Shen Nianzu era consciente de que no era una persona emocional. En cambio, era más distante, incluso desapegado, y muy pocas cosas podían evocar sentimientos profundos en él. Pero ahora, no podía contener las lágrimas una vez que vio a Jin Jiuchi.
Un dolor agudo se clavó en su corazón, tan agudo e intenso que el dolor palpitante en su abdomen inferior se atenuó por un momento. Cada emoción que experimentaba, cada pequeño cambio y alteración, todo se magnificaba indefinidamente con las impurezas como el catalizador explosivo.
Su visión se nubló, y su garganta se contrajo tanto como si alguien hubiera clavado sus garras en el hueco de su cuello. Agravio, tristeza, alivio y alegría giraban en su corazón, cada uno más abrumador que el anterior. No tenía idea de cuándo había comenzado, pero parecía tener esta fe ciega en Jin Jiuchi. Solo él, y nadie más.
Si... si era él, ¿debería poder reconocer a Shen Nianzu, no?