La Diosa amaba el mar por encima de todo, pero si tenía que elegir favoritos, entonces escogería a la gente del mar como sus creaciones más queridas. Ella los creó para ser bellos, delicados y cautivadores, justo como el precioso vidrio de porcelana.
Sin embargo, el encanto del mar no estaba exento de peligros. Al contrario, cuanto más bello era algo, más peligroso se volvía. Ocultos en las profundidades donde la luz no podía alcanzar, había depredadores ansiosos por presar sobre estos seres exquisitos.
No podía soportar verlos sufrir y perecer, así que descendió para revelarse a ellos, asumiendo el papel de la gobernante benevolente. La gente del mar prosperó bajo su guía y construyó un reino magnífico para ellos mismos, nombrándolo 'Atlantis'. Bajo su reinado, el esplendor de Atlantis no conocía límites y continuaba floreciendo, mientras la gente del mar vivía en una ingenuidad dichosa.
A veces, la ignorancia demostraba ser el pecado más grave.