—Hey, hey, shhhh, lo siento, no debería haber venido aquí, pero simplemente no puedo evitar que mi lobo quiera estar cerca de ti, así que por favor no llores, me rompe el corazón escucharte llorar —intentaba calmarme mientras su voz se quebraba, sus brazos alrededor de mí me daban un placer que no merecía porque era repugnante.
—Eres demasiado bueno para mí y no deberías venir aquí, eres mejor que yo, te mereces algo mejor que yo —le dije mientras sollozaba tranquilamente, bajando la cabeza.
—No digas eso, sé que no eres un lobo malo porque puedo sentirlo —respondió, y la ronquera de su tono entristecido me hizo querer morir en sus brazos y que él fuera el que me sostuviera hasta que la luna me llevara a mí.
—No digas eso, necesito que me odies —lloré, suplicándole con mis ojos.
—Nunca —susurró, sus dedos levantando ligeramente mi barbilla para encontrarse con su rostro. Su rostro apuesto, esos huesos de mejilla tan estructurados y mandíbula afilada, quería besar esa mandíbula.