenamiento en una zona apartada del mundo. Ambos compartían el sueño de hacerse más fuertes, pero lo hacían solos, confiando solo en su vínculo como hermanos. El sudor goteaba de sus frentes mientras sus movimientos sincronizados llenaban el aire con sonidos de fuerza y precisión.

De repente, sus dispositivos sonaron al mismo tiempo, interrumpiendo su concentración. Zoe, con una ceja levantada, sacó su dispositivo y lo leyó primero, seguida por Issac, quien se detuvo con una expresión de ligera incredulidad.

—¿Esto es en serio? —preguntó Zoe, mirando la pantalla.

—¿Rigor? ¿El de la Academia Historia? —respondió Issac, frunciendo el ceño mientras releía el mensaje. El contenido era claro: Rigor los estaba invitando a unirse a la Academia Historia como potenciales héroes.

Ambos se miraron, compartiendo un silencio pensativo. Aunque habían escuchado rumores sobre la Academia y las grandes batallas que libraban sus miembros, nunca imaginaron ser considerados para formar parte de ella.

—Esto es raro. ¿Por qué nosotros? Apenas nos conocen. —Zoe cruzó los brazos, dudosa.

—Tal vez nos han estado observando. O tal vez sea una prueba. —Issac dio un paso hacia ella, con su mirada fija en la pantalla—. ¿Qué opinas?

Zoe se quedó pensando por un momento. Aunque ser parte de algo más grande sonaba interesante, sabía que aceptar significaría dejar atrás su vida solitaria y exponerse a nuevos desafíos.

—No sé si esto es verdad o una trampa. Pero... si es cierto, podría ser una oportunidad para crecer. —Zoe miró a su hermano, esperando su opinión.

Issac, después de un breve silencio, asintió lentamente. —Podríamos verlo como un desafío. Si esto es una invitación real, tal vez sea hora de ver de qué estamos hechos... y quiénes somos realmente.

Ambos se quedaron en silencio, sopesando las posibilidades mientras el mensaje seguía parpadeando en sus dispositivos.

Issac y Zoe, aún pensativos por el mensaje que habían recibido, decidieron que lo mejor sería hablar con sus padres. Aunque su relación familiar era sólida, ambos sabían que sus padres siempre tenían opiniones muy marcadas sobre sus decisiones.

Cuando llegaron a casa, encontraron a su madre en la cocina, preparando algo sencillo. Su cabello oscuro estaba recogido en un moño, y su mirada cálida se iluminó al ver a sus hijos entrar.

—¿Y ustedes? ¿Qué hacen aquí tan temprano? —preguntó con una sonrisa mientras se limpiaba las manos en un paño.

—Tenemos algo importante que contarte, mamá —dijo Zoe, mirando brevemente a Issac para que continuara.

—Rigor, ese héroe famoso, nos envió un mensaje. Quiere que nos unamos a la Academia Historia. —Issac se cruzó de brazos, esperando la reacción de su madre.

La madre dejó de moverse por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Luego sonrió con orgullo, aunque había un atisbo de preocupación en sus ojos.

—Eso suena increíble, pero... ¿están seguros de que quieren hacerlo? Es un camino peligroso. Ser héroe no es algo fácil. —Su tono era serio, pero lleno de amor y preocupación maternal.

—Lo sabemos, mamá, pero también es una oportunidad única. Podríamos crecer, aprender y... tal vez hacer algo grande. —Zoe habló con seguridad, aunque internamente seguía sopesando sus dudas.

En ese momento, la puerta principal se abrió, y su padre entró cargando su maletín. Era un hombre alto y de porte serio, pero sus ojos siempre reflejaban calidez al mirar a su familia.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó al notar el ambiente solemne en la cocina.

—Issac y Zoe tienen algo importante que contarte. —La madre se giró hacia él con una pequeña sonrisa.

Issac tomó la iniciativa esta vez y le explicó la situación. El padre escuchó en silencio, asintiendo de vez en cuando. Cuando su hijo terminó, se cruzó de brazos y los miró con una mezcla de orgullo y seriedad.

—Eso suena como una gran oportunidad... pero también es un gran riesgo. Quiero que sepan que, si deciden hacerlo, tendrán todo mi apoyo. Pero también quiero que estén seguros de que es lo que realmente desean.

Zoe e Issac se miraron por un momento y luego asintieron al unísono.

—Estamos seguros, papá. —Zoe habló primero.

—Queremos intentarlo. —Issac añadió con determinación.

El padre sonrió y puso una mano en el hombro de cada uno. —Entonces, adelante. Pero recuerden siempre quiénes son y de dónde vienen. No dejen que nada ni nadie los cambie.

La madre, con los ojos ligeramente brillosos, los abrazó a ambos. —Estamos muy orgullosos de ustedes. No importa lo que pase, siempre estaremos aquí para ustedes.

Esa noche, la casa se llenó de conversaciones sobre el futuro y los sueños de Zoe e Issac. Aunque el camino era incierto, sabían que tenían el apoyo incondicional de su familia, y eso les daba la fuerza para seguir adelante.

En medio de la conversación familiar, un destello brillante iluminó el comedor. Un portal se abrió de repente, y de él emergió un hombre alto y de aspecto imponente: Rigor, el director de la Academia Historia. Vestía un uniforme negro con detalles dorados que resaltaban su estatus y fuerza. Su presencia llenó la habitación, y todos quedaron momentáneamente en silencio.

Rigor observó a la familia con una leve sonrisa en su rostro, pero su mirada transmitía respeto y seriedad. Dio un paso adelante y habló con una voz firme pero cordial:

—Perdón por la interrupción, pero creo que era necesario presentarme en persona. Soy Rigor, director de la Academia Historia y uno de los héroes en el top mundial.

Los padres de Zoe e Issac se miraron entre sí, sorprendidos, mientras Issac y Zoe quedaron boquiabiertos al ver de cerca a una figura tan conocida.

—¿Usted es... el Rigor? —preguntó el padre con incredulidad, mientras se levantaba de su silla.

Rigor asintió. —Así es. Y he venido aquí porque quiero extenderles una invitación formal a sus hijos. Han sido seleccionados para unirse a nuestra academia. Creo firmemente que tienen un enorme potencial y que, con la orientación adecuada, pueden alcanzar cosas increíbles.

