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Chapter 2 - Interrogatorio

Dentro del Palacio del Gobernador, un silencio inquietante lo cubría todo. Los tucuyricuy (1) y los amautas (2) de la academia de Qhapaq Yachay estaban reunidos en una sala oscura, iluminada únicamente por el fuego titilante de una antorcha que reposaba en el centro de una mesa de piedra. En torno a ella, dos figuras imponentes, un tucuyricuy y un amauta, observaban con atención al joven que estaba sentado al otro lado, su rostro apenas visible entre las sombras que danzaban con el fuego.

El amauta, vestido con una túnica bordada en oro que llevaba el símbolo del sol en el pecho, dejó escapar una pequeña sonrisa antes de hablar. Su cabello largo, lacio y negro como la noche, caía suelto por su espalda, dándole un aire solemne. Sus ojos, llenos de sabiduría, se posaron con calma sobre el joven frente a él.

—Bien, chico. Sabes cómo va esto, ¿no? —preguntó con serenidad, su voz era tan suave como firme.

El joven, de cabello castaño en puntas y ojos azules, vestía una túnica simple de manga corta que le llegaba hasta la mitad del muslo, decorada con patrones geométricos alrededor del dobladillo y la cintura. Sobre su cabeza, llevaba un chullo marrón que contrastaba con la simplicidad de su vestimenta. Sin mostrar emoción, respondió con un tono igualmente sencillo.

—Ustedes me preguntan cosas y yo respondo.

El tucuyricuy, una figura imponente con piel bronceada por el sol de las montañas y cabello negro que caía sobre sus hombros frunció el ceño. Vestía una cinta verde alrededor de su frente, y un brazalete dorado brillaba en su brazo izquierdo, simbolizando su rango. Sus ojos oscuros, llenos de una severidad casi abrumadora, se fijaron en el joven, como si cada palabra que este decía tuviera un peso crítico.

—¡No! —rugió el tucuyricuy, con una voz que retumbó en la sala—. Nosotros hacemos preguntas y tú respondes con la verdad.

El ambiente se tensó de inmediato, pero el amauta levantó una mano, calmando a su compañero.

—Cálmate, Dan. Es solo el hijo. Tal vez no tiene nada que ver con lo que hizo su padre.

El tucuyricuy, a quien llamaban Dan, apretó los dientes y golpeó la mesa con su mano derecha, haciendo resonar el eco en la sala.

—¡Eso espero! Porque he perdido a varios hermanos por culpa de ese demonio.

El joven permaneció inmutable, observando con frialdad a las dos figuras ante él.

—Disculpen por interrumpir, pero no entiendo el punto de esto —intervino el joven, con un toque de sarcasmo en su voz—. Es decir, independientemente de lo que responda, está el tipo de enfrente para decir si digo la verdad o no.

Señaló con el dedo al individuo encapuchado y vestido con un poncho negro, cuyo rostro permanecía oculto. Dan lo miró con desprecio, pero el amauta soltó una pequeña carcajada.

—Joven Knack, aunque el director y los profesores hayamos hecho un juramento, no significa que puedas hacer lo que quieras cuando entres a la academia. Una sola sospecha sobre ti y te expulsaremos. El juramento solo garantiza tu entrada, pero nunca prometimos que no te echaríamos.

La sombra encapuchada dio un paso al frente, dejando ver por un instante que era una mujer, su voz suave pero firme añadió:

—Y créeme, en tu situación actual, la expulsión sería la menor de tus preocupaciones.

Knack se encogió de hombros, como si las advertencias no tuvieran peso sobre él.

—Bueno, entonces empecemos, ¿no? —dijo con indiferencia.

 

—Sabes lo que les hacemos a los mentirosos, ¿verdad? —preguntó mientras la daga centelleaba con la luz de la antorcha.

Knack asintió, con una expresión que denotaba que estaba listo para cualquier cosa.

