Sabía que Hao Jian podría haberlo matado con ese golpe de ahora, pero Hao Jian había elegido no hacerlo. Lei Yuzhe entendió que Hao Jian se había contenido con esa bofetada. De lo contrario, su rostro estaría ahora más que solo hinchado.
—El Paraíso Sangriento es un paraíso para los luchadores, no un mercado para la Familia Lei. Sería mejor que entendieras que puedes ganar dinero aquí porque yo lo permito, pero eso no significa que puedas tratar al Paraíso Sangriento como tu propiedad. Hoy te perdono la vida por respeto a mi conocimiento del Viejo Lei, pero si sucede de nuevo, ni siquiera el Rey Celestial te salvará, ¿entendido? —Hao Jian desafió oscuro.
Lei Yuzhe asintió apresuradamente, su corazón lleno de emociones encontradas.
Podía empatizar con la ira de Hao Jian, pues si hubiese sido su propio hermano el dañado sin razón, adivinaba que habría estado igual de furioso.
—¡Ahora, largo de aquí! —dijo Hao Jian sin gracia.
