Gordito se sobresaltó al escuchar esto, y cuando levantó la vista, vio una sonrisa sincera parpadeando en los ojos de Liang Fei, lo que lo dejó desconcertado.
—Jefe... —Gordito estaba bien consciente del temperamento arrogante de Zheng Zhiwei. Si no comía hoy, Zheng Zhiwei podría llamar a Qiangzi, y él y Liang Fei inevitablemente no podrían escapar de una paliza brutal.
Él era un hombre de gran lealtad. Habiendo reconocido a Liang Fei como su jefe, nunca se quedaría de brazos cruzados viendo sufrir a su hermano.
—Está bien, sigue comiendo, ¡y no te preocupes por los ladridos de ese perro! —Viendo la expresión angustiada de Gordito, Liang Fei le habló gentilmente e incluso añadió algo de comida a su plato.
—Chico, ¿te atreves a llamarme perro? —Zheng Zhiwei, que estaba de pie cerca, evidentemente estaba furioso por las palabras de Liang Fei, sus ojos se agrandaron mientras soltaba un grito de enojo.