La mujer, Wang Shu Lan, inclinó su cabeza hacia atrás y rió. Podría jurar que sonaba como campanas danzando en el viento o algo así.
—Me hago esa pregunta casi todos los días —me aseguró—. Li Dai Lu tuvo que estar loca para invertir tanto tiempo y energía en preparar este lugar, solo para irse y no volver jamás.
Asentí mientras continuaba mirando alrededor; quería conectar con la energía de este lugar, traer una parte de ella conmigo para poder llevarla siempre encima. Se sentía como en casa…
No, se sentía como si pudiera haber sido mi hogar. Pero por mucho que mis poderes pareciesen amar todo, mi corazón seguía llamando por mi hogar en Ciudad D.
—Tu hermano debe tener una lengua de plata para convencer a Li Dai Lu de marcharse —me reí, mirando a los caballos competir contra el vasto espacio abierto.