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Aunque Li Qianfan solo usó la mitad de su fuerza en ese puñetazo, todavía era demasiado para que Ma Hao lo soportara. Su cuerpo salió volando como una cometa a la que le cortaron la cuerda, instantáneamente derribado.
Después de aterrizar en el suelo, todo lo que Ma Hao podía sentir era que el mundo giraba. Justo cuando intentó hablar, una dulzura brotó en su garganta y con una arcada, vomitó un bocado de sangre fresca antes de desmayarse con los ojos en blanco.
¡Maldición! Este giro de los acontecimientos dejó al tipo rubio atónito. Se había atrevido a buscar a Li Qianfan para saldar cuentas precisamente porque tenía a su primo Ma Hao como respaldo. Sin embargo, el apoyo que había buscado con tanto esfuerzo fue considerado por Li Qianfan como nada más que una hormiga, fácilmente manejado con unos pocos puñetazos y patadas.