—Profesor, ¿por qué llegaste tan tarde? Casi recogemos todo y nos fuimos —dijo una chica con algo de reproche en su voz.
—Ah, la razón es que el anciano en la puerta se negó tercamente a dejarme entrar. Dijo que no parecía un profesor, lo cual no es sorprendente después de todo; parezco una estrella, no un profesor. Es normal que él piense así —dijo Hao Jian, riendo.
—Quizás pensó que eras un pervertido —soltó Luo Tong sin pensar.
—¡Fuera! —Hao Jian pateó a Luo Tong en su trasero regordete, y Luo Tong encogió la cabeza y salió dócilmente.
—Entonces, ¿cómo lograste entrar? —preguntó Zhao Yating con curiosidad.
—¡Salté la pared! Maldita sea, si él tiene su Zhang Liangji, yo tengo mi escalera. No hablemos de esto ahora. Encuéntrame un par de pantalones que me queden —solicitó Hao Jian.
—¿Buscar pantalones? ¿Para qué necesitas pantalones? —Todos estaban desconcertados. ¿Por qué de repente necesitaría pantalones?
