"Hola a todos. Quiero informarles que además de publicar mi historia aquí, también la estoy subiendo a un canal de YouTube llamado Dreamy Abyss (Fanfic Bloody Darkness). Sé que algunos de ustedes prefieren escuchar en lugar de leer o simplemente buscan una forma más conveniente de seguir la trama, así que he decidido crear este canal. Allí encontrarán la historia en formato de audio, con actualizaciones regulares. Si te gusta consumir contenido de esta manera, no dudes en suscribirte y estar al tanto de los nuevos capítulos."

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Buenas, gente. Estuve ocupado resolviendo una discrepancia que encontré. Puede que sea un error de fuente, pero no se especifica claramente cuándo sucede la Guerra Santa en la que Dios muere. En algunas fuentes se menciona que murió hace milenios, pero hay un vacío en la información. Si esto fuera cierto, entonces surge la pregunta de cómo encajan eventos como la vida de Jesús, que en el anime claramente sucedió, o la creación de Excalibur, que fue forjada por Dios mismo. Más adelante, esa espada legendaria se rompió, lo cual me lleva a una posible teoría.
No estoy seguro si se menciona en las novelas, mangas o el anime, ya que no lo recuerdo con precisión, pero se sospecha que Dios murió durante la Guerra Santa. Aquí es donde entra mi teoría: si seguimos la leyenda original, Arturo murió en el año 537 d.C., lo que implicaría que Dios murió antes de esa fecha.
Mi sospecha es que la ruptura de Excalibur, una espada supuestamente todopoderosa e irrompible, ocurrió porque Dios murió años antes, debilitando su autoridad sobre la espada. Con su muerte, la invulnerabilidad de Excalibur también se debilitó, lo que permitió que fuera destruida. Mi teoría es que la Guerra Santa del anime tuvo lugar en el siglo 6, donde murieron Dios y los reyes demonios originales, lo que llevó al colapso de las facciones, dejándolas en un estado débil.
Aunque los líderes de las facciones murieran, una guerra de ese tipo no se detiene de inmediato. El conflicto siguió durante años, incluso después de la muerte de Dios. Sin embargo, con los líderes caídos, la motivación para continuar la guerra se perdió y se llegó a una tregua. A pesar de que los ángeles caídos parecían tener la ventaja, hay que recordar que también eran ángeles. Aun siendo expulsados, la muerte de Dios, su creador, los afectó.
Además, el infierno quedó inestable y se fue degenerando hasta que, en el siglo XVI, ocurrió la guerra civil entre los demonios, lo que dio lugar al nacimiento y ascenso de Sirzechs y los Maous actuales. Aún hay algunos vacíos en la historia, pero es lo mejor que he podido teorizar. Espero que esto ayude a resolver cómo desarrollaré la trama.
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Capítulo 4: Papá ha vuelto y no está para nada contento.
Dios se sobó la frente, intentando aliviar la presión de la migraña que le causaba procesar milenios de información. A su alrededor, el aire estaba cargado de tensión, y un leve temblor en el suelo recordaba el caos que había presenciado. Aunque tenía conocimientos básicos sobre este nuevo mundo, había cosas que no comprendía. Por ejemplo, la existencia de otros seres que se hacían llamar dioses, arrogantes hasta el punto de considerarse su igual o, en algunos casos, superiores.
¡A él!, el puto creador del universo... Bueno, no de este, pero era irritante. Esa arrogancia solo contribuía al desorden de este mundo. Su mirada se endureció al recordar las explosiones de energía que había presenciado, el sonido ensordecedor y el destello brillante que había dejado destrucción a su paso.
Alzó la vista cuando un duplicado suyo apareció frente a él, como si el espacio se hubiera dividido. Era una réplica exacta, tanto en poder como en pensamiento, un efecto de su habilidad de omnipresencia que le permitía estar en múltiples lugares al mismo tiempo. Había tomado esta forma porque no podía descuidar su universo mientras trataba de arreglar el desorden de este.
Su duplicado asintió, y en ese momento, una rasgadura familiar en la realidad se abrió, formando un portal en el aire. El viento sopló, moviendo las prendas de ambos. Con los recuerdos de su yo en este lugar, se ahorró el trabajo de buscar su universo. Con una reverencia, su duplicado se preparó para entrar en el portal, pero antes de que se marchara, lo llamó.
