Fuera de la ventana, una brisa fría entraba, revolviendo el cabello de Shu Ya, su rostro aún tenía leves rastros de lágrimas, pero sus labios sonreían.
—Por fin, lo he dicho.
Este era el dolor eterno en su corazón, una ternura que siempre había sido reacia a tocar. Sin embargo, hoy había hablado de ello, haciéndola sentir aliviada ahora.
Lo había reprimido durante demasiado tiempo, y ahora se dio cuenta de que lo había dejado ir.
A diferencia de Shu Ya, al salir de la oficina, Hao Jian sentía un gran peso en su corazón.
Porque se dio cuenta de que esta era una mujer frágil, no era tan fuerte como él imaginaba, ella también necesitaba a alguien que la protegiera.
Hao Jian se apoyó en la puerta de la oficina, dio una profunda calada a su cigarrillo, luego lo exhaló, y comenzó a reír mirando al techo.
—¡Desde ahora, yo te protegeré!
Dentro y fuera de la puerta, dos figuras, pero en este momento se formaba entre ellos un lazo silencioso.
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