Giré mi rostro hacia el cielo mientras las primeras gotas de lluvia caían a través de los árboles. Inspiré profundamente y me permití absorberlo todo.
Sentía como si simplemente hubiera estado poniendo un pie delante del otro desde aquella noche en el hospital. Incluso en mi búnker, no podía pausar lo suficiente para recoger mis pensamientos.
Pero ahora, aquí afuera en el bosque, era como si el mundo entero contuviera la respiración, esperando lo que vendría después.
—Te estás mojando —rió Ye Yao Zu mientras se sentaba en el barro a mi lado. Nuestras espaldas estaban contra uno de los masivos troncos de por aquí, y el sonido de la lluvia en las hojas era relajante.
—Tú también —reí, sin molestarme en girar la cabeza para mirarlo.
—¿Y qué se supone que debemos estar haciendo? Aparte de mojarnos, claro —preguntó Si Dong, viniendo a sentarse a mi otro lado.