—Dámela —dijo Dios, levantando la voz, haciendo que su duplicado se detuviera en seco, mirándolo con sorpresa.
—¿Estás seguro? Has destinado una parte considerable de ti a mí —respondió el duplicado, la duda reflejada en su expresión.
—Sabes que este universo está jodido. No necesitan a un creador; necesitan algo más —declaró Dios, con una mirada seria, firme en su decisión.
—Hmm, está bien. Prepararé a los exorcistas para traerlos aquí. También a Emili... Necesita un golpe de realidad. Después de su espectáculo con la hija de Lucifer, es obvio que los demás seres celestiales no quieren tenerla en los cielos. Aunque Sera tenga poder allí, eso no será suficiente —dijo el duplicado, llevándose una mano al pecho.
Dios asintió, su mente ya calculando los próximos pasos mientras el ambiente a su alrededor se mantenía en silencio, como si el universo mismo esperara su decisión.
—Tienes razón. Emili no puede quedarse en los cielos en estos momentos, considerando lo que hizo con... ¿cómo se llamaba? —preguntó Dios, invocando una copa de vino con un gesto despreocupado.
—Charlie —respondió el duplicado, frunciendo el ceño en concentración, como si buscara recordar cada detalle.
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—Exacto. Unos años fuera de mi cielo harán que el ánimo agitado se calme, y Sera no podrá decir nada, ya que, de por sí, la cagó con Adán. Así que, esperaré su llegada; de todas formas, debe terminar su aprendizaje —dijo Dios mientras observaba a su duplicado sacar algo de su propio pecho. En ese momento, una presencia oscura, indescriptible, se expandió ante él, provocando que los cimientos de esta realidad crujieran en pánico.
—Y pensar que solo un pequeño mordisco desató la existencia del pecado en el mundo —dijo el duplicado, mientras una fruta extraña se posaba en su mano. La fruta, hecha de carne, latía como un corazón. Eva, al morderla, debió haberla visto como una manzana, no como lo que era ahora. Esta fruta estaba encerrada en una esfera de luz que reprimía su esencia.
—El caos reina en todos lados. La luz y la oscuridad son necesarias para la vida, pero hay que controlarse. Este es el fruto que contiene un lado de mí, un lado que mi mundo aún no está listo para ver. Sin embargo, este mundo... —Dios no terminó la frase mientras tomaba la fruta prohibida y la introducía en su propio cuerpo.
Eva solo comió un pequeño pedazo y fue suficiente para que sucediera lo que sucedió. Esa fruta fue creada con un propósito, como todo lo demás. El bien y el mal, luz y oscuridad, orden y caos, todos provenían de "él" mismo origen.
Pero este no era el momento ni el lugar para profundizar en eso. Mirando la espalda de su duplicado desaparecer en la brecha entre dimensiones, se preguntó: ¿por qué el otro yo de este universo lo eligió a él, habiendo tantas versiones?
Negó con la cabeza y dejó escapar un suspiro, disfrutando de sus últimos segundos de paz. Cerró los ojos, empapándose de la existencia de este mundo y de todas las presencias que podía sentir.
—Pa papá... ¿eres tú? —tartamudeó una voz femenina.
Dios abrió los ojos y vio una hermosa chica arrodillada al final de las escaleras de su trono. Sus ojos azul cielo estaban llenos de lágrimas, y su cabello rubio ondulado, junto con su voluptuosa figura, contrastaban con su cara inocente. En ese instante, Dios no pudo evitar pensar: ¿qué puto mundo de pervertidos es este?.
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—Hija mía, es bueno verte de nuevo —dijo Dios, ahora como el dios bíblico de este mundo. Con la absorción de los recuerdos vino ese pequeño e insignificante permiso del anterior dios para que se hiciera cargo a partir de ahora.
Aunque su pensamiento se cortó, No esperando ser derribado por una mujer angelical que, entre lágrimas y gritos de alegría, lo abrazó como si fuera a desaparecer.
