– La sensación de terminar un objetivo es única e irreemplazable. Solo ocurre una vez, y con el tiempo, crece el desinterés por todo lo demás, mientras se espera que esa misma sensación vuelva a repetirse… –
Recuerdo aquella sensación, esa brisa suave recorriendo mi rostro, una que no olvidaré. Era como si todo se volviera más fácil, aunque quizá solo quería creer que así sería.
Mi nombre es Andrew Gómez, soy estudiante universitario. Aunque soy una persona amigable, la verdad es que no se me da bien socializar; quizá porque crecí temiéndole al mundo exterior.
"¡Andrew!"
Una voz femenina me llamó desde atrás. Intenté ignorarla, contemplando el paisaje aburrido que tenía frente a mí: una ciudad grande, pero sin mucho encanto. Quizá es porque siempre la veo desde este mismo lugar. Bogotá, aunque avanzada tecnológicamente, no destaca ni en innovación ni en seguridad.
"¡Hey!"
De nuevo escuché la voz de aquella chica. Giré lentamente la cabeza, sin dejar que notara que la ignoraba.
"Seguramente olvidé algo. ¿Serías tan amable de ilustrarme y decirme qué fue?" dije en tono sarcástico, aunque realmente no recordaba por qué estaba allí.
Sara González. Es mi compañera de grupo en el proyecto de este semestre, junto con otras tres personas. Me gustaría que no fuera tan persistente a veces. Su apariencia no era especialmente llamativa: cabello liso hasta los hombros, una complexión normal, y en su rostro se reflejaba una mezcla de incertidumbre y enojo.
"¿Podrías bajar a dar la clase diaria de inglés?" dijo con una sonrisa dudosa.
Recordé, con cierto fastidio, que me había comprometido a enseñarle inglés al grupo. Aunque no es difícil para mí, la verdad es que me da algo de pereza. Sin embargo, es un requisito para graduarme del ciclo tecnológico, y ya me comprometí.
"Enseguida bajo a la biblioteca," respondí después de suspirar profundamente.
"Voy contigo."
"No es necesario."
"Sí lo es, quién sabe cuánto tardarías en bajar," dijo haciendo un puchero. La brisa se convirtió en una ventisca y el cielo, antes soleado, se cubrió de nubes grises. Me despedí mentalmente de mi último momento de calma; pronto comenzarían los exámenes, y con ellos la necesidad de fingir estudio. Aún así, en el fondo solo quería estar en la terraza de mi casa, con un pocillo de café recién hecho.
"Bien, vamos a la biblioteca."
La universidad tiene 13 pisos. Estábamos en el último y solo debíamos bajar al piso 12 y luego tomar el ascensor hasta el cuarto. Mientras descendíamos por las escaleras, Sara se quedó en silencio, entrelazando sus manos con una expresión preocupada. Algo la inquietaba, pero no quería incomodarla preguntando.
"Ah... Eh... ¡Sara!" dije sin pensar.
Ella volteó, sorprendida, como si hubiera olvidado que estaba conmigo. Después de unos segundos, miró con determinación una pared.
"¿Sabes que te ves rara mirando la pared así?" comenté con poca sutileza.
Se sonrojó y bajó la cabeza, jugando con su cabello. Su actitud era predecible, lo cual hacía que el grupo la molestara a menudo.
"V-vamos al ascensor," dijo, avergonzada.
Llegamos y nos encontramos solos en el ascensor. Miré la pantalla que indicaba los pisos descendidos, inquieto por estar a solas.
"Andrew, ¿por qué miras así la pantalla de los pisos?" rompió el silencio.
Intenté pensar en una excusa rápida. "Solo pensaba en lo bonito que estaba el cielo hoy."
Me sentí idiota por mi respuesta, pero al menos ella se rió, aliviando el ambiente incómodo.
"Esa ocurrencia no me la esperaba de ti," comentó, sonriendo.
"No digo que sea malo, solo es algo que no esperaba. Normalmente eres directo y puntual, supongo que ese es el encanto del Andrew que conozco."
Mi corazón reaccionó a sus palabras; una presión agradable, aunque no supe cómo responder.
"S-supongo que gracias," balbuceé, sintiendo cómo mi rostro se sonrojaba.
"Aish, qué frío, aunque te pusiste rojo," dijo divertida, mientras hacía el intento de mirar mi expresión.
Finalmente, llegamos a la biblioteca. Al fondo, en una esquina, los otros miembros del grupo nos hacían señas entusiastas. Me dio algo de vergüenza.
"Vamos," dijo Sara, con ánimo renovado.
Nos sentamos, y yo intenté empezar a hablar, aunque mi timidez apenas me permitió susurrar una bienvenida. Pasaron 30 minutos en los que sentí que no aportaba nada; el grupo ni siquiera me notaba. Me arrepentí de haber dejado mi tranquila terraza por esto.
