—Xu Donghe colgó el teléfono directamente, pensando que Hao Jian estaba llamando para pedir el contacto de Cheng Weiwei.
—Maldita sea, este viejo bastardo —Hao Jian no pudo evitar maldecir, marcando el teléfono nuevamente.
—¿Qué quieres? —dijo Xu Donghe con impaciencia.
—Viejo bastardo, estoy en la ruina, envía algo de dinero rápido para ayudarme —exigió Hao Jian con enojo.
—No tengo dinero, no voy a dar, ¡pérdete! —Xu Donghe colgó el teléfono otra vez.
—Maldición, esto es una mierda —Hao Jian estaba tan enfadado que casi saltaba, llamando a Xu Donghe por tercera vez. Esta vez habló primero:
— Viejo bastardo, si te atreves a colgarme otra vez, ¿crees que no iré ahora mismo a tu casa y violaré y mataré a Cheng Weiwei?
—¿Qué demonios quieres?
—¡Dinero!
—Te lo daré mañana. Ahora no tengo tiempo —rechazó Xu Donghe con franqueza.
—Entonces, ¿dónde voy a dormir esta noche?
—En las calles, debajo del puente, ¡elige tú!