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Chapter 7 - Capítulo 5. perdón

Capítulo 5. Perdón.

Reinare y Asia sintieron una ligera incomodidad cuando los ojos de la mismísima Gabriel se posaron en ellas. Reinare reconoció el cuerpo inconsciente de Michael y se estremeció.

Si el hijo favorito de Dios había quedado en ese estado, ¿qué le esperaba a ella, especialmente siendo Reinare una caída que había pecado al asesinar humanos indiscriminadamente? Ella era un ángel de menor rango que, en algún momento, había sido encargada de vigilar un relicario de un santo durante la guerra santa. Había deseado estar en el frente, ayudando a su padre a enfrentar a los demonios, pero era demasiado débil. Por ello, la llevaron a ser la guardiana de los restos de algún estúpido anciano Muerto.

Cuando llegó la noticia de la muerte de Dios, quedó devastada. Mientras su padre fue asesinado por los sucios demonios, ella estaba a miles de kilómetros del centro de batalla. Se sintió impotente, frustrada y, al final, se odió a sí misma, al punto de dañar su propio cuerpo. Pasó 20 años sentada allí, perdida en su autodesprecio, hasta que se dio cuenta de algo: fue por obedecer a los cobardes de sus hermanos que su padre murió. Por ser complaciente, su padre murió. Fue porque Dios amó tanto a los humanos que se sacrificó para frenar a los demonios que lo atacaban.

Odiaba a los humanos por haber tenido el amor de su padre, al punto de que él murió por su bien. Y, en cambio, los humanos apenas si pensaban en la existencia del Todopoderoso, creyendo en paganos y demonios disfrazados de dioses. Odiaba a los demonios por su egoísmo. Se odiaba a sí misma por ser tan débil. Fue ese odio lo que la hizo caer, pero no le importaba. Estar en un cielo sin su padre era peor que el infierno. Entonces, se obsesionó con el poder, buscando ser más fuerte para poner en su lugar a los responsables de la muerte de su padre. Así, se perdió en su sed de venganza.

Reinare dejó escapar un suspiro. Eso ya no importaba. Padre había vuelto y la encontró en su peor momento.

Él la miró con decepción y desdén, y eso fue peor que saber sobre la muerte de Dios. Ahora, observaba con un poco de envidia a la hermosa Gabriel, quien había recibido personalmente el amor del Padre.

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Gabriel abrio la boca para decir algo, mientras miraba extrañada a la ángel caido y la humana en los cielos mismo, pero sintiendo el peso de su hermano, ella negó con su cabeza y se fue sin decir nada más, ella estaba demasiado conmocionada para quedarse a generar mas dudas sobre ella.

Reinare y Asia dejaron salir un suspiro inaudible y miraron de nuevo hacia el lago. Ya iba casi media hora y la incomodidad se estaba apoderando del dúo.

—Esto, bueno, señora Reinare —intentó decir Asia, pero fue callada con una simple palabra de la ángel caído.

—Nada de "señora". Te asesiné, después de todo. Solo el poder de Padre te ha apartado del alcance de Asrael —dijo Reinare de manera seca.

—¿Asrael? —preguntó Asia con curiosidad, intentando ignorar todo el tema complicado que sucedió hace unos momentos, el cual se le había olvidado por la aparición misma de Dios.

—Es el ángel de la muerte. Eres católica, ¿no? —preguntó Reinare, mirando levemente a Asia, quien asintió de forma firme a pesar de su vacilación; era una devota católica después.

—Bueno, según sea tu creencia —católica, hindú, griega y demás—, sus respectivos dioses de la muerte  reclaman tu alma. En lo que respecta al judaísmo, catolicismo, cristianismo y el islam, Asrael es el que se encarga de recoger tus almas, aunque su trabajo se ha apaciguado mucho en los últimos siglos.

Dijo Reinare mientras Asia que hizo un O con sus labios en comprensión, pero sabía que la chica apenas si entendió una parte.

—En todo caso, Asrael ha estado muy ocupado y estresado, ya que con los demonios reencarnando humanos y los dioses de la muerte de otros panteones robando almas bajo la protección de los cielos, se ha generado un desequilibrio colosal.

lo último que supo de su hermano mayor: estaba en una batalla con Tánatos (Griego) por el derecho a un alma que, a pesar de ser católica, el dios griego reclamaba solo porque había muerto en su territorio.

