Diana miraba el mundo como si lo viera por primera vez. Los mosaicos en la pared o los apliques llenos de pequeñas antorchas o velas en medio del vidrio de varios colores, otorgaban diversos matices a la habitación. Se sentía cautivada por ellos.
Las paredes estaban hechas de vidrio y el vidrio estaba cubierto con pinturas. Un ángel caído o ¿era un dios? No lo sabía, pero se sentía hechizada por ello. La música lenta en la habitación era encantadora.
Casi dejó de respirar cuando una mujer, apenas vestida de ropa pero de alguna manera envuelta en un vestido, subió al pequeño escenario en la sala tenue. Su vestido rojo se deslizaba como una serpiente y sus delgadas y tonificadas piernas blancas se vislumbraban con cada movimiento. Y la forma en que sonreía a la multitud... Como si supiera cómo todos estaban fascinados por ella.