Rip se detuvo y clavó su mirada en mis ojos en cuanto las palabras salieron de mi boca. —Entonces nos preparamos —gruñó. Se acercó a donde el baño de dos piezas estaba oculto al lado de la despensa y abrió el gabinete del espejo. Tomando una pequeña caja blanca en la que no había pensado desde hace mucho, me trajo las lentes de contacto.
—No voy a arriesgarme a que te pase algo, pero si sucede y no estoy a tu lado, sabe que ni la muerte podrá arrebatarme de ti —dijo mientras yo me ponía rápidamente el único lente de contacto marrón sobre mi ojo izquierdo.
Los luchadores eran muy habladores cuando se trataba de cosas o personas que odiaban. Y como yo era el enemigo público número uno, cada vez que alguien se les acercaba para preguntar por mí, divulgaban todo, incluyendo el color diferente de mis ojos.