Zhou Yu acababa de salir de la sala cuando vio una multitud reunida en el pasillo.
En el centro de la multitud estaba nada menos que Xu Tao.
Frente a Xu Tao había un hombre con traje, de unos treinta años, con un cigarrillo en la boca, su rostro lleno de arrogancia.
En contraste, Xu Tao parecía bastante pálido y furioso.
En ese momento, el hombre regañó:
—Director Xu, realmente se está tomando muchas libertades, haciéndome esperar tanto tiempo.
Xu Tao ofreció una sonrisa forzada y dijo:
—El precio que está pidiendo es demasiado alto, nuestro hospital no tiene tanto presupuesto para la compra de materiales medicinales.
—Entonces, ¿está diciendo que no los quiere? —preguntó el señor con arrogancia—. ¿Nos está jugando? ¿Sabe cuán preciado es mi tiempo?
A medida que se reunía más y más público, Xu Tao se tragó su enojo y dijo:
—Señor Zheng, respecto al asunto de estos materiales medicinales, hablemos en otro momento.
