—No necesitas ser... —hizo una pausa, buscando palabras—. Pero los insultos nunca podrían ser amables. ¿Podrían serlo? Así que los dejó ir. —Diseñaré la ruta para ti para que puedas revisar los proyectos de ley, pero tardará al menos una semana. ¿Y luego me pondré en contacto contigo? —levantó una ceja como si preguntara, pero su tono fue despectivo.
Sus ojos se estrecharon y sus cejas se fruncieron. Él la estaba engañando.
—Puedo parecer crédula, mi señor. Pero no soy una niña. —le dio una sonrisa condescendiente y por un segundo, él sintió que el aire a su alrededor se volvía tenso.
—Quise decir...
—¿Tomarás una semana para un trabajo pequeño como ese? —añadió ella, cortándolo brutalmente. Eva había aprendido bien de Cotlin cuándo inclinarse y cuándo mostrar sus colmillos—. Entonces creo que he elegido a la persona equivocada para mi ayuda. Aquí... déjame ayudarte.