—¡¡Ah!!
El dolor insoportable golpeó en un instante, haciendo que Ratón soltara un grito desolado, seguido de su cuerpo volando hacia atrás como una cometa a la que le cortaron la cuerda.
Al aterrizar en el suelo, Ratón se agarró la entrepierna con ambas manos y aulló de dolor.
—¡Destrozado!
La patada de Li Qianfan acababa de aplastar por completo su hombría, y el intenso dolor contorsionó su rostro en una mueca horrenda. Bramó:
—¡Maldito imbécil, estás muerto! ¿Sabes para quién trabajo? ¿Cómo te atreves a golpearme? ¡Me aseguraré de que mueras sin un lugar donde enterrarte!
—¿Aún te atreves a amenazarme a estas alturas?
Con una compostura indiferente, Li Qianfan se acercó a Ratón, imponiéndose sobre él, y dijo:
—No me importa de quién seas el hombre; si te atreves a meterte con mi hija, tienes que pagar el precio.— Dicho esto, pisó a Ratón, inmovilizándolo contra el suelo.