La madre, aún procesando la situación, se acercó con cautela. —¿Y por qué ellos? No es que no confíe en mis hijos, pero... ¿qué los hace tan especiales para que alguien como usted venga en persona?

Rigor sonrió con comprensión. —Es una excelente pregunta. Sus hijos poseen habilidades únicas, y hemos estado monitoreando su progreso. Además, tienen un espíritu de lucha y determinación que los hace ideales para nuestra academia. No solo quiero que se vuelvan más fuertes; quiero darles la oportunidad de una vida mejor.

Hizo una pausa y miró directamente a los padres. —Sé que vivir en New Bolivia ha sido un desafío. Regresar a un país con más recursos y oportunidades no solo mejorará sus vidas, sino también las de sus hijos. Quiero ofrecerles esa posibilidad.

El padre frunció el ceño, todavía pensativo. —¿Y qué riesgos corren? Porque sabemos que ser héroe no es un camino fácil.

Rigor inclinó ligeramente la cabeza, respetando la preocupación. —Es cierto, no lo es. Ser héroe implica sacrificios y riesgos. Pero les aseguro que en la Academia Historia no solo se les entrenará para ser más fuertes, sino para ser personas capaces de enfrentar cualquier adversidad. Yo mismo me encargaré de guiarlos si aceptan.

Issac y Zoe, emocionados pero conscientes de la seriedad de la oferta, miraron a sus padres en busca de una respuesta.

La madre finalmente habló, con voz entrecortada pero decidida: —Si esto es lo que quieren, si realmente creen que es su camino, entonces estamos con ustedes.

El padre suspiró y asintió. —Solo prométanos que estarán a salvo y que no olvidarán de dónde vienen.

Rigor extendió una mano hacia Issac y Zoe. —Entonces, ¿qué dicen?

Ambos hermanos se miraron, asintieron con determinación, y tomaron la mano de Rigor al unísono.

—Aceptamos. —dijeron al mismo tiempo, con una chispa de emoción en sus ojos.

Rigor sonrió, satisfecho. —Bienvenidos a la Academia Historia. Prepárense para un nuevo capítulo en sus vidas.

Con un gesto, Rigor abrió un portal, listo para llevarlos a su destino, mientras los padres despedían a sus hijos con orgullo y emoción.

Issac y Zoe cruzaron el portal, y una sensación de vértigo los envolvió por un momento antes de llegar a la Academia Historia. Ante ellos se alzaba un enorme edificio con arquitectura moderna, rodeado de un vasto campo de entrenamiento y estructuras colosales diseñadas para el aprendizaje y combate. Era un lugar que exudaba grandeza y propósito.

Rigor fue el último en cruzar, cerrando el portal detrás de él con un simple movimiento de su mano. Se giró hacia los hermanos, que aún estaban impresionados por la majestuosidad del lugar.

—Bienvenidos a la Academia Historia. Este será su hogar y campo de entrenamiento a partir de ahora. —Rigor señaló el edificio principal—. Y déjenme ser claro desde el principio: aquí no se trata solo de volverse más fuertes, sino de aprender lo que significa ser un verdadero héroe.

Issac cruzó los brazos, intrigado pero manteniendo su expresión seria. —¿Solo nosotros dos? ¿Nadie más entrena aquí?

Rigor sonrió levemente. —No exactamente. Además de ustedes, hay un alumno más. Se llama José, el hijo de Victor. Ustedes tres serán mis únicos alumnos personales.

Zoe levantó una ceja, interesada. —¿El hijo de Victor? ¿El Victor?

—Exacto —respondió Rigor—. José tiene un potencial enorme, al igual que ustedes. Pero eso también significa que las expectativas serán altas. Espero que trabajen juntos y que cada uno de ustedes se convierta en la mejor versión de sí mismo.

Issac y Zoe intercambiaron una mirada rápida antes de asentir.

—Entendido —dijo Issac con determinación.

Zoe añadió, con una leve sonrisa desafiante: —Entonces, ¿cuándo comenzamos?

Rigor se cruzó de brazos, evaluándolos con satisfacción. —Ahora mismo. Prepárense, porque el entrenamiento no será fácil.

Se giró y comenzó a caminar hacia el edificio, indicando a los hermanos que lo siguieran. Mientras avanzaban, Rigor les explicó las instalaciones y lo que podían esperar, preparándolos para el arduo camino que tenían por delante.

Rigor se detuvo en el centro de la explanada principal de la Academia, girándose hacia Issac y Zoe, quienes lo observaban con atención. Su mirada era seria, cargada de la autoridad que lo caracterizaba.

—Escuchen bien, porque esto es importante —comenzó Rigor, su tono firme pero directo—. Si quieren volverse más fuertes, tendrán que entregarlo todo en cada entrenamiento. No les voy a mentir: aquí no hay lugar para la comodidad. Sus poderes, aunque impresionantes, no valen nada si no saben usarlos correctamente. Tendrán que enfrentarse a desafíos que pondrán a prueba su cuerpo, su mente y su voluntad.

Issac arqueó una ceja, claramente intrigado. —¿Eso significa que casi tendremos que matarnos en los entrenamientos?

Rigor asintió sin titubear. —Exactamente. Pero esa es la única manera de alcanzar el verdadero potencial que llevan dentro. Aquí no se trata solo de mejorar; se trata de romper sus límites. Incluyendo hasta el más fuerte, como yo o Victor, sabemos que un error puede costarnos caro. Quiero que entiendan esto desde el principio.

Zoe cruzó los brazos, mostrando una sonrisa desafiante. —Eso suena perfecto para mí. Si vamos a hacer esto, más vale que valga la pena.

Rigor esbozó una leve sonrisa al escuchar eso. —Con esa actitud, podrías llegar lejos. Pero no subestimes lo que les espera. Muchos intentan, pero no todos logran superar sus propios límites.

Issac inclinó ligeramente la cabeza, mirando a Rigor con seriedad. —Entonces, ¿cuál es el primer paso?

Rigor señaló una enorme arena de entrenamiento a su derecha, donde se veían diversas estructuras diseñadas para pruebas físicas, mentales y de combate. —Ahí es donde empezaremos. Enfrentarán su primer desafío ahora mismo. No se preocupen, no será nada que no puedan manejar… si tienen lo que se necesita.