—¡Lo sabía, lo sabía, lo sabía! No morirías; eres papá, después de todo. Aunque no sé por qué te fuiste tanto tiempo... ¡volviste! —gritó Gabriel entre sollozos, mientras le daba un abrazo rompehuesos. Dios dejó escapar un suspiro, resignado a dar la bienvenida al desorden que se aproximaba.
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Michael, un bello hombre de cabello rubio lacio, ojos azules y rostro algo afeminado, corría desesperadamente en el tercer cielo, donde moraban los seres celestiales.
Su túnica de colores rojo y blanco, adornada con grabados en forma de cruz, se agitaba con el viento que golpeaba su figura durante su frenética carrera. La capa y sus anchas hombreras desproporcionadas le hacían perder el equilibrio varias veces, pero sus doce alas doradas se movían con agilidad mientras la luz de los cielos se intensificaba, recuperando la gloria perdida hacía ya muchos años.
Su mente retumbaba con el llamado lleno de furia que resonaba por todo el cielo. La voz, nostálgica y casi olvidada, era inconfundible: era su padre.
Tropezando con varios ángeles en su camino, vio de pasada a algunos Ángeles familiares que lo llamaban, pero no se detuvo. Había sido convocado por un ser que no podía ser ignorado, aunque estaba molesto por muchas cosas. Pero no era el momento y el lugar Al llegar al palacio divino, notó que la estructura irradiaba un calor santo, un calor que estaba recuperando, ya que antes solo había frío y soledad.
—¡Maikol, detente! —gritó su hermano Jophiel, pero lo ignoró porque esto era importante. Entró al palacio sin vacilar, y el mundo cambió. Era como entrar al mundo humano, aunque no lo era; este era el Edén, el jardín de Dios. El hermoso valle de bosques y vida ganaba color con cada segundo. El cielo despertaba, más que una prueba, una confirmación de que su padre había regresado.
Ahora, usando sus alas, Michael sobrevoló el Edén y, por un segundo, juró ver a un ángel en armadura celestial de la era de la primera guerra santa postrado frente a las aguas de la vida. Lo extraño era que tenía alas negras, señal de que era un caído, algo imposible, ya que no podían acceder al cielo a menos que su padre lo ordenara. Esa visión llenó su corazón de esperanza, pero también de miedo. Después de todo, no había sido un gobernante digno de los cielos.
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Cuando divisó a lo lejos el trono de su padre, comenzó a descender. Al estar lo suficientemente cerca para distinguir los rasgos de la figura sentada en el trono, la confusión lo invadió. ¿Quién era ese? Sus pensamientos se cortaron en seco cuando cayó desde una altura de quince metros, directo contra la superficie del lago, debido a una poderosa presión sobre su cuerpo.
El ángel se desplomó del cielo como una roca y chocó contra el lago, fallando por escasos centímetros en golpear a Gabriel, que estaba sentada en posición de geisha con un notable bulto en la cabeza. La chica hacía pucheros, con los ojos brillando por lágrimas no derramadas.
Dios se estiró la espalda, provocando un audible crujido que resonó en toda la zona.
—Bien, bien, ya estás aquí —murmuró el ser de cuatro ojos, mientras estos se fijaban en Michael, quien lo miraba, confundido.
—¿Eres realmente tú, padre? —preguntó el rubio, recordando a alguien de aspecto muy diferente.
—Por supuesto que lo soy, solo que mi apariencia difiere de lo que recuerdas —respondió Dios con simpleza mientras se sentaba nuevamente en su trono y la restauración del cielo continuaba.
Michael vaciló en su duda al ver la clara prueba de que este era su padre. Pero el aspecto y el aura eran diferentes. Donde antes había un hombre, ahora se alzaba una entidad apenas humanoide, con inquietantes ojos flotantes y una boca anormalmente grande. Donde antes existía una cálida y reconfortante luz que iluminaba la oscuridad, ahora había un aura todopoderosa, dominante y fría.
Como si leyera sus pensamientos, Dios se inclinó hacia adelante en su trono y sus ojos se fijaron en los ángeles, quienes se estremecieron.
