Cotlin sonrió y extendió su mano para estrecharla, pero el hombre solo gruñó y entrecerró los ojos. Miraba a Cotlin con la misma hostilidad que otras mujeres miraban a Diana, ella se dio cuenta.
Cotlin susurró algo y de repente ella quiso acercarse y escucharlo. La manera en que se movían sus labios era mágica. ¿Cómo era posible que el hombre no sintiera su encanto?
—No puedes acercarte más o esas mujeres te destrozarán, tratándote como una amenaza. Y aunque yo te protegeré de los hombres, no seré de ayuda cuando se trata de los admiradores de Cotlin. Y créeme... hay muchos de ellos —rió de nuevo, haciendo que ella se encogiera, no por miedo sino por el olor a alcohol barato que venía de su boca.
Solo Cotlin no olía, ella decidió. La campana sonó de nuevo y el oponente de Cotlin asestó un golpe, poderoso en el ángulo perfecto para hacer crujir los dientes y traer estrellas a sus ojos.