Sin esperar una respuesta, Rigor comenzó a caminar hacia la arena. Issac y Zoe se miraron por un momento antes de seguirlo, sintiendo cómo la intensidad del ambiente ya comenzaba a presionarlos. La promesa de volverse más fuertes estaba justo frente a ellos, pero el camino no sería nada fácil.

Rigor se detuvo frente a Issac y Zoe en la entrada de la arena de entrenamiento, cruzándose de brazos mientras los observaba con severidad.

—Antes de que empiecen a acostumbrarse a esta Academia, les asignaré su primera misión —anunció.

Issac alzó una ceja, curioso pero también intrigado. —¿Una misión? Apenas llegamos.

Rigor asintió. —Exacto, pero no tengo tiempo para esperar a que se aclimaten. Necesito ver de lo que son capaces, y la única forma de saberlo es poniéndolos a prueba en un escenario real.

Zoe se cruzó de brazos con una leve sonrisa confiada. —¿Y cuál es esa misión?

Rigor señaló un mapa holográfico que apareció frente a ellos. En él, se mostraba un cerro cubierto de niebla densa y oscura, con un aura ominosa rodeándolo.

—En ese cerro vive un demonio. Ha estado causando estragos en los alrededores, atacando a viajeros y destruyendo aldeas cercanas. Su misión es simple: vencerlo y asegurarse de que no sea una amenaza nunca más.

Issac frunció el ceño, mirando el mapa con detenimiento. —¿Qué tan fuerte es este demonio?

Rigor sonrió ligeramente. —Suficientemente fuerte como para que esto no sea un paseo por el parque. Pero confío en que, si trabajan juntos y usan sus habilidades correctamente, pueden lograrlo.

Zoe dio un paso adelante, con determinación en sus ojos. —¿Cuándo partimos?

—Ahora mismo —respondió Rigor, abriendo un portal que los llevaría al pie del cerro. —Tomen esto como su primera lección: no siempre tendrán tiempo de prepararse. Las cosas suceden rápido en este mundo, y deben estar listos para adaptarse y actuar en cualquier momento.

Issac y Zoe intercambiaron miradas, asintieron y caminaron hacia el portal. Antes de entrar, Rigor los detuvo.

—Recuerden, esta no es solo una prueba de fuerza. Es una prueba de ingenio, trabajo en equipo y voluntad. Si fallan, este demonio podría terminar con ustedes. Pero si triunfan… habrán dado el primer paso hacia ser verdaderos héroes.

Con esas palabras resonando en sus mentes, Issac y Zoe cruzaron el portal, listos para enfrentarse al demonio y demostrar de lo que eran capaces.

Rigor atravesó el portal detrás de Issac y Zoe, caminando con calma mientras el paisaje del cerro comenzaba a rodearlos. La niebla era espesa, y el aire estaba cargado de una energía pesada que erizaba la piel.

Zoe, ajustándose su bufanda, observaba el entorno con atención mientras Issac mantenía una mano cerca de la empuñadura de su katana. Rigor rompió el silencio.

—Hey, Zoe. Escuché algo interesante sobre tu familia.

Zoe giró la cabeza hacia él, levantando una ceja con curiosidad. —¿Ah sí? ¿Qué cosa?

Rigor sonrió ligeramente, aunque sus ojos permanecían serios. —Se dice que tu abuelo luchó contra esta misma criatura hace muchos años. Claro, según lo que tu familia piensa, podría ser solo una historia bien elaborada, ¿no?

Zoe entrecerró los ojos, cruzándose de brazos mientras procesaba la información. —Mi abuelo siempre contó historias sobre un demonio en un cerro cuando yo era niña. Decía que lo enfrentó y lo derrotó, pero que era algo que no podía ser destruido completamente. Nunca supe si era real o si solo estaba exagerando.

Issac, curioso, intervino. —¿Crees que ese demonio sea el mismo del que estamos hablando ahora?

Rigor asintió lentamente. —Es muy probable. Estas criaturas tienden a regenerarse o resurgir con el tiempo, especialmente si no se les elimina de raíz. Tal vez esta sea tu oportunidad de confirmar si la historia de tu abuelo era cierta.

Zoe apretó los puños, con una mezcla de emoción y determinación. —Si es verdad… entonces terminaré lo que él empezó.

Rigor puso una mano en su hombro, mirándola con seriedad. —Ese es el espíritu. Pero no te precipites. La confianza es buena, pero el exceso puede ser peligroso. Recuerda, estoy aquí para observarlos y ayudarlos si es absolutamente necesario, pero esta es su misión.

Issac esbozó una sonrisa. —Bueno, al menos sabemos que esto tiene algo de historia familiar. Vamos a demostrar que podemos con esto.

Con esas palabras, el grupo continuó adentrándose en la niebla, mientras los ecos del pasado parecían resonar en el aire, cargando la misión con un significado mucho más profundo para Zoe.

Rigor caminaba al frente del grupo con pasos seguros, observando el entorno cuidadosamente. Sin voltear a verlos, habló con un tono calmado pero firme:

—Sé que su abuelo... el de ambos... es Diego. ¿O me equivoco?

Zoe e Issac se detuvieron en seco, mirándose entre sí, sorprendidos. ¿Cómo sabía Rigor sobre su abuelo? Esa historia era algo que solo se comentaba en su familia, y siempre de forma casual, casi como un cuento de sobremesa.

—¿Cómo sabe eso? —preguntó Issac, frunciendo el ceño mientras su mano instintivamente descansaba sobre la empuñadura de su katana.

Rigor se detuvo y se giró hacia ellos con una leve sonrisa. —Tengo mis maneras de obtener información. Además, este demonio y la historia de su abuelo están más conectados con ustedes de lo que creen. Diego, su abuelo, fue quien luchó contra esta criatura la última vez que apareció.

Zoe dio un paso adelante, intrigada pero también cautelosa. —Si sabe tanto, dígame… ¿cómo logró vencerlo?

Rigor señaló hacia la derecha, hacia un área cubierta de maleza y rocas. —Su abuelo dejó algo aquí... un machete. Según lo que he investigado, es el arma que usó para enfrentarse a esta criatura y sellarla temporalmente. Debería estar justo por ahí, si es que nadie más lo ha tomado.