—¿Después de lo que sucedió, crees, Michael, que las cosas seguirían siendo iguales? Soy el Dios bíblico, sí, pero no el que conoces. Soy el que necesitan ahora, para evitar que este universo colapse. Ya está en un 70% de ese camino, de hecho. Lo que me lleva a la pregunta: ¿qué han estado haciendo todos ustedes en mi ausencia? —dijo Dios fríamente, cada palabra apuñalando a los dos ángeles de manera diferente. A Gabriel, porque ya no estaba ese padre cariñoso de antes, y a Michael, porque fue directamente criticado como gobernante.
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Yo... yo... intenté decir "Michael", pero el movimiento negativo de la cabeza de Dios lo detuvo. "No importa lo hecho, hecho está. Ahora solo queda arreglar el desastre que se ha generado en mi ausencia. Los demonios corren desenfrenados, los ángeles caídos conspiran, mientras los ángeles en los cielos agonizan. Y por último, lo más grave: los demás dioses están descaradamente menospreciando mi panteón," dijo Dios con desdén, mientras se acomodaba en su trono.
Michael hizo una mueca, porque todo lo que había dicho Dios era cierto. Aunque en la superficie todo parecía estar en una tensa paz, la realidad era que muchos panteones veían a la facción bíblica con ansias depredadoras. Por eso Michael estaba tan desesperado por crear un tratado de paz con las demás facciones de su panteón; si continuaban así, desaparecerían.
Era humillante que, en lugar de un reencuentro emotivo y lleno de emociones, su padre hubiera sido empujado de vuelta al trabajo para solucionar todo su pésimo manejo de las cosas. El miedo de Michael a terminar destruyendo el sistema que su padre había dejado tras su aparente muerte lo había hecho vacilante y paranoico. Pero ahora, con su padre de regreso, sintió que un colosal peso se levantaba de sus hombros. Finalmente podía pensar con más claridad y reflexionar sobre sus acciones pasadas. Oh la falta de ellas.a
Gabriel sintió que iba a llorar. Estaba ahí, sentada frente a su padre, deseando abrazarlo y gritarle por haber tardado tanto en regresar. Ella esperaba que todo el lugar estuviera lleno de ángeles de todos los rangos, celebrando la llegada del Todopoderoso, el Padre, Creador de los Cielos. Se imaginó que todo volvería a ser como antes, cuando su padre demostraba su amor hacia ellos, cuando la mimaba. Pero en cambio, aquí estaban, solo ella y Michael en el centro de los cielos. No había fanfarria, no había emociones positivas ni nostálgicas. En su lugar, solo había una enorme presión.
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Dios dejó salir un suspiro, y sus ojos cambiaron de un brillo afilado a uno más suave. No los culpo del todo; solo esperaba algo mejor, dijo Dios mientras se sobaba la frente, ante la mirada confundida de los ángeles.
—No es su culpa que tenga un idiota como padre —dijo Dios, pensando en su contraparte de este mundo. Era un absoluto idiota. Sí, admitió que tuvo sus errores y meteduras de pata, pero lo que hizo este dios fue, sin duda, garrafal. Su forma de educar a los ángeles fue horrible, haciéndolos tan dependientes de él que no tuvo en cuenta que, si se iba, todo se iría abajo. Por eso organizó el consejo celestial para que los ángeles, con la sabiduría que él les otorgó, tomaran decisiones en su ausencia, porque, después de todo, la Tierra no era el único mundo con vida en el vasto universo.
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Oh, eso le recordó que el dios de este universo era mucho más joven que él; a lo mucho, este dios tendría unos milenios, máximo diez mil años, correspondiente al nacimiento de los humanos en el mundo, ya que la creación de este universo estaba oscurecida.
Pero en su caso, él tenía millones, trillones de años, desde el nacimiento de su universo. Su nacimiento era confuso incluso para él. Cuando ganó conciencia, fue cuando había apartado un gran espacio del vasto concepto de existencia de todo, que era la cadena del multiverso, rodeado de caos y orden al mismo tiempo, inicio y fin, bien y mal sucediendo al mismo tiempo. Se podría decir que todo eso era él y él era todo. Unos milenios después, comprendió su propia existencia y aprendió a dominar todo en su dominio. Inició lo que los humanos llaman el Big Bang, la creación de todo. Recordó con nostalgia su primer mundo de la Tierra, un lugar donde los humanos tenían acceso a la magia, con la existencia de seres inhumanos como los dragones, que crecieron al punto de pensar que eran dioses. Lamentablemente, ese mundo llegó a su fin por la propia mezquindad de sus habitantes. A partir de ahí, se creó una serie de mundos que prosperaron a su manera. Hubo muchas versiones de la Tierra que ni siquiera se llamaban Tierra, sino de otras formas: Eternia, Arda, Azeroth, y muchos mundos donde dio total libertad al desarrollo, sin su intervención, más que dejar una fuente de energía alterna, similar a la magia, ki, energía espiritual y más. En esos mundos, fue llamado por diferentes nombres, y al final llegó al que actualmente llama hogar, en el cual agregó la existencia de los ángeles, quienes, por supuesto, no sabían de esto, por el peso de esa información.
