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Chapter 8 - La Marca del Silencio

Con el pasar de los días, la tensión entre ambas comenzó a crecer, de forma tan sutil que resultaba imperceptible para quienes las observaban desde afuera. Las cartas empezaron a aparecer con mayor frecuencia, cada una sembrando una semilla de desconfianza entre ellas. Algunas contenían frases enigmáticas, y otras, preguntas que parecían apuntar directamente a los pensamientos que Julieta intentaba controlar.

"¿Estás segura de que sabes todo lo que necesitas?"

"A veces, la perfección es solo la máscara de algo más profundo."

Julieta intentó ignorarlas al principio, pero la constante intrusión de esos mensajes comenzó a nublar su juicio. Cada mirada de Celestria, cada abrazo, incluso cada sonrisa, se volvían momentos que analizaba en exceso, buscando señales de un engaño que su mente le aseguraba que existía.

Una tarde, incapaz de soportar más el peso de la incertidumbre, Julieta confrontó a Celestria con una pregunta directa.

—¿Hay algo que quieras decirme? —preguntó, su voz más frágil de lo que pretendía.

Celestria la miró, sus ojos oscureciéndose con una expresión de confusión y frustración.

—¿A qué te refieres? ¿Por qué te comportas así últimamente?

Julieta vaciló, sintiendo cómo el impulso de desconfianza comenzaba a desmoronarse, dejándola vulnerable, insegura de las razones detrás de sus propias dudas.

—A veces siento… siento que hay algo entre nosotras, algo que no puedo ver.

Celestria se acercó, tomando su rostro entre las manos, mirándola con una intensidad que no dejaba lugar a dudas.

—Julieta, no sé qué ideas te estás haciendo, pero estoy aquí contigo, completamente. Sea lo que sea lo que te inquieta, no dejes que te consuma.

A pesar de sus palabras, Julieta no pudo evitar sentir cómo una sombra se cernía sobre ellas. La presencia del "Arquitecto" era todavía imperceptible, pero su influencia había comenzado a carcomer el vínculo que unía a Julieta y Celestria.

La noche se había adueñado del apartamento, envolviendo todo en un manto de sombras que danzaban suavemente con la luz de las velas parpadeantes. El silencio, al principio incómodo, se tornó en un aliado, creando un espacio donde las palabras parecían innecesarias. Julieta se acercó más a Celestria, sintiendo la calidez de su piel, un faro en la penumbra.

Sus miradas se encontraron, y en ese instante, todo el dolor del mundo exterior se desvaneció. Las manos de Julieta comenzaron a explorar, trazando caminos delicados a lo largo de los brazos de Celestria, como si estuviera pintando un cuadro en su piel. Cada roce era un susurro de promesas, cada contacto una confesión no pronunciada.

Celestria, con un brillo travieso en los ojos, respondió al toque de Julieta, dejando escapar una risa suave, casi musical. Ese sonido resonó en el pecho de Julieta, y sintió cómo su corazón se aceleraba, dictando un ritmo nuevo en el que solo existían ellas dos.

Sin poder contenerse, Julieta se inclinó hacia adelante, dejando que sus labios rozaran suavemente los de Celestria. Fue un gesto sutil, cargado de una intensa conexión. Celestria, al sentir la calidez de Julieta, inclinó la cabeza un poco más, y la conexión se hizo inevitable. Sus labios se encontraron en un beso que comenzó como un suave roce, cargado de dulzura y exploración.

A medida que la noche avanzaba, se sumergieron en una danza de emociones, cada momento un reflejo de su deseo compartido. Las manos de Celestria se deslizaron por el cabello de Julieta, mientras esta, a su vez, exploraba el contorno del rostro de su compañera. La luz de la luna iluminaba la habitación, creando un aura mágica que envolvía cada gesto, cada susurro.

Mientras la conexión se profundizaba, Julieta sentía que una sombra se cernía sobre ellas. La incertidumbre del mundo exterior, el eco de las cartas y el misterio del "Arquitecto" trataban de infiltrarse en su burbuja. Sin embargo, en ese instante, decidió aferrarse a lo que las unía, dejando que el momento presente ahogara las dudas que amenazaban con interrumpir su intimidad.