Además de Tánatos, también tenía que lidiar con Anubis (Egipto), Hades (Grecia), Yama (Hinduismo), las Valkirias (Nórdicos),  Mictlantecuhtli (Mexica) y Osiris de nuevo (Egipto). Y según ella muchas de las almas debotas a los cielos habían dado a dar a quién sabe dónde, por qué las reglas de la muerte de muchos panteones diferían.

 

Aunque, por lo general, muchos de estos dioses respetaban las almas de cada panteón, otros no tanto.

—Entonces, ¿estoy muerta? —murmuró Asia mientras jugueteaba con su cabello rubio.

Reinare dejó salir un suspiro exasperado por la humana. —¿Por qué actúas así? —preguntó Reinare fríamente.

—¿Actuar cómo? —preguntó Asia con inocencia.

—Eso, actuar como si nada. Te engañé, manipulé, te dejé a merced de esos humanos enfermos. Jugué con tus sentimientos, amenacé a tu entre muchas comillas  "amigo", para que aceptaras lo que claramente era tu ejecución, la cual, por cierto, se cumplió. La prueba es la curación crepuscular en mi poder, y aún así, no me ves con desprecio, ira o odio. En su lugar, me ves con lástima —dijo Reinare con molestia mientras se negaba a levantarse de su posición postrada.

Asia dejó escapar una sonrisa suave. —Vi cómo tratabas a Mittelt, a Kalawarner y a Dohnaseek. Detestas a los humanos y a los demonios, pero a los ángeles, así sean caídos o no, los tratas más amablemente —dijo Asia mientras se sobaba el brazo.

—No parecía que buscaras mi don solo por egoísmo, o poder; buscabas algo más —dijo Asia, nerviosa.

—Tsh —chistó la lengua Reinare—. Una de las razones por las que odio a los humanos es que padre les dio estos regalos y ustedes los desperdician. Ni siquiera saben el origen de tu Sacred Gear —dijo Reinare mientras miraba fijamente el lago.

—¿Origen? —preguntó Asia, ladeando la cabeza.

—Los demonios han lavado la mente de la humanidad de tal manera que lo más seguro es que, si padre no hubiera llegado, me habrían matado y revivido como un demonio, inventando un disparate que te haría pintar como una  villana. Aunque lo admito, me dejé llevar un poco en mi venganza y autocrítica. En realidad, no buscaba tu Sacred Gear solo para obtener poder —dijo Reinare con un poco de suavidad, algo que sorprendió a Asia, ya que esto no se relacionaba con el arrogante y siempre sádico ángel caído que había conocido.

—Entonces, ¿por qué dejaste que ese hombre matara a esos inocentes? ¿Por qué hiciste tanto mal? —dijo Asia con vacilación.

Reinare se levantó y extendió sus alas negras mientras su hermosa armadura plateada brillaba con la luz del cielo, y su rostro estaba oculto por el casco, haciendo muy difícil ver su expresión.

—Por eso me enojé tanto cuando te hiciste amiga de ese demonio, en especial de ese chico. ¿Por qué su maldita lengua de plata y falsa amistad te lavan el cerebro?

—¿Por qué crees que están en los infiernos y son castigados con la luz de padre? —dijo Reinare mientras ponía un dedo en el pecho de Asia, haciendo retroceder a la chica.

—Dejé que el loco de Freed Zelzan matara a esos humanos porque estaban haciendo tratos con demonios. Les salvé sus almas al permitir que, si querían, tuvieran una oportunidad en el cielo o que pasaran un tiempo en el purgatorio antes de ir al cielo, y no ir directamente al infierno.

—Sé que Issei te contó que lo maté y por eso se volvió un demonio. No lo maté por despecho o por simple placer. Lo estuve espiando por un buen tiempo, y supe de su fascinación por los senos, de su deseo de ser el rey del harem —dijo Reinare, golpeando el pecho de Asia con cada vez más fuerza.