Issac y Zoe intercambiaron una mirada. Ambos sentían la mezcla de emoción y tensión ante la posibilidad de que la historia de su abuelo no solo fuera real, sino que su legado estuviera allí, esperándolos.

Zoe dio un paso hacia la dirección que Rigor indicó, moviendo la maleza con cuidado. —¿Crees que de verdad esté aquí? —preguntó, más para sí misma que para alguien más.

Rigor cruzó los brazos, observándolos con atención. —Lo descubrirán por ustedes mismos. Pero si está ahí, puede que sea la clave para terminar lo que su abuelo comenzó.

Mientras Zoe y Issac se adentraban en la vegetación, sus corazones latían con fuerza. La idea de encontrar el arma que conectaba su presente con el pasado de su familia hacía que el aire alrededor pareciera cargado de significado.

Zoe apartó las ramas de un árbol viejo y seco, notando algo reflejarse débilmente en la luz que atravesaba las hojas. Con cuidado, extendió su mano y tiró de lo que parecía ser un mango de madera desgastada. Cuando finalmente lo sacó, un machete oxidado, pero sorprendentemente imponente, quedó expuesto.

—Es este... —murmuró Zoe, observando el arma con detenimiento. Aunque el tiempo había dejado marcas en el metal, su filo seguía intacto, como si aún estuviera listo para la batalla.

Issac se acercó, inclinándose para observar más de cerca. —¿Es el machete de nuestro abuelo? —preguntó con un tono de incredulidad.

Zoe asintió, sosteniendo el arma con ambas manos. —Sí, no hay duda. Siempre nos contaba historias sobre el símbolo grabado en el mango. Aquí está... justo como lo describió.

Issac frunció el ceño, sintiendo una mezcla de orgullo y responsabilidad al ver el arma. —Entonces, la historia era real. Nuestro abuelo realmente peleó contra este demonio.

Mientras los dos examinaban el machete, Rigor, que había estado explorando más arriba en el cerro, se detuvo abruptamente. Sus ojos se entrecerraron, y un aura tensa lo envolvió.

—Aléjense del machete, y estén listos —dijo Rigor con seriedad, girándose hacia ellos.

Zoe y Issac levantaron la mirada rápidamente, notando el cambio en la expresión de Rigor.

—¿Qué pasa? —preguntó Zoe, ajustando su agarre en el machete.

Rigor señaló hacia el horizonte, donde una niebla densa comenzaba a formarse, avanzando rápidamente hacia ellos.

—Algo viene. Un demonio, y no parece cualquier demonio. Es probable que sea el mismo que su abuelo enfrentó. Prepárense, porque esta batalla no será fácil.

El ambiente tembló cuando el ataque de energía cortó el aire, avanzando con una intensidad devastadora. Rigor, reaccionando con la rapidez de un rayo, interceptó el ataque con un golpe lleno de energía púrpura. El impacto del choque envió el ataque hacia una montaña lejana, causando una explosión que iluminó el cielo y disipó la niebla espesa que los rodeaba.

Mientras el polvo y los escombros flotaban en el aire, Rigor bajó los puños con cautela, observando el área. Antes de que pudiera relajarse, un dolor agudo perforó su pecho. Mirando hacia abajo, notó una fractura leve en sus costillas.

—¿Qué...? —murmuró con los dientes apretados, alzando la vista.

Frente a él, el demonio emergió entre la disipada neblina, su figura imponente y oscura cubierta de cicatrices que contaban historias de combates pasados. Sus ojos brillaban con un rojo intenso, llenos de odio y malicia.

Rigor, sin ceder a la sorpresa o el dolor, sonrió con arrogancia. —Vaya, tienes fuerza... pero no suficiente.

Sin darle tiempo al demonio para moverse, Rigor canalizó su energía en su puño, rodeándolo con una vibrante aura púrpura que chisporroteaba como relámpagos. Con un rugido, lanzó un golpe directo al rostro del demonio, su puño impactando con tal fuerza que el sonido resonó como un trueno por todo el cerro.

El demonio retrocedió unos pasos, gruñendo mientras sangre negra salía de la esquina de su boca. Sus ojos, llenos de rabia, se clavaron en Rigor, quien se mantuvo firme a pesar de su herida, listo para continuar la batalla.

Zoe e Issac observaron en silencio desde una distancia segura, impresionados por el poder y la resistencia de Rigor. La escena ante ellos era tanto una inspiración como un recordatorio de lo que les esperaba en su propia lucha.

Zoe, aprovechando la apertura creada por Rigor, cargó hacia el demonio con una velocidad impresionante. Su puño, envuelto en una energía vibrante, impactó directamente en la mandíbula de la criatura, enviándola volando hacia un árbol cercano. El sonido del impacto resonó como un trueno, y el tronco del árbol se partió por la mitad al recibir el cuerpo del demonio.

Mientras la criatura se incorporaba lentamente, soltó un gruñido gutural, sus ojos ahora llenos de furia y una pizca de miedo. Su mirada se clavó en el machete que Zoe sostenía con firmeza, y su expresión se tornó sombría.

—Esa arma... —dijo con una voz rasposa, casi un susurro cargado de odio y asombro—. Esa maldita arma... el nombre tallado con la D...

El demonio pareció temblar ligeramente, retrocediendo unos pasos mientras hablaba. —Diego... ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué tienen que ver con ese hombre?

Zoe lo miró con una mezcla de determinación y desafío, levantando el machete para que el demonio lo viera claramente. —Somos sus nietos, Zoe e Issac —declaró, con una voz firme y segura—. Y hemos venido a terminar lo que él empezó.

El demonio soltó una carcajada amarga, aunque en sus ojos se reflejaba una sombra de preocupación. —¿Sus nietos? Entonces llevan su maldita sangre... Esto será interesante. Pero les advierto: yo no soy el mismo que enfrentó su abuelo. Esta vez, no habrá victoria para ustedes.

Rigor, observando la escena desde un costado, sonrió ligeramente, satisfecho con la valentía de los hermanos. —No subestimes la sangre que corre por sus venas —interrumpió—. Y mucho menos, el entrenamiento que tienen ahora.

