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El tipo de habilidad de Shen Nianzu era la ilusión. No importa cuán angustiados estuvieran los miembros de la tripulación, tarde o temprano se darían cuenta de que la gigantesca ola no era real. No podían haber imaginado que esto fuera obra de una sola persona, por lo que lo más probable es que lo atribuyeran a un espejismo. No obstante, el resultado final sería el mismo: una vez más recordarían la existencia de la sirena.
Antes de que eso ocurriera, tenían que encontrar un lugar seguro para ocultarla.
Junto a Jin Jiuchi, corrieron hacia el quinto piso y tocaron en la puerta de la habitación de Gu Luoxin, que se abrió rápidamente dos segundos después.
—¿Cómo está? —preguntó Shen Nianzu en cuanto se cerró la puerta detrás de ellos. Su mirada se desvió hacia la puerta del baño ligeramente entreabierta, donde se podía escuchar el sonido del agua corriendo—. No está muerta, ¿verdad?