Ahora bien, eso en su universo, pero en el infinito que eran los multiversos, se enteró de que uno de ellos, que era tan simple como los humanos ignorantes pensaban creer, todas sus creaciones eran solo ficción y entretenimiento.
Dios gruñó de molestia y apagó su omnisciencia; por eso la limitaba a abarcar solo unos cuantos milenios, porque se perdía en sus pensamientos sobre cosas que no eran relevantes. A veces se quedaba atrapado en un posible estado de pensar en todo al mismo tiempo, donde quedaba atrapado en un bucle de análisis de cosas que pasaron y pasarán por un millón de años, si era afortunado. Traía su mente al aquí y ahora para no arruinarlo al ver posibles eventos que pasarían en este universo o en universos similares, aunque útiles para los mortales que pensaban que conocer posibles eventos de un universo alterno que terminaron por alguna razón. Para él, era diferente, porque sus acciones podían ocasionar el fin del universo... Otra vez. Era mejor seguir la corriente del azar ya que el caos impida más caos, al salir de sus pensamientos, vio a sus hijos, que lo miraban preocupados.
Negando con la cabeza, Dios miró a Michael y preguntó:
—¿Cuál es el estado de los cielos? Oh, ya ni quiero saber qué tan profundo han dejado meter a la religión de los humanos en asuntos celestiales o sobrenaturales —dijo Dios con cansancio. En su universo, la iglesia, aunque con una breve conexión con el cielo, fue suficiente para convertirse en la religión más grande de la historia. El problema era que la historia ha demostrado cuán catastróficas pueden ser las acciones de los fanáticos o los aprovechados, quienes, en su nombre, han hecho cosas indescriptibles bajo la falsa creencia de que estaban cumpliendo su voluntad, que claramente no lo era. Jesús y San Pedro no estaban tan animados después de que la iglesia se volviera, en algunos aspectos, lo que más detestaban.
Michael vio a su hermana. Ambos notaron que su padre parecía desenforcarse, como si no estuviera aquí, sino en otro lugar, porque se quedó callado unos buenos cinco minutos antes de volver y seguir.
Bueno, yo hice todo lo posible para mantener el sistema que creaste en pie, Gabriel estaba vigilando los demás panteones, por lo que la iglesia se controlado mucho, más que algunos Ángeles me informan regularmente que están apegados a lo esperado, pero cuando quiero indagar debo regresar aquí para evitar que el sistema se caiga, dijo Michael vacilante.
—Escuché claramente que dijiste "hise", no "hicimos". ¿Dónde están los demás ángeles de alto rango, los tronos, serafines y arcángeles? En primer lugar, ¿por qué los arcángeles, seres creados únicamente para la protección de los cielos y comandantes de legiones angelicales guerreras, deberían estar forzando sobre sus hombros una labor que no les pertenece? En su lugar, deberían ser los serafines quienes formaran desde el principio un consejo celestial para gobernar en mi ausencia —dijo Dios con el ceño fruncido, mirando a su alrededor y notando la clara ausencia de estos seres.
—Aunque, dado que te forzaste en esta labor, ya no eres un arcángel, sino un serafín —añadió Dios mirando a su hijo. Los rangos celestiales eran muy malinterpretados por los humanos y muchas razas, si consideramos este nuevo mundo. Hay tres jerarquías en los cielos.
Primera jerarquía: Serafines, Querubines y Tronos.
Segunda jerarquía: Dominaciones, Virtudes y Potestades.
Finalmente, la tercera jerarquía: Principados, Arcángeles y Ángeles.
