Le pasé la bolsa a Cheng Bo Jing, confiando en que podría ayudarme.
—¿Estás herido? —pregunté rápidamente mientras nos dirigíamos hacia el primer paciente tendido en el suelo. Me estremecí al ver la escena, pero había poco que hacer al respecto.
—Sí, pero nada que no pueda esperar hasta que lleguemos a casa —respondió, y aprecié su honestidad. No quería que se desmayara por la pérdida de sangre mientras atendía a otro paciente, pero tampoco estaba dispuesta a arriesgar que se revelara mi secreto.
Asintiendo para indicar que le había escuchado, me arrodillé junto al hombre. —Hola, mi nombre es doctora Wang Tian Mu. ¿Puede decirme dónde le duele? —pregunté.
Si tan solo me hubiera quitado los guantes y lo hubiera tocado, hubiera podido saber exactamente qué tenía, pero todavía dudaba. No estaba preparada para eso.
Y eso estaba bien.
—Bala en costilla —gruñó. Miré hacia su lado izquierdo y vi su camisa saturada de sangre.