La escena descendió al caos total en un abrir y cerrar de ojos.
Con un afilado puñal en mano que usaba para cortar la oleada de arañas venenosas frente a él, Tang Ye maldijo en voz alta —¡Maldita sea! ¿Cómo pueden estar aquí? ¿¡No habíamos cerrado ya la puerta de la cocina?!
Justo detrás de él estaba Xinxin, quien había perdido la cabeza por el terror. Sus movimientos eran incluso más brutales que los de Tang Ye mientras golpeaba y aplastaba las arañas con una fuerza y agilidad sin precedentes, gritando a pleno pulmón.
La estrecha escalera les dificultaba defenderse, y como si eso no fuera suficiente, el humo en el aire se hacía más y más denso, ahogando sus pulmones y picándoles los ojos. La temperatura del aire subía rápidamente y les hacía sentir como si estuvieran siendo cocinados vivos.