—Mi vestimenta era mi penitencia, mi sadismo solo mi furia y venganza segandome. Pero a pesar de eso, supe de inmediato que, aunque fuera contra las órdenes, debía matar a Issei cuando me enteré de que tenía un maldito Longinus. Un enano cerdo como ese, con esa clase de poder... ¿qué crees que habría hecho con cada mujer que se le cruzara si tuviera ese poder? Te doy un ejemplo: Zeus.

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Yo estaba salvando a todas de un tipo como ese. Pero no pensé que la demonio Gremory estuviera tan desesperada como para arriesgarse con un tipo así, sabiendo claramente que era mejor dejarlo morir por el bien de sus aliados. Hasta los demonios tienen estándares.

—El Booster Gear tiene fama de que sus portadores son violadores, después de todo. Además, no soy una mala que busca el poder. ¿Sabes el poder que tenías? ¡La curación crepuscular! —dijo Reinare con creciente furia mientras mostraba los anillos de ese mismo Sacred Gear a Asia, que ya tenía lágrimas en los ojos.

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No te has preguntado el origen de estos, por qué pueden curar, por qué sin importar la raza, curan y restauran incluso los males que afectan la mente. Bueno, idiota, no solo curan lo físico, también sanan el alma. Estos anillos contienen parte de la chispa de la creación misma, la que dio vida a todo y a todos. Por eso curan; no es solo sanación, es otorgar vida a sus objetivos, porque eso es lo que representan: vida.

No buscaba poder simplemente; si fuera así, habría ido por un Sacred Gear más potente. Incluso el Booster Gear, pese a su reputación, sería fácil de obtener.

La curación crepuscular no es su verdadero nombre; estos anillos son conocidos como Fajr, el símbolo del amanecer y de la renovación.

Y en su Balance Breaker, pueden incluso traer de vuelta a los seres de la muerte, rompiendo el equilibrio de la existencia misma. ¿Sabías qué iba a hacer con estos? Iba a ir a la tumba de mi padre, sin importar lo que hubiera en ese lugar demoníaco, y sacrificar todo de mí para revivir a ¡Padre!, el Dios bíblico, el Dios que adoras, el Dios que amas. Pero no; llegan los demonios y me hacen ver como una malvada, solo porque robé un poder. ¡Hipócritas de mierda! Estos anillos son tan buscados porque son la chispa misma de la creación. Revivir a deidades e incluso conceptos no es suficiente; pueden incluso crear, si su portador es lo suficientemente poderoso. Pero eso no me importaba, iba a usar esa chispa para revivir a Padre.

Pero bueno, él está vivo. Entonces toma tus estúpidos anillos, no me interesan, maldita ingenua, que confías en los demonios pese a todas las pruebas de que esas cosas son escoria —gritó Reinare, quitándose los anillos y lanzándolos a Asia mientras regresaba a su posición postrada y se quedó ahí. Asia la miraba fijamente, los anillos ahora tirados en su regazo, cuando cayó de rodillas en algún momento de los gritos.

Los anillos, en un destello, reaparecieron en las manos de la rubia, la cual recuperó un brillo que parecía haber perdido, pero eso no le importó mientras estaba ahí.

La inocencia es un arma de doble filo, resonó la voz de Dios en el área, sobresaltando a las dos chicas, que miraron rápidamente hacia un lado y vieron sentado en un tronco caído al mismo gran D.

—¡Padre! / ¡Dios! —gritaron Asia y Reinare al unísono, sorprendidas.

Dios dejó escapar un gran suspiro cansado mientras se quitaba el sombrero revelando una cabellera hecha de luz azul  misma pero lo suficientemente tenue para ser molesto,  él  miro el gran lago en el horizonte. No puedo ser todopoderoso si soy perfecto; a su vez, si soy todopoderoso, no puedo ser perfecto. Por desgracia, soy este último; no soy perfecto. Creé a los humanos a mi semejanza, y sabiendo que los humanos son seres imperfectos en muchos sentidos. Y si son mi imagen y semejanza, significa que no soy perfecto. He cometido demasiados errores, pero hago lo mejor que puedo —dijo Dios con una sonrisa débil mientras miraba a Asia y Reinare, quienes lo vieron con incredulidad ante su confesión.