El demonio rugió con furia, preparándose para atacar de nuevo, mientras Zoe e Issac adoptaban posturas defensivas, listos para enfrentarlo juntos.

Abaddon Onom, el demonio de la muerte y los ángeles caídos, observaba a sus contrincantes con una mezcla de odio ancestral y satisfacción maliciosa. Su figura oscura y colosal parecía absorber la luz a su alrededor, mientras el aire se volvía espeso y cargado de una energía casi tangible.

—Diego... —murmuró el demonio, con un tono profundo que resonaba en las almas de los presentes—. Ese miserable ser me arrebató algo que jamás podré recuperar. Mis alas, mi orgullo, mi divinidad. Ahora, ustedes, su linaje, pagarán por lo que hizo.

La energía oscura de Abaddon se elevó como un torbellino, formando un aura que parecía contener gritos de agonía. Su mirada se posó primero en Zoe y luego en Issac, evaluándolos con una fría y calculada malevolencia.

—¿Qué debería tomar de ustedes? —preguntó con una sonrisa que helaba la sangre—. ¿Un brazo? ¿Una pierna? Tal vez... el corazón de alguno. Algo que me recuerde que, aunque ustedes son insignificantes, su sufrimiento puede ser eterno.

Sin previo aviso, Abaddon levantó su mano, y una esfera de energía oscura se formó en su palma. En un movimiento abrupto, la lanzó directo hacia Issac con una velocidad y fuerza devastadoras.

—¡Issac! —gritó Zoe, corriendo hacia su hermano mientras desenfundaba el machete de su abuelo. Con un grito de esfuerzo y determinación, interceptó el ataque con un corte preciso, dividiendo la energía en dos. Sin embargo, la fuerza del impacto los lanzó a ambos varios metros hacia atrás, haciéndolos rodar por el suelo.

El demonio los observó desde las alturas, una carcajada grave y cruel escapando de sus labios. —Interesante. ¿El legado de Diego aún vive? —Su sonrisa se ensanchó, mostrando dientes afilados como cuchillas—. Pero tú no eres Diego, niña. Él tenía algo que ustedes nunca tendrán: verdadera fuerza.

Rigor, que había estado observando desde las sombras, avanzó unos pasos, su rostro endurecido por la tensión. —Abaddon, subestimar a esta familia te costó una vez. ¿Vas a cometer el mismo error otra vez?

El demonio giró su mirada hacia Rigor, sus ojos llameantes de desprecio. —¿Y tú? ¿Un mero espectador? Qué conveniente. Pero no importa. Cuando termine con ellos, irás tú.

Con un rugido que parecía desgarrar la realidad misma, Abaddon se lanzó hacia Zoe e Issac. Sus golpes eran rápidos y brutales, cada uno acompañado de ondas de choque que hacían temblar el suelo. Zoe contraatacaba con el machete, cortando cada vez más cerca de su objetivo, mientras Issac usaba sus propias habilidades para desviar y esquivar los ataques, aunque con esfuerzo.

La batalla era desesperada. Abaddon no solo buscaba derrotarlos; quería destruirlos en cuerpo y espíritu. Cada vez que Zoe lograba un golpe certero, el demonio se volvía más agresivo, más cruel.

—¡Luchen todo lo que quieran! —gritó Abaddon, golpeando el suelo con tal fuerza que el terreno se quebró, dejando una grieta profunda—. Todo lo que están haciendo es retrasar lo inevitable. Al final, algo de ustedes será mío, ¡como un trofeo de su fracaso!

Zoe, con el machete firmemente en sus manos, se levantó, sus ojos ardiendo con la misma determinación que alguna vez tuvo su abuelo. —Puede que no sea Diego —dijo, su voz firme a pesar del cansancio—, pero somos su sangre. Y no caeremos tan fácilmente.

Issac se colocó a su lado, su mirada fija en el demonio. —Si quieres algo de nosotros, tendrás que quitárnoslo con todo lo que tengas.

Rigor, al verlos así, no pudo evitar sonreír ligeramente. Ellos tienen más potencial del que incluso ellos mismos imaginan, pensó. Sin embargo, sabía que el verdadero desafío apenas estaba comenzando.

Zoe e Issac se lanzaron al combate con una sincronización impecable, sus movimientos casi reflejaban años de práctica conjunta, aunque apenas estaban descubriendo su verdadero potencial. Sus golpes y cortes se sucedían en perfecta armonía, obligando a Abaddon Onom a esquivar constantemente, sus movimientos rápidos y precisos. El demonio, aunque confiado, comenzaba a ver el potencial de ambos hermanos.

—¿Eso es todo lo que tienen? —gruñó Abaddon, esquivando una patada de Issac y un corte de Zoe al mismo tiempo—. ¡Ni siquiera pueden tocarme!

Zoe, frustrada, apretó los dientes mientras lanzaba otro golpe con el machete, pero algo extraño sucedió. El arma en su mano comenzó a vibrar y brillar con un tenue resplandor dorado, como si reaccionara al fervor de la batalla. Antes de que pudiera reaccionar, el machete comenzó a transformarse, extendiéndose y separándose en múltiples tiras metálicas afiladas, convirtiéndose en un urumi, un arma letal y flexible.

—¿Qué... qué está pasando? —murmuró Zoe, observando con asombro el cambio de su arma.

Rigor, que vigilaba desde un punto seguro, esbozó una sonrisa de satisfacción. —Parece que el legado de Diego está despertando. Ese machete siempre fue especial... solo necesitaba a alguien digno de manejarlo.

Zoe, ahora armada con el urumi, giró la nueva arma con gracia, dejando que las cintas metálicas cortaran el aire con un silbido ensordecedor. Abaddon, al ver la transformación, retrocedió ligeramente, sus ojos brillando con algo que casi parecía... miedo.

—Ese maldito arma otra vez... —murmuró, su voz cargada de ira contenida—. ¡Es imposible! ¡Ese machete no debería existir todavía!

Issac aprovechó el momento de distracción del demonio, lanzándose hacia él con una serie de golpes rápidos. Mientras tanto, Zoe comenzó a girar el urumi alrededor de ella, creando un círculo letal que no solo protegía su espacio, sino que también limitaba los movimientos de Abaddon.

—¡Issac, a la derecha! —gritó Zoe, guiando a su hermano mientras lanzaba el urumi hacia las piernas del demonio.