Cada uno cumplía un rol específico que se asignó precisamente por una razón. Solo por estar en un rango u otro no se señalaba inmediatamente su poder. Un ejemplo de esto era Michael mismo, quien, a pesar de ser un arcángel, un ángel de tercera jerarquía, fue capaz de derribar a Lucifer, que era un querubín. Aún se preguntaba por qué la gente confunde a los ángeles de la tercera jerarquía con los querubines de la primera. Los ángeles son guardianes de los humanos escogidos, siendo en su mayoría humanos ganadores o nacidos de los cielos, mientras que los querubines eran los guardianes de lugares críticos en los cielos y en la tierra, como por ejemplo, las puertas de los cielos antes de la llegada de San Pedro. Pero los querubines más fuertes eran los guardianes de la luz y las estrellas, de ahí que Lucifer sea conocido como "estrella del mañana". ¿Por qué tanta seguridad? Oh, bueno, en las brechas entre universos hay males que nacen y que solo buscan destruirlo todo. Una simple palabra lo explicaría: los dioses demonio de Lovecraft. Una mierda para otro momento. Ahí estaba, más allá de preocuparse en eso, en estos momentos, la cuestión era que aquí, en este universo, no había ni una mierda de jerarquía. Simplemente, entre más alas tenga un ángel o demonio, sería más poderoso. Así de simple. Debía dejar de pensar en lo caótico que era todo aquí y concentrarse en resolver.
Michael abrió la boca para preguntar a qué se refería su padre, antes de caer en cuenta de algo muy importante que, de hecho, no había tenido en cuenta: él era un comandante encargado de controlar legiones de ángeles contra las fuerzas que amenazan los cielos. No sabía qué era gobernar; él era un líder que comandaba para la guerra. Ser paranoico y desconfiado era su labor, pero Maikol sintió una jaqueca cuando su mente fue forzada a asimilar información sobre una jerarquía completa que, hace un instante, juraría que no conocía. Finalmente, Maikol se desmayó, con una hemorragia nasal de sangre dorada bajando por su nariz.
—¡Hermano! —gritó Gabriel, saltando a atrapar a su hermano antes de que se hundiera en las aguas. Desmayado, no podía usar su energía angelical para mantenerlo en la superficie.
La chica miró con el ceño fruncido a su padre, una mirada asustada cruzando sus ojos ante un ser que era su padre; sí, pero se sentía un total desconocido en ese momento.
—Me sorprende que soportara hasta este punto. Que se desmayara es natural, después de que le quité el peso de un mundo encima de él. Ahora su mente estará más lúcida cuando despierte —dijo Dios mientras miraba a Michael, quien al fin se dejaba alcanzar por el esfuerzo de hacer algo que no debería. Además, como aún estaba conectado al sistema, puede que parte de su conocimiento se transfiriera a su hijo.
Eso explicaba por qué los cielos habían estado tan indefensos, por qué no había, en primer lugar, un ejército divino. Por eso llamó a las legiones de exorcistas; cubrirían la seguridad de los cielos mientras repara la ruptura del ejército celestial.
—Gabriel, ¿dónde están los demás? Tus hermanos arcángeles, ¿dónde están los serafines? ¿Dónde está todo el mundo? Hay muchos ángeles nacidos aquí, muy pocos ángeles de alto rango, pero el resto del cielo está desierto —preguntó Dios con seriedad, notando algo muy grave: el cielo estaba vacío. Peor aún, no podía sentir en absoluto a Jesús, a ningún santo, ni a Adán. ¿Qué pasó con ellos?
Gabriel apretó sus labios, pero aún así respondió, con un poco de veneno en su voz. Se sorprendió de que sus alas no se tornaran negras con solo el pensamiento de rebeldía.
—La mayoría de los ángeles han caído por tus reglas estrictas, ¡padre! El resto se desvaneció o desapareció en algún punto —dijo Gabriel con sinceridad, pero con sorpresa, mirando sus alas aún blancas, ya que esperaba que se tornaran negras con tan solo replicar a Dios.
