Mientras tanto, dentro del cibercafé.
Gu Luoxin se paseaba de un lado a otro frente a la sala privada. Se mordía las uñas, sus ojos se desviaban frecuentemente hacia el oscuro corredor que llevaba a la puerta trasera. Cuanto más miraba, más se le antojaba que el pasillo parecía la enorme boca de una bestia lista para tragárselo entero. Le inquietaba tanto que siguió roíendose la uña del pulgar hasta que sangró, pero no parecía darse cuenta por lo angustiado que estaba.
Realmente quería llorar pero no tenía lágrimas. Antes, por miedo a que Shen Nianzu malinterpretara su relación, había ido tras ellos con la intención de aclarar las cosas. Cuando llegó, encontró la puerta entreabierta, lo que le permitió vislumbrar brevemente la situación afuera. Rogó desesperadamente no haber llegado demasiado tarde y que Shen Nianzu no hubiera ya golpeado a su perro hasta dejarlo en el suelo.