El golpe fue certero. Una de las tiras metálicas del urumi logró cortarle la pierna izquierda a Abaddon, haciéndolo caer de rodillas por un instante. Su rugido de dolor fue ensordecedor, pero no lo detuvo.

—¡Basta! —gritó el demonio, levantando una enorme ráfaga de energía oscura que obligó a los hermanos a retroceder. Su mirada se posó en Zoe con un odio indescriptible—. Ese arma... ¡no solo cortará mi carne, sino también mi orgullo! Pero juro que antes de que acabe esta batalla, ¡les arrebataré algo más valioso que mi vida!

Zoe giró el urumi con determinación, sus ojos ardían de coraje. —Tal vez no somos Diego, pero su voluntad vive en nosotros. Y no vamos a fallar.

Issac se colocó a su lado, su mirada firme. —Prepárate, Abaddon. Esta vez, no tienes a dónde huir.

El demonio se levantó, cojeando pero lleno de furia. La batalla apenas comenzaba a alcanzar su punto más crítico, y los hermanos sabían que necesitarían más que determinación para derrotar a un enemigo de semejante calibre.

Rigor, con una velocidad abrumadora, se lanzó hacia Abaddon Onom mientras el demonio intentaba recuperar su equilibrio. Su mirada estaba llena de determinación y una furia contenida. En un abrir y cerrar de ojos, Rigor cerró la distancia, concentrando toda su fuerza en un solo puño.

—¡Esto es por todo el sufrimiento que has causado! —gritó mientras su golpe resonaba como un trueno al impactar directamente en el pecho del demonio.

El impacto fue devastador. Abaddon salió disparado hacia atrás, atravesando varias rocas y cayendo pesadamente al suelo, dejando un enorme cráter en el punto de impacto. El demonio soltó un rugido desgarrador mientras intentaba levantarse, tambaleándose.

—Ese golpe... —Abaddon escupió sangre oscura mientras se llevaba una mano al pecho, donde se podía ver una profunda marca brillante, como si el ataque de Rigor hubiera atravesado no solo su cuerpo, sino también su esencia—. ¿Cómo... un simple mortal...?

Rigor se quedó de pie, su postura imponente, observando al demonio con frialdad. Su puño aún brillaba con una energía púrpura intensa, y su respiración era firme, como si estuviera apenas calentando.

—No soy un simple mortal, Abaddon. Soy Rigor, el protector de la Academia Historia. Y no permitiré que sigas dañando a más inocentes.

Zoe e Issac observaron con asombro, impresionados por la fuerza de su maestro. Sin embargo, Zoe apretó el urumi con más fuerza, sabiendo que aún no era momento de bajar la guardia.

—¡Rigor! —gritó Zoe—. ¡Esto aún no ha terminado!

Abaddon Onom rugió con una furia que resonó en todo el valle, liberando un ataque de energía en forma de ondas afiladas que cortaban el aire. Rigor, con reflejos impecables, esquivó a tiempo, girando sobre sus pies con una agilidad casi imposible para alguien de su tamaño. Sin embargo, el ataque no era solo para él.

Zoe aprovechó la distracción y corrió hacia el demonio, sintiendo cómo el machete en su mano volvía a su forma original. La conexión con el arma parecía más fuerte que nunca, como si resonara con el linaje de su familia y la determinación que ardía en su corazón. Con un grito feroz, Zoe alzó el machete y realizó un corte vertical hacia el brazo izquierdo de Abaddon.

El demonio reaccionó alzando su mano para bloquear el ataque, pero el filo del machete, impregnado con la fuerza del legado de Diego, logró cortar a través de su resistencia sobrenatural. El brazo de Abaddon quedó marcado con una herida profunda, y el demonio retrocedió con una mueca de dolor.

En ese instante, Issac vio su oportunidad. Su mirada se cruzó con la de Zoe, una conexión silenciosa entre hermanos que no necesitaba palabras. Con rapidez y precisión, Issac se lanzó hacia Abaddon, perforando su pecho con una lanza de energía que generó de sus manos.

—¡Esto es por nuestra familia! —gritó Issac mientras el demonio rugía, intentando resistirse.

Zoe y Issac se miraron, el sudor y la sangre cubriendo sus rostros, pero una chispa de orgullo brillaba en sus ojos. Luchaban no solo por sobrevivir, sino por honrar a su abuelo y defender el legado que les había dejado.

Abaddon tambaleó, su cuerpo ahora más débil pero aún peligroso. Levantó su mirada hacia los hermanos, su voz llena de un odio visceral.

—Ustedes... no son dignos de ese linaje. Pero... si este es mi fin... ¡me aseguraré de llevarlos conmigo!

El demonio comenzó a reunir energía, intentando lanzar un último y devastador ataque, mientras Rigor, Zoe e Issac se preparaban para enfrentarlo juntos, listos para acabar con él de una vez por todas.

La tierra tembló violentamente cuando Abaddon Onom gritó: "¡Infierno de Pesadillas Eternas!". Una energía oscura y opresiva comenzó a envolver el área, formando un vórtice que parecía devorar todo a su paso. Los cielos se oscurecieron, y una sensación de desesperanza comenzó a extenderse como un veneno.

Issac, con una mirada llena de determinación, respondió: "¡Agujero Negro Eterno!". Se colocó en la posición del Matangi Mudra, sus manos en un gesto que canalizaba la energía del vacío. Esta energía no era común: provenía de la acumulación milenaria de los agujeros negros en el supercúmulo de Laniakea, una fuerza tan antigua y poderosa que podía doblar las reglas de la existencia misma.

Frente a él, Abaddon formó el Ganesha Mudra, generando un dominio opuesto. La energía que emanaba de ambos era titánica, cada uno expandiendo su dominio hasta que el choque de ambas fuerzas creó un destello cegador. En un instante, el paisaje a su alrededor se desvaneció, siendo absorbido por una dimensión completamente distinta.

El nuevo espacio era aterrador y surrealista: una mezcla de oscuridad absoluta salpicada por luces que parecían estrellas, pero eran ecos de energía desgarrada. Abaddon y Issac eran los núcleos de esta dimensión, sus poderes colisionando con una intensidad que amenazaba con destruir todo a su alrededor.