—¿Reglas? Esas Reglas estúpidas —dijo Dios, notando el pequeño desastre de su otro yo. Además de crear un simple sistema en el que, entre más alas tenga un ángel, ese es su rango, también había las reglas de que cualquier cosa que se salga de línea era suficiente para una expulsión. La cual arregló. Ser muy flexible era malo, ser muy rígido también lo sería; había que buscar un intermedio, con la única regla firme de que no se podía intervenir en el mundo humano sin su permiso o el del consejo de serafines.
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—Llévalo a su recámara. Ahora mismo no está en condiciones para terminar de arreglar algunas cosas. Prepara la sala de reuniones, llama a los pocos ángeles de alto rango que quedan. Esto está muy malo, el cielo no debe estar desierto. ¿Qué pasó? ¿Qué ha pasado con todo el mundo? —dijo Dios mientras se llevaba las manos a la cabeza, notando la furia que se acumulaba en su interior.
Gabriel sintió que algo andaba mal, faltaba algo. De hecho, Dios llamó al principio a Michael con furia; luego, habló realmente muy poco con ellos, atrapado en pensamientos que ella no era capaz de adivinar. Además, esta versión de su padre le resultaba muy difícil. Antes, él se presentaba con un aura imponente; ahora, lucía estresado. Ella quería subir a consolarlo, pero todo lo que estaba ocurriendo fuera de su zona de confort la estaba causando un caos interno. Apenas había pasado un minuto desde que volvió de vigilar el Panteón Indu para informar que varios de sus dioses estaban comportándose de manera extraña. Al regresar, se topó con un padre que había regresado.
Ella miró a Dios, que se había sumido nuevamente en sus pensamientos. El cielo, al fin, se sentía un poco más estable después de tanto tiempo, pero solo necesitaba un momento a solas para organizar sus pensamientos y emociones. Miró a su padre y quiso decir algo, pero el peso de Miguel en sus brazos le hizo dudar. Al final la convenció la orden de su padre se retiró.
Dios, por fin, sintió que su mente comenzaba a ordenarse. A duras penas pudo hablar con las versiones de Gabriel y Miguel de este universo. Justo cuando estaba a punto de comenzar, su mente asimiló la información que había obtenido y, bueno, mierda.
El cielo estaba desierto, eso era malo. Además, el equilibrio de poder estaba roto. Rojo, Ophis... eran la cúspide actual y ninguno se interesaba por el estado de este mundo. Aunque su presencia mantenía alejados a los males externos, si finalmente decidieran atacar, dudaba que esos dos hicieran algo. Este universo se estaba autodestruyendo, y el Dios bíblico de aquí se dio cuenta después de ganar algo de cordura. Pero fue muy tarde, y cuando se dio cuenta, era demasiado tarde. Por eso, dio literalmente un grito de ayuda, que llegó a él en forma de secuestro después de mil años de retrasó prácticamente.
Con cada crisis de pensamientos intrusivos, al fin pudo dejar de pensar y comenzar a actuar. Levantándose de su trono, miró al cielo. Primero tenía que ver qué quedaba de este cielo. Distrayéndose, se acordó de esos dos postrados en las playas de los cielos. Todo este proceso de retomar su trono le llevó una hora. Se preguntó qué estarían haciendo. Negando con la cabeza, miró con seriedad y sonrió con desprecio a las miles de entidades poderosas que lo espiaban en esos momentos.
—Mierdas arrogantes, piensan acabar con mis esfuerzos. Pues no, ahora estoy aquí, y si es necesario, extinguiré cada panteón —dijo Dios crudamente, mientras su poder se elevaba. Los seres que espiaban contuvieron la respiración.
—Sé que ustedes han tenido que ver con la desaparición o la deserción de mis hijos, que ahora muchos de ellos se resguardan en sus dominios con diferentes nombres. Pero tengan en cuenta: los culpables pagarán —gritó Dios, y así, una onda de choque dorada descendió de los cielos, alertando a cada ser mágico del despertar de un gigante, un gigante muy enfurecido.
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De repente, todo se detuvo en seco. Una risa oscura brotó del ser divino mientras la luz se apagaba a su alrededor. La oscuridad reclamó el mundo en esa área, y miles, millones de ojos se abrieron en el lago, ahora teñido de sangre. El trono, grotescamente, se convirtió en carne, y más ojos se abrieron, de una manera tan espeluznante que parecía imposible.
