No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, pero lo que sí sabía era que cuando recuperé la conciencia, estaba atada a un poste frente a la primera puerta, justo fuera del quinto círculo.
—Estás despierta —dijo una mujer mientras se paraba frente a mí, mirándome.
—Y sin embargo, no tengo ni idea de lo que está pasando —me encogí de hombros. O al menos lo intenté. Mis muñecas estaban atadas detrás de mi espalda, y el frío poste contra el que estaba se clavaba en mi columna vertebral. Mirando hacia abajo, medio esperaba ver un montón de madera a mis pies, pero en cambio, estaba descalza en el suelo.
Oh, los pobres, pobres humanos.
—No tenía sentido sacrificar tus botas cuando uno de nosotros podría usarlas —respondió la mujer, mirando hacia donde yo estaba mirando. Si pensaba que estaba molesta porque me las habían quitado, realmente estaba malinterpretando la situación.