Rigor y Zoe, atrapados dentro del dominio, sintieron el peso abrumador de ambas energías. Zoe empuñó el machete de su abuelo con más fuerza, sabiendo que ahora estaba en un terreno donde cualquier error podía ser mortal.

—Issac —gritó Zoe, su voz resonando en el vacío—, ¡no estás solo! ¡Vamos a terminar esto juntos!

Rigor, por su parte, permanecía atento, sus ojos analizando cada movimiento. Sabía que la clave para salir de esa dimensión era encontrar una manera de romper el equilibrio entre las dos energías antes de que ambas colapsaran.

Mientras tanto, Abaddon rugió:

—¡No hay escape de este infierno! ¡Aquí reinaré para siempre!

Issac, con un brillo de convicción en sus ojos, respondió:

—¡Si este es el infierno, yo seré el vacío que lo consuma!

La batalla alcanzaba un punto crítico, donde cada ataque definía no solo su supervivencia, sino también el destino de la dimensión misma.

Rigor tomó una profunda respiración y flexionó sus músculos, dejando que su energía comenzara a fluir con intensidad. Sabía que la única forma de darle a Issac el tiempo que necesitaba para completar su técnica era mantener a Abaddon Onom distraído.

—¡Zoe, mantente junto a tu hermano! ¡Issac, concéntrate! —gritó Rigor mientras avanzaba con determinación hacia Abaddon.

El demonio, consciente de la estrategia, dejó escapar una carcajada burlona.

—¿Crees que puedes detenerme solo, humano? ¡Tu resistencia es inútil!

Rigor no respondió con palabras. Con una velocidad abrumadora, apareció frente a Abaddon y lanzó un golpe directo a su rostro. El demonio respondió con un impacto igual de poderoso, y así comenzó un brutal intercambio de golpes. Ambos combatientes atacaban simultáneamente, golpeando en las mismas partes del cuerpo, como si estuvieran sincronizados en un duelo mortal.

El sonido de los impactos resonaba como truenos dentro de la dimensión. Cada golpe hacía temblar el espacio, creando grietas en el vacío que los rodeaba. Rigor, aunque sentía el dolor de cada impacto, no retrocedió ni un paso.

Mientras tanto, Zoe permanecía junto a Issac, protegiéndolo de cualquier energía residual que pudiera alcanzarlo. Sabía que el dominio de los agujeros negros de su hermano era una técnica compleja y peligrosa, y que cualquier interrupción podría ser fatal para él.

—Issac —dijo Zoe, con un tono firme pero cálido—, confío en ti. Completa tu técnica, y acabemos con esto juntos.

Issac, con los ojos cerrados y concentrado en el Matangi Mudra, dejó que la energía del vacío fluyera a través de él. Dentro de su mente, visualizaba los agujeros negros en el supercúmulo de Laniakea, conectándolos con su propia esencia. Su cuerpo comenzó a brillar con un tenue resplandor oscuro, como si estuviera absorbiendo la luz misma.

Mientras tanto, Abaddon y Rigor continuaban su brutal combate. El demonio, frustrado por la tenacidad de su oponente, rugió con furia.

—¡No puedes detenerme para siempre, Rigor! ¡Mi poder es infinito!

Rigor, con una sonrisa desafiante, respondió:

—Tal vez no pueda detenerte, pero puedo darte pelea hasta que no te quede aliento.

El tiempo se agotaba, y el momento crítico estaba cerca. Todo dependía de que Issac completara su dominio antes de que el desgaste alcanzara a Rigor. Zoe, con el machete de su abuelo en mano, estaba lista para dar el golpe final cuando llegara la oportunidad.

Rigor, con una fuerza renovada, descargó un golpe devastador en el pecho de Abaddon Onom, haciendo que el demonio retrocediera tambaleándose. Zoe, viendo la oportunidad, salió disparada hacia el combate con el machete de su abuelo en mano. Junto a su maestro, sincronizaron sus movimientos con precisión casi perfecta.

Ambos lanzaron un ataque combinado directo al rostro y torso de Abaddon, impactándolo con tal fuerza que el demonio cayó al suelo, dejando una grieta profunda en la superficie del dominio. Abaddon rugió de furia, intentando levantarse, pero los dos no le dieron respiro.

Rigor, con una leve sonrisa en su rostro, habló mientras mantenía la guardia alta:

—La última vez que te vi, Abaddon, fue cuando Diego, el abuelo de Zoe, te venció. Era un alumno excepcional... pero parece que no aprendiste la lección que él te dio.

Abaddon, con los ojos llenos de odio y frustración, escupió sangre negra mientras se ponía de pie.

—¡Diego era un simple humano con suerte! ¡Ahora me enfrento a sus descendientes y a ti, Rigor! ¡Acabaré con todos ustedes!

Zoe, con los ojos brillando de determinación, apuntó con el machete directamente al demonio.

—Mi abuelo no necesitó suerte para derrotarte, solo su fuerza y convicción. Y hoy, nosotros terminaremos lo que él empezó.

Rigor asintió hacia ella, reconociendo la fuerza de carácter en su alumna.

—Muy bien dicho, Zoe. Ahora, acabemos con esto.

Ambos se prepararon para el siguiente asalto, mientras el dominio de Issac seguía acumulando energía a sus espaldas. Cada segundo ganado era crucial para preparar el golpe final que aseguraría su victoria.

El dominio de Issac, ahora completamente victorioso, comenzó a desplegar todo su poder. Agujeros negros supermasivos surgieron a su alrededor, distorsionando la realidad misma. La gravedad intensa del dominio hacía que cada molécula se sintiera infinitamente pesada, atrapando a todos en su influjo.

Rigor, gracias a su experiencia y entrenamiento, se movía con relativa facilidad. Sus pasos eran firmes, su cuerpo acostumbrado a este nivel de presión. Sin embargo, Zoe y Abaddon Onom no compartían esa ventaja. Ambos luchaban por mantenerse en pie, sus cuerpos inmóviles, cada intento de movimiento amenazando con aplastarlos por completo bajo la fuerza de los agujeros negros.

Issac se erguía en el centro de su dominio, con los ojos iluminados por la energía del vacío. Su postura era segura, su mudra aún activado, canalizando la fuerza absoluta de su técnica.

