—Diana, cariño, sé que quieres trabajar como su asistente. Pero no tienes experiencia en este trabajo. Y ella no es tan sencilla. Déjame ocuparme de ella esta vez. ¿Está bien? —Gabi sostuvo los hombros de su hija y la miró con una mirada adoradora y habló con una voz dulce—. Te llevaré de compras este fin de semana e iremos donde esa Beatriz que tanto te gusta —agregó con una mirada cómplice, pero Diana frunció el ceño. No iba a renunciar a esta oportunidad solo por uno o dos vestidos.