En esa noche envuelta en sombras, Julieta y Celestria encontraron consuelo la una en la otra, compartiendo no solo sus cuerpos, sino también sus miedos y anhelos. La conexión que habían cultivado se convirtió en un refugio, un espacio donde podían ser vulnerables, lejos de las expectativas y los juicios del mundo exterior.

Con cada mirada, cada toque, se prometieron un escape momentáneo de la realidad, un lugar donde la complicidad y el deseo pudieran florecer sin restricciones. Y así, mientras la noche se adentraba más en su abrazo, cada una sabía que, aunque la sombra del "Arquitecto" las acechaba, por esa noche, estaban a salvo, juntas en su mundo.

La noche continuaba su danza silenciosa, y las luces de la ciudad parpadeaban como estrellas caídas, creando un telón de fondo perfecto para lo que estaba a punto de ocurrir. Julieta y Celestria se encontraban en la calle, alejándose del apartamento donde habían compartido momentos tan íntimos. Sin embargo, la magia de la noche parecía envolverlas, despertando una chispa que las incitaba a seguir explorando su conexión.

Mientras caminaban, la tensión entre ellas se hizo palpable. Cada mirada que intercambiaban estaba cargada de significado, como si los mundos que las rodeaban se desvanecieran en el aire fresco de la noche. Celestria, divertida y provocativa, se detuvo de repente y miró a Julieta con una sonrisa pícara. "¿Qué tal si nos olvidamos del mundo por un momento más?", sugirió, su voz un suave susurro.

Julieta sintió un cosquilleo recorrer su columna vertebral, y antes de que pudiera contestar, Celestria la tomó de la mano y la condujo hacia una calle menos transitada, donde las sombras parecían más densas y acogedoras. El eco de sus pasos resonaba suavemente, pero pronto el sonido se disipó, absorbido por el murmullo de la noche. Las luces de la calle se volvían más tenues, creando un refugio de privacidad en un mundo que aún seguía girando.

Fue en ese instante, rodeadas de sombras y luces parpadeantes, que la atracción se hizo innegable. Julieta sintió cómo el deseo brotaba entre ellas, y antes de que pudiera detenerse a pensar, sus labios se encontraron una vez más. Este beso era diferente, cargado de una urgencia que parecía empujar el tiempo hacia atrás, ignorando todo lo que había fuera de ese momento.

Celestria, sintiendo el impulso de la emoción, se acercó aún más, sus cuerpos casi fusionándose. La chispa de su conexión se encendió con fuerza, llevándolas a perderse en una vorágine de sensaciones. Cada roce, cada susurro, las transportaba a un estado donde nada más importaba. Era como si el mundo a su alrededor se desvaneciera, dejando solo el ritmo de sus corazones latiendo en perfecta sincronía.

Sin pensar, se adentraron más en la oscuridad de un callejón estrecho, donde las sombras las acogieron en su abrazo. La emoción de ser descubiertas solo intensificaba su deseo, creando una atmósfera de peligro que las hacía sentir más vivas que nunca. Se olvidaron de todo: de "El Arquitecto", de las cartas, de las sombras que acechaban en su vida cotidiana.

Las luces de la ciudad seguían brillando, y las risas y conversaciones de transeúntes resonaban en la distancia. Pero en ese momento, Julieta y Celestria estaban sumergidas en su propio universo. Celestria, con una mirada desafiante, invitó a Julieta a dejarse llevar, y así lo hizo, entregándose a la magia de la noche.

Sus cuerpos se movían al compás de una música silenciosa, y la noche se convirtió en su cómplice. Mientras la brisa nocturna acariciaba sus rostros, en ese oscuro rincón de la ciudad, se entregaron a la intimidad que las unía. Aunque el mundo continuaba girando a su alrededor, en su burbuja de amor y deseo, se sintieron libres, aunque solo fuera por un instante.