Las luces estaban tan tenues que Evan tuvo dificultades para bajar del carruaje. No era la iglesia a la que habían visitado para su matrimonio. Aunque observó atentamente el camino y estaba segura de que aún estaban en su hacienda. Estaba segura de que nunca había estado aquí antes.
—Toma mi mano —dijo Dami cuando Evan no dio un paso fuera del carruaje. La forma en que sus pupilas se dilataron y sus ojos se estrecharon alrededor, ya podía sentir en sus huesos que era una mala idea. La mujer no merecía estar aquí. No entendía qué estaba pensando cuando acordó con sus empleados traerla aquí.
Ella tomó una larga respiración temblorosa antes de tomar sus manos. Su agarre era fuerte pero cálido y se sintió asegurada por un momento cuando él la escoltó fuera del carruaje. Ella rodeó su brazo con sus manos mientras miraba alrededor.