Xu Xiang se levantó, sacudió la tierra de sus manos, miró a los niños curiosos y preguntó —¿No es fácil?
A Lu Ge y los niños la miraron y asintieron, luego Xu Xiang dijo de nuevo —Primero, cada uno de ustedes plante treinta arbolitos, y luego podemos almorzar después de que terminen su tarea.
Cuando oyeron que después de plantar treinta arbolitos podrían almorzar, los niños se pusieron tan felices que sus ojos brillaron de emoción. Con la ayuda de los niños, la tierra estéril de la montaña fue lentamente plantada con arbolitos.
Al mismo tiempo, en una de las salas de la sala de conferencias, A Lu Zhi miraba a su padre, así como a los ancianos de la tribu Xiuluo y de la tribu Yishi.
Al ver la expresión seria en el rostro de su cuarto hijo, Ha Tai preguntó con calma —A Lu Zhi, ¿por qué nos invitaste aquí sin invitar a esos nuevos ancianos? ¿Hay algo que no quieres que los nuevos ancianos sepan?
