—¡Eso es realmente grandioso! —Jiang Yutong y su hijo parecían extáticos, sus rostros llenos de un atisbo de asombro mientras observaban a Hao Jian. Desde que Hao Jian había aparecido, su familia había sido como si se hubiera despojado de una maldición, con buena fortuna siguiéndoles una tras otra.
Incluso la persistente dolencia que atormentaba a Jiang Qihui comenzó a mostrar signos de mejora bajo la curación milagrosa de Hao Jian. En ese momento, la admiración de la familia Jiang por Hao Jian se había convertido en algo más que respeto.
—En mi camino hacia aquí, olvidé comprar una bolsa de hierbas. Necesito ir a la farmacia ahora —dijo Hao Jian.
—No hace falta, Profesor. Déjeme ir por usted. Dígame qué necesita —propuso Jiang Yutong, sin querer permitir que Hao Jian se encargue personalmente de tales recados.
—Está bien entonces, solo necesito una bolsa de Loto Corazón Penetrante. Verifique en la farmacia cercana; deberían tenerla —respondió Hao Jian.