—Bien Amaruq el amauta se encargará de acerté las preguntas y el tipo escondido se encargará de decirnos si eres una rata o no

—¿Sabes por qué tu padre robó el libro? —preguntó el amauta, con voz calmada y firme.

—No —respondió Knack, sin vacilar.

—Verdad —susurró una figura encapuchada desde las sombras, su voz baja y susurrante.

Las preguntas continuaron de manera metódica, cada una intentando desenterrar secretos que Knack pudiera estar escondiendo.

—¿Tu padre colaboró con alguien en el robo?

—No, ni siquiera sabía que lo había robado hasta que me lo dijo. Y cuando me lo contó, se entregó —respondió, sin mostrar expresión alguna.

—Verdad.

La tensión en la sala era palpable, sobre todo cuando el amauta comenzó a hacer preguntas más personales.

—¿Leíste el libro?

—No, cuando lo escondió, no me dijo dónde.

—Verdad.

—¿Tu padre te habló sobre el contenido del libro?

Knack guardó silencio, luego negó con la cabeza.

—No.

—Verdad.

—¿Quieres asistir a la academia? ¿O lo discutiste con tu padre?

—No, mi idea era ser agricultor.

—Verdad.

—¿Sabes por qué tu padre quería que entraras en la Academia Qhapaq Yachay? ¿O tienes alguna idea de por qué?

Knack vaciló, permaneciendo en silencio.

—¡Te hizo una pregunta! ¡Responde! —gritó el tucuyricuy, levantándose enojado. El amauta levantó la mano, calmándolo.

—¿Tienes intenciones oscuras o malvadas al ingresar a la academia? ¿O algún rencor contra todo Qhapaq Suyu?

—No.

—Verdad.

—¿Ves? No soy peligroso. La única razón por la que ingreso a la academia es por los deseos de mi padre.

—Verdad.

—Pareces más un campesino inútil que un gran soldado o un noble.

—Verdad.

—¡Eso no era necesario que lo confirmara la figura encapuchada! Pero bueno, ¿esto ya terminó? ¿Puedo irme ahora? —dijo Knack, poniéndose de pie. El amauta levantó la mano con la palma abierta, haciendo un gesto para que se sentara nuevamente, lo que él hizo.

—¿Te dio tu padre alguna misión u objetivo al entrar a la academia?

Después de la pregunta del amauta, Knack permaneció en silencio, mirando la daga del tucuyricuy mientras se mordía ligeramente la lengua. Nerviosamente, movía su dedo índice contra la otra mano.

—... No.

El silencio se sintió eterno. En la mente de Knack, pensamientos de arrepentimiento se mezclaban con el desprecio hacia sí mismo. Sabía lo que la figura misteriosa estaba a punto de decir.

—¡FALSO!

En una casa cercana, en una montaña próxima a Machu Picchu, una mujer de cabello largo y piel oscura cocinaba. Llevaba una túnica, un chal sobre los hombros, un cinturón en la cintura y sandalias de cuero. Su puerta se abrió de golpe.

—Oye, chico, parece que ya terminaste con tu interro... ¡Ahh! —exclamó al ver a Knack tambaleándose.

—Hoba, Raymi. ¿Puedes... curar mi... lengua? —murmuró Knack, con sangre saliendo de su boca, sosteniendo el trozo de su lengua cortada en la mano. Raymi se llevó la mano a la frente.

—Eres un idiota, chico.

Agarró su lengua y, concentrándose, murmuró: "sentido de la vista: enfoque". Colocó la parte cortada de vuelta en su boca y luego dijo: "sentido del tacto: colocación", causando que la lengua se uniera nuevamente. Dio un paso atrás y se lavó las manos.

—Gracias, tía Raymi. Sabía que podía contar contigo —dijo Knack con una sonrisa, solo para recibir un fuerte golpe en la cabeza.

—¿En qué estabas pensando, mintiendo a un tucuyricuy?

