Los días parecían sangrarse unos en otros, un ciclo constante de sanación y sueño. No tenía idea de qué mes era, mucho menos la fecha.
Cuando llegué aquí, me aseguré de llevar la cuenta de los días que pasaban, esperando a que los chicos vinieran a salvarme. Pero ahora no son más que un duro recordatorio, una bofetada en la cara de cuánto tiempo ha pasado.
No puedo creerlo; yo era ESA chica que aseguraba a todos que su novio vendría a salvarlos a todos, con las armas en mano.
Un hecho que Ming Zu y Bitchy disfrutan restregarme en la cara todo el tiempo. Hasta que ya no volvieron a su jaula.
Dejo escapar un profundo suspiro, las barras inferiores de mi jaula clavándose en mis costillas con mis movimientos. Me encantaba ser médico, tanto en mi última vida como en esta. Claro, no podía salvar a todos, pero aquellos que podía eran felices. Me agradecían.
Aquí, escupen en mi cara.
Aquí, era el enemigo público número uno.