Dejando el campo de entrenamiento, y finalmente la Academia, Jahi nos llevó de vuelta hacia la cabaña, con una pequeña sonrisa en sus labios mientras tarareaba suavemente para sí misma.
Anput, Leone y yo intercambiamos miradas divertidas ante el obvio increíble humor de nuestra Demoness, sus ojos de amatista brillando de alegría mientras pasábamos por las abarrotadas calles de la capital.
Cuando finalmente regresamos a casa, Jahi se dejó caer en el sofá con un suspiro de alivio, su gran figura ocupando la totalidad del mencionado sofá, impidiendo que una Anput haciendo pucheros pudiera deslizarse a su lado.
Leone se sentó en una de las sillas, sus manos ya alcanzando el libro que había dejado allí anteriormente, mientras que Anput emitió un bufido de descontento mientras ocupaba la silla restante.
