Me desperté con el zumbido de mi despertador. Volteándome en la cama, dejé escapar un gruñido bajo y golpeé el viejo reloj digital unas cuantas veces en la parte superior hasta que presioné el botón correcto, y todo volvió a quedarse en silencio.
—Ya sabes, está completamente bien pasar todo el día en la cama —ronroneó Si Dong. Abrí los ojos y lo vi tumbado en mi cama a mi lado. Tenía las manos cruzadas sobre el regazo y las piernas cruzadas en los tobillos. Se veía demasiado cómodo.
—No —gruñí, cerrando los ojos de nuevo—. Necesito encontrarlos a ustedes. Entonces volveremos aquí y viviremos felices para siempre.
—Estoy totalmente a favor de vivir felices para siempre contigo —aseguró Si Dong—. Pero no recuerdo haber leído sobre una princesa que tuviera que salir a buscar a su príncipe encantador. Simplemente quédate aquí y deja que nosotros vengamos a ti.