—Su gracia, ha vuelto —Olga sonrió a la mujer, pero cuando Evan le devolvió la sonrisa, fue tensa.
Una extraña frialdad la envolvió aunque sabía que Olga no era responsable de lo que había ocurrido. No era más que una víctima. Evan se reprendió a sí misma mientras era seguida por sus criadas.
Diana también sonrió cuando llegó a su oficina.
—¿Ya está trabajando? —preguntó Diana con una mirada de incredulidad—. ¿No debería estar descansando, su gracia? Emma y yo nos encargaríamos de esto aquí —la joven ofreció con una sonrisa radiante que no mostraba desdén ni burla.
Evan levantó una ceja hacia Emma, pero la joven estaba más asustada que ella.