Al ver la gran reacción de la muñeca de jade, Jin Jiuchi se aferró inmediatamente al asiento de cuero en el que estaba sentado con la tenacidad de un pulpo, como si no quisiera nada más que fusionarse con él. —¡Nian'er, prometiste que no me arrojarías del auto! —exclamó, agraviado.
—... —Shen Nianzu realmente no tenía idea de cómo tratar con el hombre infantil y dramático que tenía delante. Sentía como si hubiera agotado la paciencia de un año en la última hora que había pasado con Jin Jiuchi otra vez. Si no fuera por su increíble buena apariencia...
Se pellizcó las cejas y dijo exasperado:
—¡No te arrojaré, de acuerdo? ¡No lo haré! ¿No ves que el carro está ahora cerrado con llave?!