Un líquido negro se desparramó de su forma, mientras, desde la oscuridad que ahora envolvía el lugar, surgía una sonrisa siniestra, plagada de dientes afilados. Era una aberración, una monstruosidad que desafía la comprensión.
Dios creó el mundo, sí, eso era cierto. Pero Dios también puede destruirlo. Él es el principio y el fin. Esa es la diferencia entre un simple dios y el creador del universo.
Todos los ojos se fijaron en un punto, y el aire se rompió. Una mujer de belleza extraordinaria, vestida con ropas tan escasas que rozaban lo absurdo, y sus pechos eran enfermamente grandes, cayó frente a esa cosa. Esa cosa que alguna vez desterró, en un pánico primigenio, al mismísimo Cthulhu cuando osó invadir el dominio equivocado.
La mujer se orinó encima. El latido de una manzana de carne resonó desde el pecho de la criatura.
"Chi... Chi Chimune Chipaoti-sama te castigará si me haces algo", dijo la mujer tragando saliva, mientras una mano con garras le alzaba el mentón.
"¿Ese es el nombre de la que causó todo esto? Tan cruel, tan vil... que deformó el cuerpo de mi hija Gabriel para esconder ese asqueroso poder en sus venas", una risa ronca hizo eco en el lugar.
La mujer se estremeció cuando la criatura se alzó por completo.
"Dime, ¿cómo se llama el campeón de esta tal Chimune Chipaoti? Comenzaré con él, antes de llegar a esa escoria", susurró el horror, mientras la mujer temblaba, incapaz de hablar.
"Oh... te resistes. Desde que detecté tu asquerosa presencia extranjera, supe al instante lo que ocurrió en este mundo. Tu amo y sus siervos pagarán caro. Podrán lavar la mente de esos dioses con lujuria, corromper este mundo en mi ausencia... pero eso termina aquí", dijo el ser, mientras la oscuridad comenzaba a devorar el cuerpo de la mujer, corrompiéndola.
"¿Qué... qué eres?", preguntó la chica, aterrada.
"Es simple", respondió la criatura, y por un instante su rostro adquirió una apariencia divina antes de retorcerse nuevamente en una aberración imposible. "Soy el principio y el fin. Creación y destrucción. Soy bien y mal. Soy todo y nada. Soy quien gobierna la existencia. Soy el único con derecho aquí... para decidir. Soy el único."
"¡Eres un monstruo!", gritó la mujer, intentando invocar su poder. Pero, para su horror, nada sucedió.
Dios emergió de la oscuridad, ahora en una forma aparentemente más normal, aunque aún sostenía a la mujer en el aire, sujetándola por la garganta.
"Llámame como quieras", susurró. "Soy luz y oscuridad. Mi forma es el reflejo de los actos de los demás, y lo que tu amo ha hecho en mi mundo ha provocado esto. Pero su autoridad ya no tiene valor... su tiempo se acaba. Ahora, dime el nombre del campeón extranjero."
La mujer se negó a hablar, apretando los ojos con fuerza para no ver el horror que la sujetaba. No entendía cómo esa cosa había escapado de la vista de su diosa, pero estaba aterrada. Aún así, confiaba. Sabía que su diosa usaría su encanto para doblegar a este ser. Pero sus pensamientos se cortaron abruptamente cuando sintió un cambio. Sus ojos se abrieron con violencia, y lo que vio... le arrancó cualquier esperanza.
"Oh... mi diosa", susurró, horrorizada. "¿Qué hemos hecho?"
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Fin del capítulo.
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Perdón por este caos de capítulo, pero estuve investigando más y más, y, joder, DxD no tiene nada de los cielos, más que caos, soledad y un muribundo cielo. Mi creciente frustración se filtró en este capítulo, y llegué a escribir mucho, pero no avancé nada en absoluto. Apenas en el siguiente capítulo avanzaré en la trama de la historia.
Sí, necesito ayuda y espero que comenten qué debo tener en cuenta y qué debo empezar a organizar en este caos de universo. De hecho, comenzaré a escribir ahora, y si, Dios va a ser de nuevo como en el Antiguo Testamento, los que entienden saben que esto va a ser muy malo para los demás. Además investiguen todo sobre Chimune Chipaoti.
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