En un caluroso día de verano, los dos iban vestidos con ropa muy ligera.
Meng Lin podía sentir claramente la sensación ardiente del melocotón dulce y subconscientemente alargó la mano para tocar, agarrando fácilmente a Li Qianfan.
Incluso a través de sus pantalones, Meng Lin podía sentir aquel toque ardiente y firme, encendiendo un destello de deseo en sus ojos.
Al mismo tiempo, un sentimiento de pérdida brotaba en su corazón.
Cuando Li Dalong regresó, sus ojos brillaban con emoción al verla, como si fuera un bandido irrumpiendo en una aldea, y directamente la cargó sobre su hombro hacia el dormitorio.
Al ver a su esposo tan emocionado, Meng Lin se había preparado para una dura batalla, pero el resultado fue peor que antes; en menos de dos minutos, Li Dalong se rindió.