Shen Nianzu tomó una respiración profunda y, debajo de la mesa, sus manos se cerraron en puños. —Tengo algunos deseos, pero temo que son bastante inapropiados para discutirlos en la mesa del comedor. ¿Podría solicitar un pergamino y tinta para escribirlos? Lo había considerado cuidadosamente. No importaba si solo pedía los boletos de regreso, pero también tenía que preguntar sobre la perdición de la bruja, de la cual Gu Luoxin y Noir no tenían conocimiento. No tenía escrúpulos en informar a Gu Luoxin, en cuanto a Noir...
Para Shen Nianzu, esta maldición siempre sería su debilidad oculta, y su naturaleza cautelosa no le permitía compartir este secreto con un extraño, sin importar lo confiables que parecieran.
De hecho, Shen Nianzu había pensado demasiado en la situación. Noir ni siquiera estaba remotamente interesado en su entorno ya que había comenzado a dormitar en su asiento. Gu Luoxin y Jin Jiuchi no lo pensaron demasiado, pues confiaban plenamente en el plan de Shen Nianzu.