—No digas eso, Señor, eres perfecto —dijo Asia de forma nerviosa, limpiándose las lágrimas del rostro.

—Sí, Padre, no digas eso —comenzó a decir Reinare, pero la mirada cansada de Dios la detuvo.

—Sé sincera, por favor —dijo Dios con paciencia.

—B-bueno —comenzó Reinare con vacilación, pero la mirada cansada y el haber confesado muchas cosas guardadas que necesitaba sacar la llevaron a hablar.

—Padre, ¿por qué le diste a los humanos los Sacred Gear, sabiendo que harían todo un desastre? Ellos no se lo merecen, de hecho, no merecen tu amor. Los proteges incluso por encima de nosotros, los ángeles, al punto que condenaste a muchos de nosotros por el mero hecho de tentar contra los humanos que solo te han decepcionado. Aunque no defiendo a Lucifer y sus aliados que intentaron todo eso, aún así, ¿por qué amarlos tanto? —preguntó Reinare con cansancio.

Dios dejó escapar una risa seca mientras miraba a Asia, quien estaba incómoda en su lugar.

—Pese a todo lo que hiciste, ella aún no te odia. A pesar de lo que ha pasado, no ha perdido la esperanza. Puede que sea ingenua, tonta y despistada, pero es joven después de todo; puede aprender, y es culpa de tener una pésima guía. Ella es pura, alegre e ilumina todo con su presencia. Es por pocos humanos como ella que los he protegido. Hay basura peor que los demonios, pero como dije, no somos perfectos. Aún así, hay humanos que incluso los dioses envidian —dijo Dios con una sonrisa amable, mientras Asia dejaba caer algunas lágrimas ante el elogio de Dios hacia ella.

Reinare se quitó el casco, mientras se levantaba y caminaba frente a Dios, que parecía muy agotado, con un enorme peso sobre sus hombros.

Reinare dejó caer algunas lágrimas al ver finalmente a ese padre que ella recordaba, ese ser amable que los había amado, y el cual ella había decepcionado.

—Pa padre, no tengo el derecho a pedirlo esto, pero te suplico perdón por mis transgresiones. No soy digna, pero solo pido perdón —dijo Reinare, cayendo de rodillas frente a Dios, quien la miró fijamente.

—¿Realmente estás arrepentida? —preguntó Dios.

—Realmente —dijo Reinare.

—Cuando moriste, perdí la fe y simplemente dejé de importarme las cosas que hacía —y no pude detenerme, termino ella  mientras agachaba la cabeza.

—Aún así, estabas haciendo todo lo posible para revivirme —dijo Dios con calma.

Reinare asintió, mirando fijamente el suelo.

—Dime cómo piensas arreglar tus pecados y transgresiones, y que lo hecho, hecho está —preguntó Dios.

Reinare endureció la mirada y miró a Dios con determinación. Dios estaba aquí; su padre había regresado. No importaba cuánto se había tardado, él tenía razón: no podía revolcarse en su miseria.

—Lo necesario —declaró Reinare con firmeza.

Dios sonrió.

—Entonces estás perdonada.

Reinare sintió el aire cambiar a su alrededor, y de su espalda una enorme luz divina se encendió.

Asia se llevó las manos a la boca y miró con asombro este milagro.

Ángeles, seres de luz, hijos de los cielos, guardianes de la humanidad, creados por Dios para proteger la creación. ¿Por qué deberían negarse el perdón a ellos, cuando los humanos se le da todos los días?

Fue así como un aro dorado apareció por encima de la cabeza de Reinare, y sus alas se volvieron blancas como la nieve mientras la oscuridad se levantaba como niebla.

—Levántate y sé ahora una Virtud. Enseña a los humanos descarriados el camino. La hora de la oscuridad acabó. Es hora de que los cielos abran sus puertas y muestren al mundo por qué es mi reino, por qué es el hogar de las almas que han ganado un descanso eterno —resonó la voz de Dios, mientras Reinare abría los ojos y una luz azul emergía de ellos. En su manos una gran espada apareció y la cual uso para postrarse frente a Dios.

Así será mi deber, padre.

Fin del capítulo.

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