Liang Jiankun no se atrevía a emitir ni un sonido, pues temía acabar como Kong Xiaozhen.
En este momento, ambos tenían un semblante bastante peculiar; la cara de Liang estaba enrojecida de ira contenida, mientras que la de Kong mostraba el palidez del agotamiento.
—Hao Jian, te juro que desearás estar muerto —dijo Kong Xiaozhen entre dientes, con sus estrechos ojos de fénix lanzando frías dagas. Se parecía a una bestia devoradora de hombres, con un único pensamiento: devorar a Hao Jian.
Hao Jian le había derribado la corona y luego lo había pisoteado, un acto que llenó a Kong Xiaozhen de un resentimiento sin límites.
Sin embargo, antes de que pudiera terminar de hablar, una mano se extendió y presionó la cabeza de Kong Xiaozhen, doblándolo por la cintura a la fuerza.
—¡Puh!
La cara de Kong Xiaozhen fue empujada hacia la misma suciedad que había vomitado.
—¡OH! ¡MIERDA! —exclamó un extranjero rubio con una expresión retorcida, claramente disgustado por el espectáculo ante él.