Qiao Chuanjiang se lamentaba:
—Para, detente ya...
—¡Estaba equivocado, de verdad lo estaba!
Solo entonces Zhou Yu retiró las agujas de plata de su cuerpo.
Tumbado en el suelo como un perro muerto, Qiao Chuanjiang estaba completamente empapado en sudor.
—Habla, ¿qué está pasando realmente?
Qiao Chuanjiang luchó por levantarse del suelo, su voz hueca cuando dijo:
—Sólo estaba siguiendo órdenes, fue la Familia Gao quien me dijo que hiciera esto.
—Aunque me torturen hasta la muerte, no hay nada que pueda hacer.
Zhou Yu dijo indiferente:
—No quiero escuchar tus tonterías, solo dime, ¿todavía tienes en tus manos el contrato de la Línea 10 del Metro?
Qiao Chuanjiang guardó silencio por un momento antes de asentir.
—Sí, pero no te lo puedo dar. Si lo hago, igual moriré. La Familia Gao no me perdonará.
Zhou Yu sonrió débilmente.
—Siempre y cuando te mantengas callado, ¿quién lo sabrá?
—¿Qué? —Qiao Chuanjiang quedó atónito.