—Este es mi dominio absoluto —dijo Issac con voz firme, resonando en el vacío—. Aquí, yo decido las reglas.

Rigor observó a Issac con una mezcla de orgullo y precaución. Sabía que este era el momento decisivo, pero también que el poder que Issac manejaba era peligroso, incluso para él.

Abaddon, incapaz de moverse, gruñó con frustración. Su rostro mostraba una mezcla de furia y miedo.

—¡Esto no acabará así, humano! ¡Soy inmortal! ¡Soy eterno! —rugió el demonio, aunque la desesperación en su voz era evidente.

Zoe, atrapada en la inmensa presión gravitacional, giró la cabeza con esfuerzo hacia su hermano.

—Issac... hazlo... termina esto... —logró decir, su voz débil pero llena de determinación.

Issac asintió lentamente, su mirada enfocada en Abaddon. Extendió su mano, canalizando la energía de los agujeros negros que giraban a su alrededor. El aire en el dominio se volvió denso, como si el universo entero estuviera a punto de colapsar en un solo punto.

Rigor dio un paso adelante, colocando su mano en el hombro de Issac.

—Hazlo, pero con cuidado. Este poder es tanto un arma como una responsabilidad. Que tu fuerza sirva para proteger, no para destruir sin razón.

Issac cerró los ojos por un momento, dejando que las palabras de su maestro lo guiaran. Luego, los abrió, llenos de decisión.

—Abaddon Onom... este es tu fin.

Con un movimiento calculado, Issac canalizó toda la energía de su dominio hacia un solo ataque. Un agujero negro supermasivo comenzó a formarse sobre el demonio, su atracción tan poderosa que el mismo espacio-temporal parecía desmoronarse. Abaddon gritó con desesperación, incapaz de escapar del destino que se le avecinaba.

Issac, concentrando la energía de todos los agujeros negros en su cuerpo, dejó que la inmensa fuerza del vacío se fusionara con su propia esencia. Cada fibra de su ser parecía brillar con un resplandor blanco cegador, una manifestación pura de poder comprimido y enfocado.

Extendiendo su mano, una esfera blanca empezó a formarse, pequeña al principio, pero densa y cargada con el peso del vacío mismo. Sus bordes parecían vibrar con un poder indescriptible, distorsionando el espacio a su alrededor.

—Molécula Destructiva Lanikea —pronunció Issac con una voz firme, pero cargada de una intensidad que resonaba como un eco a través del dominio.

Con su dedo índice apuntando directamente al pecho de Abaddon Onom, Issac disparó. Una luz blanca, más brillante que cualquier estrella, salió disparada de la esfera, viajando a una velocidad inimaginable. La luz atravesó el dominio como una ráfaga de destino ineludible, llevándose consigo cualquier resistencia en su camino.

Abaddon Onom, atrapado por la gravedad y el poder absoluto del dominio, apenas tuvo tiempo de gritar antes de que el ataque lo impactara. La luz atravesó su cuerpo, creando un silencio ensordecedor seguido por una explosión masiva de energía que hizo temblar toda la estructura del dominio.

El cuerpo de Abaddon comenzó a desmoronarse desde el punto de impacto. Sus gritos de furia y desesperación se desvanecieron mientras su forma era consumida por la luz blanca, reduciéndolo a partículas que fueron absorbidas por el vacío de los agujeros negros.

Cuando la luz finalmente se disipó, el dominio de Issac comenzó a desmoronarse lentamente, regresando al mundo real. Issac cayó de rodillas, exhausto, con su cuerpo temblando por el esfuerzo monumental.

Rigor se acercó rápidamente, colocando una mano firme en su hombro.

—Lo hiciste bien, Issac. Demostraste tu valía y el poder de tu linaje.

Zoe, tambaleándose por el agotamiento, se acercó a su hermano, inclinándose para apoyarlo.

—Hermanito... lo logramos —dijo con una leve sonrisa, aunque sus ojos mostraban preocupación por el estado de Issac.

El lugar quedó en silencio, con el aire aún cargado de la energía residual de la batalla. El demonio Abaddon Onom había sido derrotado, y con ello, un legado familiar se había reivindicado en manos de los hermanos.

Rigor observó a Issac y Zoe, ambos agotados pero victoriosos, y no pudo evitar sonreír con una mezcla de orgullo y nostalgia.

Colocando una mano en el hombro de Issac y mirando a Zoe, dijo con voz solemne pero cargada de calidez:

—Se parecen mucho a su abuelo Diego. No solo en apariencia, sino en espíritu.

Issac, respirando profundamente mientras trataba de recuperarse, alzó la mirada hacia Rigor.

—¿De verdad crees eso? —preguntó, con un dejo de incredulidad pero también orgullo en su voz.

Rigor asintió lentamente, cruzándose de brazos.

—Diego era un hombre valiente, decidido, y dispuesto a sacrificar todo por proteger lo que amaba. Ustedes tienen esa misma chispa, ese mismo fuego. Lo vi en sus ojos durante el combate. Su fuerza no viene solo de sus habilidades, sino de su voluntad inquebrantable.

Zoe, apoyándose en el machete que había heredado, miró el arma con reverencia antes de responder:

—Es un honor escuchar eso... aunque siento que todavía estamos lejos de ser como él.

Rigor dejó escapar una breve risa.

—Diego también empezó como ustedes, dudando de sí mismo. Pero cada paso que dio, cada desafío que enfrentó, lo convirtió en el guerrero legendario que fue. Y hoy, ustedes dieron ese mismo paso. El primer paso hacia un legado que va más allá de su apellido.

El silencio volvió a rodearlos por un momento, roto solo por el susurro del viento que acariciaba el cerro, como si incluso la naturaleza estuviera reconociendo su victoria.

—Descansen ahora —dijo Rigor finalmente, con una mirada más seria—. Esto fue solo el comienzo. Su verdadero potencial aún está por descubrirse, pero no tengo dudas de que ambos superarán incluso las hazañas de Diego.

Zoe e Issac intercambiaron una mirada, y aunque estaban exhaustos, una chispa de determinación brillaba en sus ojos. Habían enfrentado lo imposible y sobrevivido. Ahora sabían que el legado de su abuelo vivía en ellos, y estaban listos para enfrentarse al futuro, juntos.

Fin.