En ese momento, el público comenzó a ingresar al recinto uno tras otro, el ruido alcanzaba un crescendo a medida que el lugar se llenaba.
Fue en ese momento cuando los fanáticos notaron algo inusual: docenas de asientos en la parte más frontal del auditorio estaban conspicuamente vacíos.
Sentado entre esos asientos había un hombre vestido con ropa de diseñador que parecía un señorito mimado, flanqueado por dos mujeres impresionantemente hermosas, con guardaespaldas rodeándolos, impidiendo que alguien se acercara.
Mucha gente se movía descontenta, pensando que era algo excesivo que tres personas ocuparan docenas de asientos, especialmente cuando tantos otros ni siquiera podían comprar un boleto. Sin embargo, este joven había monopolizado tantos lugares para sí mismo y tenía guardaespaldas protegiéndolo; ¿no era esto alardear un poco demasiado?
—¿El dinero te hace tan grande, eh? —un hombre con anteojos resopló descontento.