Mientras miraba alrededor, una chica al fondo me observaba, y al percatarse de que la veía, se escondió detrás de un libro. Me dio curiosidad, pero no quise prestarle más atención. Sin embargo, cuando volví la mirada hacia el grupo, ya no tenía ganas de seguir allí.
Me levanté, y aunque el grupo se percató, volvieron rápidamente a su charla.
"Voy al baño," inventé, y me fui sin mirar atrás.
Para cuando volví a pasar por donde la chica estaba sentada, ya no quedaba ni rastro de ella. Sus cosas también habían desaparecido. "Supongo que la espanté," murmuré.
Salí de la universidad y fui hacia la parada del SITP, cantando mentalmente una canción mientras esperaba. Escuché a otros estudiantes comentando sobre los exámenes parciales, y recordé que también me esperaba esa carga.
Después de un rato, me subí al bus. Casi vacío, como de costumbre. Mientras cruzaba el puente y observaba la ciudad, me sentí momentáneamente feliz, pero el momento duró poco.
De repente, el bus se detuvo suavemente y subieron algunos oficiales de policía. Empecé a sentirme mareado, mis ojos picaban, y al mirar a mi alrededor, noté un humo verde llenando el espacio. Intenté resistirme, pero el cansancio me venció. Cerré los ojos y me dejé llevar por el sueño.
Después de un tiempo...
Desgracia, tristeza e incluso odio. Me pregunto cómo esos sentimientos logran filtrarse en la mente de las personas. Tal vez eso defina incluso a muchas de ellas, mientras que otras simplemente se ven afectadas por esos estados de ánimo.
Gritos y murmullos, eso era lo que perturbaba mis oídos. Mi cuerpo se sentía fatal, mis piernas denotaban un cansancio inconmensurable y mis brazos dolían hasta el punto de no sentirlos.
"Hey, boy, are you alive?" Una voz masculina parecía hablarme. Era suave y agradable para el odio. Me pregunto: ¿De quién será esa voz?
Todo estaba oscuro. Intenté recordar lo que había pasado. Claro, estaba en el bus, hasta que aquel humo verde apareció. Probablemente era un somnífero; de otra forma, no me encontraría vivo… ¿o quizás lo estoy?
"Agh, Do you want to get up and stop mumbling things?"
Quien fuera que me estuviera hablando, lo único que parecía preocuparle era saber si estaba allí. Entonces sentí un pellizco en el brazo, uno bastante fuerte, que rápidamente me levantó y me hizo abrir los ojos.
Frente a mí había un gran campo, con un césped verdoso y una flora espectacular. No recuerdo haber visto un lugar así en Bogotá. Pero, incluso con ese hermoso paisaje, rápidamente me percaté de lo malo que era ver a tantas personas allí. Muchas personas, alrededor de treinta quizá. Todas parecían confundidas; algunos miraban sus teléfonos, otros simplemente contemplaban el paisaje.
"¿Dónde estoy?" Dije instintivamente.
"Oh, hablas español. Eso me facilita las cosas."
Giré para ver quién me estaba hablando. Era un joven, más o menos de la misma estatura que yo. Su cabello llegaba hasta los hombros y sus ojos azules reflejaban una especie de ternura.
"¿Quién eres?"
"Mi nombre es Juan, mucho gusto."
"Andrew, un placer. ¿Sabes de casualidad dónde estamos? ¿Y por qué?"
Juan me miró con confusión. No parecía saber la respuesta.
"Te iba a preguntar lo mismo, pero parece que no habrá una respuesta concisa."
"Bueno, llegué aquí y no sé cómo. ¿Tú te acuerdas de algo?"
"Bueno, estaba de camino a mi casa, hasta que una persona con capucha arremetió contra mí y me noqueó. Después de eso no recuerdo nada más."
Su respuesta me dio a entender dos cosas. La primera es que no sabemos dónde estamos. Incluso si miro a las otras personas a mi alrededor, a pesar de estar haciendo cosas distintas, todas parecen inquilinos de este lugar. La segunda es que quienquiera que nos haya atacado, no lo hizo solo, sino más bien como parte de una organización o grupo. Por ahora, me mantendré en un perfil bajo, hasta averiguar y fundamentar mi teoría.
"¿Y tú?"
"Ah... ¿Yo qué?"
"¿Cómo llegaste hasta este lugar?"
Es muy pronto para confiar en alguien, por lo tanto, daré una respuesta bastante ambigua.
"Llegué de la misma forma que tú, al parecer."
