Desenvainando mi daga, me volví para mirar la colina de la que habíamos venido, frunciendo el ceño al ver a un grupo de siete Aventureros que nos observaban desde arriba.
A la cabeza estaba una Orca, su rostro cubierto de pequeñas cicatrices, mientras que su armadura estaba hecha de gruesas placas de acero.
Colgando en su espalda había un gigantesco hacha de guerra, cuya gran hoja relucía a la luz de la lava detrás de nosotros.
Los otros seis llevaban una variedad de armaduras diferentes; un Elfo vestía cuero ajustado, múltiples dagas atadas a su esbelto cuerpo, mientras que un fornido Boarkin apoyaba sus manos sobre su gran espada, su cota de malla de acero colgando sobre su musculoso cuerpo.
Algo que todos ellos tenían en común era la banda verde oscuro que colgaba de su cintura, y fruncí el ceño al ver las runas brillantes bordadas en la tela.
Sin embargo, Jahi dio un paso adelante, con una sonrisa burlona en su rostro mientras decía: