Kayl sintió un cosquilleo recorrer su piel al cruzar el portal, como si el mundo entero se disolviera a su alrededor. Por un instante, flotó en medio de luces y sombras, envuelto en una sensación extrañamente familiar, aunque no lograba recordar de dónde. Luego, de repente, la sensación desapareció, y el suelo firme volvió bajo sus pies.
Abrió los ojos, todavía temeroso de lo que pudiera ver. Ante él se extendía un mundo completamente distinto al que conocía, como si el tiempo y el espacio fueran solo ideas borrosas aquí. Todo alrededor pulsaba con una energía intensa; el aire mismo parecía respirar lentamente, con un latido grave y profundo. El suelo bajo sus pies era una superficie translúcida, y cada paso que daba enviaba ondas hacia fuera, que se desvanecían al instante.
La luz aquí no venía de un sol o una luna, sino que parecía brotar de todas partes, de una fuente invisible pero omnipresente. Alzó la vista al cielo, un vasto lienzo que cambiaba de tonos: violeta, dorado, verde suave. El paisaje era como un sueño, hermoso y caótico a la vez, y aunque no se sentía real, había algo en él que lo conectaba a un recuerdo profundo, como si alguna vez hubiera estado aquí.
A lo lejos, montañas flotaban suspendidas en el aire, y pequeñas luces parpadeaban sobre sus cimas como estrellas fugaces. Kayl notó también formas extrañas que se movían a la deriva, esferas de luz y cintas luminosas que se alargaban hacia el cielo. El silencio se llenaba de ecos suaves, susurros sin palabras que parecían hablarle directamente a su piel. Sintió un leve escalofrío, como si el propio mundo lo estuviera observando.
De repente, una figura apareció frente a él, iluminando el entorno con un brillo dorado. Sus contornos se difuminaban, y sus ojos emitían una luz penetrante, tan profunda que Kayl sintió que podía ver a través de él.
—Bienvenido al mundo espiritual —dijo la figura, sin mover los labios; su voz resonaba en su mente, como si las palabras se mezclaran con sus pensamientos—. Aquí, las reglas de tu realidad no tienen sentido. Lo eterno es lo único que permanece.
Kayl intentó hablar, pero sus palabras no salieron. Este lugar parecía desafiar todo lo que conocía y, sin embargo, había en él una extraña familiaridad que lo atraía, como si alguna parte de él hubiera estado esperando regresar aquí.