Me levanté del césped y miré a los alrededores con más detenimiento. Había algunas montañas al fondo e incluso un bosque bastante extenso. Pero lo que más llamaba la atención era aquella pantalla grande. Estaba encima de nosotros, mantenida por una especie de aparato que usaba un propulsor, el cual ejercía fuerza contra la gravedad. De esta manera, la pantalla se mantenía en el cielo. Sin embargo, lo que me preguntaba era quién la había colocado allí. No parecía manejarse a distancia, por lo tanto, alguien tuvo que ponerla allí.
"Juan, tengo una pregunta."
"Cuéntame."
"¿Esa pantalla estuvo allí cuando despertaste?"
"Sí, al parecer nadie sabe por qué está allí ni cuál es su función."
De repente, la pantalla que estaba observando se encendió. Pasó de un negro total a una pantalla blanca, mostrando el símbolo de la organización de representantes: la ORE. Aquella pantalla captó rápidamente la atención de todos en el campo. No era sorpresa; algo estaba a punto de pasar. Pero lo que más aterraba era preguntarse qué iba a pasar.
"Un cordial saludo a todos los presentes. Me presento: soy el actual representante de los Estados Unidos de América, y es un honor informarles que han sido seleccionados para competir por el título del mayor genio, aquel que nos librará de la crisis actual en toda América."
Algunos comenzaron a silbar, otros mostraban signos de miedo y desesperación, lo cual era comprensible dada la naturaleza repentina de la convocatoria.
"Cada uno de ustedes ha sido meticulosamente seleccionado por sus increíbles habilidades. Pero no se preocupen: tendrán comida, alojamiento y mucho más. No les faltará nada. Ahora, pasemos al motivo principal de esta presentación."
El bullicio fue disminuyendo hasta transformarse en un profundo silencio. Por mi parte, me sentía algo inquieto, aunque no lo suficiente como para asustarme.
"Como mencioné, todos aquí están para competir. Cada uno representa a un país distinto del continente americano. Se organizarán en varios grupos, y en cada uno se asignarán ciertos países. Cada grupo enfrentará una serie de pruebas para determinar quién es el mejor de cada equipo."
Básicamente, nos dividirán en grupos y, dentro de ellos, cada representante deberá pasar por las pruebas establecidas. Parece que solo habrá un ganador por grupo.
"El sistema para determinar al mejor será a través de puntos. Durante cada prueba, tendrán un reloj que mostrará su puntuación en tiempo real. Empezarán con 50 puntos iniciales, que podrán aumentar o disminuir según su rendimiento. No habrá puntos negativos ni acumulables, pero estos puntos podrán usarse para comprar recursos en toda América e incluso podrán ser donados a sus familias si así lo desean. Al final de la competencia, estos puntos se convertirán en dólares."
La competencia es intensa y parece tener un incentivo significativo, aunque el hecho de estar forzados a participar no resulta nada agradable. Si pudiera, me iría ahora mismo. Al fin y al cabo, dudo que esta competencia pueda resolver la crisis de América; solo alimenta el interés individualista que ha causado este problema.
"¡Qué demonios! ¡Déjense de juegos baratos! Nada nos obliga a participar en su maldita competencia," gritó un hombre de temperamento irascible, claramente superado por la ira. Su reacción era predecible, aunque esperó bastante para quejarse. Al menos eso se le reconoce.
"¡Oh! Casi olvido mencionar un pequeño detalle."
De repente, la pantalla se oscureció, y apareció una imagen de una sonrisa que transmitía una mezcla de vacilación y seriedad.
"Nadie podrá escapar de esta competencia. A cada uno de los presentes se les implantó un dispositivo cerca del corazón. Cualquiera que intente sabotear la competencia, activará el dispositivo, que disparará un dardo letal. Supongo que saben lo que eso significa…"
Tras estas palabras, el caos estalló. Los gritos y la desesperación inundaron el lugar. Juan, a mi lado, se arrodilló; su rostro reflejaba un miedo profundo, rozando la locura.
"They really went too far this time," comentó una joven de apariencia prepotente. Era casi de mi estatura, con cabello largo y carmesí, ojos azules como el cielo y una figura notable. Su postura transmitía elegancia, y parecía imperturbable frente a aquellas palabras tan perturbadoras.
Por mi parte, sentía que esto no me afectaba tanto. Tal vez me he vuelto insensible, aunque, en realidad, la culpa es de alguien en particular…
Me retiré de la zona. No parecía que fueran a dar otro mensaje importante; sus palabras habían sido breves y directas: estábamos atrapados y controlados como si fuéramos mascotas. ¿Será este el precio por el pasado? Miré el cielo con cierta incertidumbre, di un gran suspiro y, con las últimas energías, me dirigí lentamente hacia el bosque que se extendía en el horizonte.
"The game has started..."
Fin del capítulo 1