—Bueno, pensé que, si me concentraba lo suficiente, tal vez podría engañar a mi propia mente y... —fue interrumpido por otra bofetada, esta vez en la cara, que lo tumbó al suelo.

—Aunque la pregunta fuera difícil, hubiera sido mejor decir la verdad que terminar viéndote como un cobarde.

Knack bajó la cabeza, con expresión abatida.

—Knack... —Raymi extendió la mano, levantándolo del suelo y colocó su mano sobre su hombro— ¿Qué pasó?

Knack explicó el interrogatorio, las personas presentes y cómo se sintió al mentir.

—Entonces, ¿te expulsarán cuando entres a la academia, o qué?

—Eso quisieran. Cuando preguntaron si tenía malas intenciones, respondí que no. Como la misión no daña la academia ni nuestra tierra, no hay pruebas suficientes para expulsarme.

—¿Te preguntaron sobre la misión?

—Sí, claro. Pero primero, me cortaron la lengua. Luego preguntaron otra vez. Iban a torturarme, pero el amauta dijo que, si no hablaba después de cortar mi lengua, ninguna tortura me haría hablar. Así que decidieron duplicar la vigilancia sobre mí.

—¿Puedes contarme sobre la misión que te dio tu padre? —preguntó, sosteniéndole las manos con cariño.

—...

—Está bien, no importa. Pero, ¿estás seguro de que quieres seguir adelante con esto? Dijiste que querías salir de esta situación.

—Sí, quiero dejarlo todo atrás y volver a ser agricultor. Pero... —apretó más fuerte las manos de Raymi— Le hice una promesa a mi padre. A pesar de que fue un ladrón y empezó una guerra, quiero saber por qué lo hizo. —Soltó sus manos y la miró a los ojos, con determinación y una sonrisa iluminando su rostro— Y lo haré mientras me divierto, como le prometí.

—Sabes que tu padre comenzó una guerra, ¿verdad? Todos en Qhapaq Yachay saben quién es tu padre, y te mirarán con sospecha. Aún tienes una oportunidad; podemos irnos, a un lugar donde nadie nos encuentre.

Knack negó con la cabeza firmemente.

—Eres un idiota —dijo Raymi sonriendo— pero espero que sepas el destino que te espera una vez que entres a esa academia.

Knack asintió en respuesta.

—Ahora ven, la comida se está enfriando.

—Genial, la comida de la tía Raymi es mejor que la sopa de piedras de papá.

—En realidad...

Raymi regresó a la cocina, sirvió sopa de una olla y puso grandes cuencos de madera sobre la mesa llenos de "sopa de piedras".

—Como soy amiga del "rey ladrón", nadie quiso intercambiar conmigo, y no tuve tiempo para cazar. Así que esta noche, esto es todo lo que tenemos.

—Ñakasqa (maldición) —Knack se resignó a su destino, tomando una cuchara de madera y dando un sorbo.

—¡¿Cómo puede saber mejor?! ¡Son solo piedras! —exclamó mientras Raymi solo sonreía.

Ella se sentó a su lado, tomó una cucharada, sopló suavemente y luego dio un sorbo, manteniendo su sonrisa tranquila.

Después de la cena, la señora Raymi invitó a Knack a pasar la noche en su casa, pero él se negó, diciendo que dormiría en la casa de su padre. Al escuchar esto, Raymi, con una expresión de preocupación, le preguntó si estaba seguro. Knack respondió que quería despedirse de la casa en la que había crecido, pasando una última noche allí. Aunque sabía que su verdadera intención era evitar que los pueblerinos la siguieran vinculando con él, Raymi, con tristeza, aceptó su decisión.

Al salir de la casa de su tía, Knack notó que un guardia nocturno lo observaba atentamente. Con cautela, recogió una piedra y rayó la puerta de su tía, esperando que el guardia lo siguiera. El plan funcionó; el guardia, al ver la acción, comenzó a perseguirlo. Knack corrió lo más rápido que pudo hasta que logró perderlo de vista.

Mientras caminaba hacia la casa de su padre, las calles estaban desiertas, pues era muy tarde y todo el pueblo dormía, excepto algunos vigilantes. Estos lo miraban con desprecio, y algunos incluso le lanzaban insultos en quechua, llamándolo "supaypa churin" (hijo del diablo). Knack no les dio importancia, manteniendo su rumbo directo hacia su destino.

Al llegar a la puerta de la casa, una estructura de piedra con un diseño rústico y techo de paja vio que las palabras "wañuchiq" (asesino) y "saqra" (demonio) estaban escritas por todas las paredes con pintura roja. Dibujos que simbolizaban esas mismas palabras también adornaban las paredes. Knack recordó que había rumores de que querían quemar la casa, pero como ahora le pertenecía a él, nadie podía hacerlo sin violar la ley. Aun así, sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que alguien de la nobleza desafiara esas leyes y ordenara la destrucción de su hogar.

Knack respiró hondo y sonrió con ironía. Abrió la puerta, entró, y se cambió de ropa, quitándose su chullo y poniéndose una túnica sencilla de color café. Se dejó caer sobre su cama, mirando el techo de paja, que estaba tan destrozado que podía ver el cielo estrellado a través de los agujeros. Aun así, mantenía una sonrisa en su rostro, aunque sentía un líquido en sus mejillas y un sabor salado en la boca. Con una risa amarga, pensó: "Debe ser la sopa de piedras. Estaba tan deliciosa... ¡cómo me gustaría arrojarle las piedras a la cara de mi padre!"

Cerró los ojos, todavía con el sabor salado en la boca, y una única pregunta rondaba en su mente: "¿Padre, por qué?"

A la mañana siguiente, Knack se bañó en el manantial que se encontraba en el sótano de la casa y se lavó los dientes con un cepillo, un objeto extranjero que su tía le había regalado. Se vistió con su ropa habitual: una túnica simple de manga corta, decorada con patrones alrededor del dobladillo y la cintura, y un chullo marrón. Además, llevaba un cinturón con un símbolo del sol, que representaba su estatus como alumno de la academia Qhapaq Yachay.

Al mirarse al espejo, se quedó observando el cinturón, con una expresión de duda y desaliento. Pensamientos negativos lo invadían, pero sacudió la cabeza con fuerza, cerrando los ojos. Al abrirlos de nuevo, una sonrisa adornaba su rostro. Con esa expresión, se dirigió hacia la puerta de su casa y salió, suspirando mientras se encaminaba hacia la academia.

El camino estaba lleno de gente que lo miraba con desdén. Podía escuchar murmullos que lo llamaban "supaypa churin" (hijo del diablo) y "pakasqa supay" (diablo escondido), pero Knack mantenía su sonrisa intacta. Al llegar a la entrada de la academia, vio a otros estudiantes que habían aprobado el examen, a diferencia de él. Las miradas frías y los murmullos como "oportunista" y "plebeyo sin talento" no paraban de llegar, pero Knack no se detuvo. Continuó sonriendo, hasta que levantó la vista y vio las gigantescas letras que decían Qhapaq Yachay sobre un edificio de piedra.

Se detuvo un momento y, al observar con detenimiento, se dio cuenta de la inmensidad de lo que antes había considerado un simple edificio. Su sonrisa desapareció y tragó saliva para luego volver a sonreir.

—Mejor me hubiera ido con mi tía —dijo, desanimado.

 

Explicación de términos:

 

(1) Tucuyricuy: Son los "inspectores" o "supervisores" del Imperio Inca, enviados para vigilar y garantizar que las leyes y normas del imperio se cumplieran en las distintas regiones. En el contexto de la historia, tienen una posición de poder y autoridad en la academia.

 

(2) Amautas: Son los sabios o maestros del Imperio Inca, encargados de transmitir el conocimiento y la sabiduría a las nuevas generaciones. En la academia de Qhapaq Yachay, representan la figura de los profesores y guardianes de conocimiento.